"El uso y abuso de la naturaleza es el utendi y abutendi del milenario derecho romano, que constituye la definición más fuerte de propiedad. El hombre de la modernidad se apropió de la naturaleza. Es su dueño. Su propietario. Confrontando con esa actitud, reconocemos la insistencia de tantas sociedades “tradicionales” en aclarar que no somos los propietarios de la naturaleza; allí están las sabias palabras de Ted Perry, convertido en “autor fantasma” de palabras atribuidas al cacique Seattle en contestación al presidente de EE.UU. en 1855: “Ni el frescor del aire, ni el brillo del agua son nuestros. ¿Cómo podría alguien comprarlos? Si nadie puede poseer la frescura del viento ni el fulgor del agua, ¿cómo es posible que usted se proponga comprarlos?” Aquí, cada día, están nuestros hermanos los mapuches, los ava guaraníes, los wichíes, que nos lo recuerdan. Y con este confrontación llegamos a un aspecto crucial por el cual estamos en este brete planetario: la mercantilización creciente, la mercantilización de todo; de la naturaleza, la vida, la salud, los afectos, los alimentos…"