Bill Gates, al cruzar la puerta, se encontró con el señor Conejo Blanco de ojos rosados, quien lo invitó a conocer su maravilloso mundo de Verdelandia, un mundo donde, como le dijo el señor Conejo, nadie pasa hambre y todos viven dignamente de su trabajo, resultado alcanzado tras seguir rigurosamente los preceptos de la revolución verde