Analizar la crisis alimentaria como un problema de aumento de precios nos ha permitido develar los efectos de la liberalización del comercio agrícola, la especulación que se hace en la Bolsa con la comida, el papel de los agrocombustibles, etcétera. Si ahora analizamos la crisis como el incremento en más de 100 millones del número de personas con graves dificultades para adquirir alimentos a estos nuevos precios, advertiremos que, mayoritariamente, las personas que no pueden acceder a los alimentos son pequeñas y pequeños agricultores sin ningún tipo de apoyo y que cosechan en tierras muy poco productivas, jornaleras y jornaleros contratados con salarios de miseria en grandes fincas dedicadas a la agroexportación o familias campesinas, ahora en suburbios urbanos, expulsadas de sus tierras por la avidez del control y la concentración de las tierras. Es la gran paradoja de esta crisis: pasan hambre las y los productores de alimentos.