Es como estar en Disneylandia, me dicen. Sobre lo que eran sencillas tierras agrícolas sin más distinciones y matices que las que imprimen el ciclo de los cereales y el despertar de los mirlos, se levantan ahora extraordinarios pabellones cual castillos de ocho torreones que por la noches se iluminan con más colores que los que el arcoíris inventó. Donde deberías cruzarte con personas paseando o trabajando en sus cotidianidades o con pastores con sus rebaños y los perros que los guardan, son mascotas de marcas comerciales cubiertas con pieles de terciopelo suave, las que salen a tu encuentro. Y las niñas y niños al verlas corren tras ellas y disfrutan a lo grande el rato que allí pasan. Es bonito ese lugar, me cuentan, es fabuloso, concretan y solo ponen una objeción, “es tal cual como un cuento de hadas”, pero los cuentos de hadas y los disneylandias son mentiras.
Esos primeros centímetros de suelo que cargados de nutrientes lo hacen fértil y productivo; las gotas, la humedad que permite a las plantas absorberlos y llevar a cabo la fotosíntesis que las hace crecer; y la sangre que nos mueve. Son los tres elementos básicos que permiten a la humanidad cultivar y cosechar los alimentos que nos dan y garantizan la vida. Pero en muchos lugares del mundo, la tierra, el agua y el sudor -cual tres heridas- son explotados para un propósito muy diferente a la sostenibilidad de la vida: la simple acumulación de capital.
"Hablar de ‘hambre’ es esconder una realidad, es disimular el resultado de un expolio, de un crimen, de una mutilación al derecho de cualquier pueblo de poder producirse sus alimentos, generado por un sistema capitalista que, en su borrachera de ganancias obscenas, solo contempla producir más y más. Y así, la muerte de hambre más frecuente de nuestros tiempos es ahogarse en el estrecho de Sicilia."
La sonrisa de Lolita la atraviesa de arriba abajo y de izquierda a derecha, por todas sus hechuras, y cuando pasa sobre su huipil maya, los vivos colores de la prenda toman más fuerza si cabe. Porque aunque su relato de vida viene cargado de situaciones muy graves y complicadas [mientras redactamos esta entrevista, nos informan que el gobierno de Guatemala ha retirado la protección que Lolita disponía después de haber recibido varías amenazas de muerte por su labor de defensora de los derechos sociales] ese rasgo fisiológico es un anuncio de su personalidad.
"Cuando leemos que se produce casi el doble de lo que se requiere para alimentar a toda la población mundial, lo que hemos de interpretar no es sólo que el problema del hambre no es la falta de alimentos, sino que el problema es precisamente el exceso de materias primas, porque en el mundo actual nos encontramos que más del 20% de las tierras cultivadas están produciendo materias primas como la palma africana, colza, caña de azúcar, soja y plantaciones de árboles que no es que no se coman directamente, que lo es, sino que esas áreas agrícolas se han conseguido a base de expulsar a millones de personas que ahí tenían su sustento. Y ahora no."
Una pregunta para usted. Si fuera parlamentario o parlamentaria, de izquierdas o de derechas, no importa, ¿rebajaría las normativas alimentarias para dar permiso a que en nuestros mercados se puedan vender pollos que saliendo del matadero han estado bañados, digo sumergidos, en cloro, o carne de vaca y cerdo tratada con ácido láctico? ¿Daría su voto favorable a retroceder unos años y que en las granjas el uso de hormonas y antibióticos campe a sus anchas?
Hasta hace bien poco, mi sensación era diferente. Sentía entonces que la sociedad, si bien mostraba cierto interés por la cuestión del cambio climático, era más bien un interés, digamos, "científico". Es o no cierto lo del cambio climático, por qué o cuáles son las razones, eran las preguntas más frecuentes y durante estos años han recibido respuestas clarificadoras: sí, hay cambio climático, evidentemente, y el origen no es más que un terrible comportamiento de quienes nos llamamos seres humanos. En cambio, decía, en los últimos meses, con estas preguntas ya resueltas, las nuevas que surgen nacen de la preocupación. ¿Cuándo sentiremos con gravedad los efectos? ¿A qué lugares afectará más? ¿Podremos, o cómo podremos, adaptarnos a la nueva situación? ¿Será más difícil la producción de alimentos?
Nada más iniciarse el conflicto en Ucrania, advertí en estas misma páginas que entre los diferentes factores desencadenantes había uno que pasaba desapercibido: la tierra fértil. La oleada de protestas que llevó a la salida de Viktor Yanukóvich de la presidencia del Gobierno surgió como respuesta -inducida o no- a su negativa a firmar el Acuerdo de Asociación con la UE, junto con el préstamo vinculado de 17.000 millones de euros que proporcionaría el FMI. Pero, ¿qué ve la UE cuando mira hacia Ucrania y propone con dicho acuerdo expandir el comercio con este país? ¿Qué mueve a EEUU y su FMI para poner tanto dinero sobre la mesa? Pues sí, entre otras cosas, una de las que se habla bien poco y es pieza clave: el control de su agricultura.