Ante el reto de la agroecología, los defensores de la obsoleta agricultura industrial tóxica se quedan sin argumentos. En lugar de recapacitar, algunos toman refugio en el cómodo argumento de que se puede combinar ambas, tomando lo mejor de una y la otra para así llegar a una síntesis armoniosa. Con ese hábil discurso, que nos dice “podemos tener ambas agriculturas, dejen de pelear”, los proponentes de la producción agroecológica somos presentados como intolerantes que nos queremos imponer.