No hay coexistencia posible

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Ante el reto de la agroecología, los defensores de la obsoleta agricultura industrial tóxica se quedan sin argumentos. En lugar de recapacitar, algunos toman refugio en el cómodo argumento de que se puede combinar ambas, tomando lo mejor de una y la otra para así llegar a una síntesis armoniosa. Con ese hábil discurso, que nos dice “podemos tener ambas agriculturas, dejen de pelear”, los proponentes de la producción agroecológica somos presentados como intolerantes que nos queremos imponer.

Vemos esta argumentación en el trabajo de la organización internacional Ecoagriculture Partners (1), y más recientemente en un artículo de Jonathan Foley en la revista National Geographic (2). La secretaria de agricultura de Puerto Rico, Myrna Comas, ha adoptado esta línea tras ser confrontada por oponentes de los transgénicos y agrotóxicos. En su ponencia al Senado el pasado 6 de junio, dijo que “aspiramos a una agricultura de coexistencia donde las estrategias utilizadas para la producción agrícola sean promovidas sin excluir la libertad de nuestros agricultores.”

Pero los datos científicos muestran claramente que no hay coexistencia posible. Los pesticidas agrotóxicos empleados en la agricultura industrial eventualmente acaban contaminándolo todo.

El ingeniero químico argentino Marcos Tomassoni sostiene que “las fumigaciones (de agrotóxicos) pueden permanecer suspendidas en el aire por periodos prolongados y derivar largos trayectos en presencia de pequeñas brisas. Este fenómeno se manifiesta por lo general en las primeras horas de la mañana, desde la salida del sol, y las primeras horas de la noche, y con vientos inferiores a 7km por hora.” (3)

Según la Comisión Científica Ecuatoriana que evaluó los impactos de las fumigaciones del Plan Colombia, algunas gotas de agrotóxicos pueden permanecer en el aire 66 minutos y desplazarse sobre 4.8 kilómetros con una leve brisa (viento de 4.8 km/h) siendo lanzadas a una altura de 3 metros. Pero si hay viento la distancia es mucho mayor. Estudios realizados en Costa Rica y California han encontrado que residuos de pesticidas viajan más de 20 kilómetros.

El Dr. Robert Bellé, una de las máximas autoridades mundiales en este campo, dice que “cuando se fumiga en un jardín, las gotas pueden recorrer entre 2 y 3 km, si hay viento. Monsanto recomienda no fumigar cuando hay viento, pero es imposible porque siempre hay viento. También recomienda el uso de máscara, encauchado, botas y guantes. El que fumiga está protegido, pero los que están a 500 metros no lo están. Una fumigación aérea es otra cosa. Es una catástrofe. Se ha demostrado que hay arena del Sahara en el Polo Norte, y un grano de arena es más grande y pesado que una microgota. Las microgotas de pulverización son casi como el vapor de agua, que viajan simplemente con el movimiento de la tierra, como las nubes. Es una locura pulverizar con avión.”

Reconociendo este peligro, el Parlamento Europeo prohibió las fumigaciones aéreas en 2009. Pero tal directriz no sirve de mucho si no es mundial: en 2012 el cuerpo científico argentino CONICET halló rastros de agroquímicos en la Antártida.

Con los cultivos transgénicos la situación es peor aún ya que estamos hablando de organismos vivos que se reproducen y se mueven (4). El científico con doctorado que no entienda esto sólo tiene que preguntarle a cualquier campesino qué es lo que hace una semilla: germinar y multiplicarse. Desde 2001 se ha documentado hasta la saciedad la presencia furtiva de maíz transgénico en la ruralía del sur de México, lugar que es la cuna ancestral de ese cultivo. Ahí se está proliferando y mezclándose agresivamente con las variedades criollas de los campesinos, con consecuencias inciertas para la ecología, la biodiversidad agrícola y la alimentación (5).

Dice la organización no gubernamental GRAIN:

“Fue desde entonces una alerta roja mundial agrícola y de biodiversidad porque la irremediable contaminación con transgénicos de ese enorme centro de origen de la planta maravillosa, uno de los cuatro cultivos cruciales para la humanidad, implica la devastación más brutal de las estrategias de supervivencia de la humanidad de que se tiene noticia —y de la subsistencia, la seguridad y la soberanía alimentaria real de las poblaciones urbanas y rurales. Nunca antes se ha erosionado en tal escala de magnitud, extensión y volumen el acervo genético de un cultivo en su centro de origen, ni se ha atentado tan directa y masivamente contra la vida de una población que consume 115 kilos de maíz anuales por persona en promedio.” (p. 16) (6)

Según un informe del Instituto de Ecología Genética de Noruega (GenØk) y el Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México:

“Una de las conclusiones más importantes de nuestros análisis científicos sobre las consecuencias no deseadas de la liberación de maíz transgénico en México es que éstas son potencialmente irreversibles. Con esto quedaría debilitado el cultivo milenario del maíz mexicano, ubicado en el corazón de la cultura mesoamericana y que es también el alimento básico de los mexicanos y millones de personas más. Las consecuencias de este tipo de prácticas ponen en riesgo nuestra comida y nuestra salud, así como la indispensable manera comunal de crear y mantener la diversidad genética del maíz, proceso dinámico que no puede preservarse o congelarse en un banco de germoplasma: son justamente las prácticas tradicionales las que han dado lugar y seguirán generando la diversidad genética en el maíz mexicano. Si se generaliza el cultivo de maíz transgénico, los productores campesinos mexicanos dependerían de las corporaciones dueñas de las patentes de los maíces transgénicos, amenazando el derecho a guardar semillas, disminuyendo la biodiversidad agrícola y destruyendo una cultura milenaria asociada al maíz. Todo esto afectaría de manera negativa a los consumidores de maíz de todo el mundo y a la seguridad alimentaria global, entorpeciendo la posibilidad de enfrentar los retos impuestos por un clima cada vez más cambiante e impredecible.” (p. 4) (7)

Pero ese no es el único caso. En 2006 el Departamento de Agricultura de EEUU (USDA) anunció que el arroz transgénico experimental Liberty Link de la multinacional alemana Bayer estaba contaminando un par de variedades muy populares de grano largo en Estados Unidos. Bayer fue demandada por sembradores de arroz estadounidenses y por este fiasco acabó pagando $750 millones en compensaciones a agricultores arroceros (8).

Es necesario señalar que no hay ni ha habido nunca arroz transgénico aprobado para consumo humano en ningún lugar del mundo. Las únicas siembras existentes son puramente experimentales, pero aún así acaba mezclado con el arroz para consumo humano, como demuestra el caso de Bayer. Tampoco hay ni ha habido trigo transgénico aprobado para venta, se sembró con propósitos experimentales en Estados Unidos de 1998 a 2005, y nunca fue aprobado para consumo. Pero en mayo de 2013 el USDA anunció que encontró trigo transgénico resistente a glifosato en una finca en Oregon (9). ¿Cómo llegó ahí, si su siembra no había sido legal en los pasados 8 años? Se desconoce aún. Y por último, el Departamento de Agricultura del estado de Washington anunció en septiembre de 2013 que la alfalfa Roundup Ready de Monsanto había contaminado cultivos de alfalfa no transgénicos (10). ¿Cuánto tiempo pasará antes de que ocurra un evento similar en Puerto Rico, un Chernobyl biológico que ponga en peligro nuestros mercados domésticos y de exportación y que pongan en jaque la credibilidad de nuestra agricultura?

Y encima de esto están los peligros de tipo legal y económico. Todas las semillas transgénicas están patentadas, lo cual quiere decir que nunca se deben sembrar sin que se pague una regalía al dueño de la patente. Y prácticamente en todos los casos el dueño de la patente es una de seis compañías agroquímicas semilleras que constituyen un cartel que controla la biotecnología agrícola transgénica a nivel mundial, y que aspiran también a patentar y controlar las semillas no transgénicas. Esto significa que si uno es agricultor que no siembra transgénicos y su siembra es contaminada por transgénicos, ya sea por polen, dispersión de semillas o errores de inventario por parte de vendedores y distribuidores de semilla, entonces uno es el que tiene que pagar una compensación por “robo de patente”. Esto fue lo que le ocurrió al granjero canadiense Percy Schmeiser, cuya canola fue contaminada por una variedad Roundup Ready de Monsanto y perdió su caso en el Tribunal Supremo de su país, estableciendo así un precedente nefasto.

“En 1998 Percy Schmeiser y su esposa recibieron una carta del gigante de agronegocios estadounidense Monsanto, alegando que ellos habían usado semillas de Monsanto sin una licencia al sembrar su cultivo de 1997. Sin embargo, los Schmeiser nunca habían comprado semilla de Monsanto ni tuvieron intención de tenerla en sus tierras. Resultó que unas semillas genéticamente modificadas de canola “Roundup Ready” de Monsanto habían sido sopladas por el viento del vecino de Schmeiser o por camiones que pasaban. De esa manera, genes que Monsanto alegaba “poseer” bajo la ley de patentes canadiense habían aparecido en las semillas de los Schmeiser. Monsanto amenazó con demandar a los Schmeiser por ‘infringir la patente’, reclamando daños de $400 mil dólares canadienses, incluyendo $250 mil en honorarios legales, $105 mil en ganancias estimadas de la cosecha Schmeiser de 1998, $13,500 ($15 por acre) en regalías por uso de la tecnología, y $25 mil en indemnizaciones punitivas. A la misma vez, Monsanto ofreció retirar el pleito si los Schmeiser firmaban un contrato para comprar sus semillas de Monsanto en el futuro y pagar la regalía por uso de tecnología.” (11)

El caso Schmeiser no es único ni es una anomalía sino parte de una tendencia global de abuso contra los agricultores.

"Estas demandas y acuerdos legales son nada menos que extorsión corporativa contra los agricultores estadounidenses”, declaró Andrew Kimbrell, director ejecutivo del Center for Food Safety (12). “Monsanto está contaminando las fincas de Estados Unidos con sus cultivos genéticamente modificados, sin informarles adecuadamente a los agricultores acerca de esas semillas alteradas, y entonces se lucran de su propia irresponsabilidad y negligencia al demandar a agricultores inocentes."

Señora secretaria de agricultura, ¿Esta es la coexistencia de la que usted habla?

Junio de 2014

Por Carmelo Ruiz Marrero

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Ruiz Marrero es autor, periodista investigativo y educador ambiental puertorriqueño. Colabora con la Organización Boricuá de Agricultura Eco-Orgánica y la campaña nacional Nada Santo Sobre Monsanto. Es director del Blog de Bioseguridad ( aquí) y del Monitor de Energía y Ambiente de América Latina ( aquí ). Su blog personal es Haciendo Punto en Otro Blog ( http://carmeloruiz.blogspot.com/) y su identidad en Twitter es: @carmeloruiz.

NOTAS:

1) EAP describe su propuesta de esta manera: “La ecoagricultura reconoce a los productores y comunidades agrícolas como custodios claves de los ecosistemas y la biodiversidad y les habilita para desempeñar estos roles plenamente. La ecoagricultura aplica un acercamiento ecosistémico integrado... tomando de diversos elementos de sistemas de producción y manejo de conservación.”

Pero el entomólogo de la Universidad de California, Miguel Altieri, una de las mayores autoridades del mundo en el campo de la agroecología, argumentó en una extensa crítica que la ecoagricultura no es más que una aberración de la agricultura orgánica, orientada a los intereses corporativos.

Los socios de EAP incluyen a World Wildlife Fund- grupo ambientalista adinerado que cayó en la infamia por apoyar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y más recientemente por su colaboración con la Mesa Redonda de Soya Responsable, un altamente publicitado intento de justificar las millones de hectáreas de insustentables monocultivos de soya en Suramérica. Otros socios de EAP incluyen pilares de lo que se podría considerar conservacionismo corporativo eco-capitalista, como The Nature Conservancy, organización que también hizo campaña en pro del TLCAN y ha sido acusada de darle un “lavado en verde” a los monocultivos de soya en Brasil mediante una colaboración controvertible con la corporación de agronegocios Cargill. Y también está en la lista Conservación Internacional, grupo fuertemente criticado desde la sociedad civil por sus actividades en la Selva Lacandona de México, y el tanque de pensamiento Grupo Katoomba, pionero en desarrollar justificaciones para “mercados de ecosistemas”.

Altieri reportó en 2004 que los socios de EAP incluían a los gigantes europeos de biotecnología agrícola Bayer Cropscience y Syngenta (a través de su fundación filantrópica), al igual que Croplife International, asociación que representa la industria de los transgénicos. Para julio de 2009 ninguno de éstos aparecían listados en la página web de EAP como socios o patrocinadores- aparentemente la organización quiere mantener una distancia crítica de la industria biotecnológica, o quizás sólo la apariencia de distancia crítica. Ver aquí

2) Los argumentos falaces de Foley fueron expertamente rebatidos por Eric Holt Giménez, director de la organización Food First ( aquí) y por el agricultor George Naylor ( aquí).

3) Campaña Paren de Fumigarnos – Santa Fe. “PSEUDO CIENCIA EMPRESARIA CON AVAL INSTITUCIONAL” 1 de junio 2014. Aquí

4) Aquí

5) Aquí , aquí.

6) GRAIN. “¡No toquen nuestro maíz! El sistema agroalimentario industrial devasta y los pueblos en México resisten” 2 de junio 2014. Aquí

7) “Maíz GM en México: un camino irreversible en detrimento de la agrobiodiversidad, la subsistencia campesina y el derecho a la alimentación en el centro de origen del maíz”. Por Elena R. Álvarez-Buylla, David Quist, Alma Piñeyro Nelson, Emiliano Rodríguez, Antonio Serratos y Alejandro Espinosa. Tomado de Una perspectiva multidisciplinaria respecto a la liberación de maíz transgénico resistente a lepidópteros o tolerante a los herbicidas glifosato y glufosinato de amonio, 1 de agosto 2013. Aquí

8) Andrew Harris y David Beasley. “Bayer Agrees to Pay $750 Million to End Lawsuits Over Gene-Modified Rice” . Bloomberg, 2 de julio 2011. Aquí

9) Ver aquí

10) Ver aquí

11) Ver aquí. Actualmente un dólar estadounidense es igual a 1.07 dólar canadiense.

12) Center for Food Safety. “Monsanto Assault on U.S. Farmers Detailed in New Report”, aquí

Especial para ALAI, 29 de junio 2014


Temas: Agroecología, Transgénicos

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