Pese a la profunda crisis del sistema capitalista, puesta ahora más que nunca en evidencia en todos los aspectos de la vida social e individual, no se avizora una reacción organizada antisistema de las mayorías y brilla por su ausencia un discurso riguroso y coherente, mensajero sin concesiones populistas ni oportunistas de un ideal revolucionario. El derrumbe del socialismo real y el “socialismo del Siglo XXI”, ficticio y corrupto, han contribuido también a generar en la gente un reflejo condicionado de rechazo a la idea de una transformación socialista de la sociedad. Con este concurso de circunstancias y en base al control casi absoluto de los instrumentos y medios de producción y de comunicación, estos últimos con una capacidad prácticamente ilimitada para la manipulación de las mentes, el sistema dominante está ganando la batalla. Cabe esperar que, más temprano que tarde, cambie radicalmente esta relación de fuerzas, funesta para el porvenir de la humanidad.