John Berger vivió influyendo decisivamente a las personas que trabaron contacto con él. Establecía relaciones reales, y su responsabilidad con lo mutuo no admitió nunca la asepsia de abandonar su persona en aras de ser un personaje inolvidable. John tuvo siempre la generosidad de ser él mismo, al igual que Julio Cortázar, ambos conscientes de que ser humanos era su brega más fundamental, buscando hacer sentido, como simples mortales, dudando de ser narradores, porque en verdad lo eran.