Los caminos de los feminismos campesinos y populares tienen la sinuosidad, el horizonte y los atajos de los territorios y cuerpos que los nacen. No son frutos directos de los libros, sino frutos políticos y culturales de la tierra. Se vuelven libros, textos, después de tiempo de ser semillas -no transgénicas-, que se siembran, se viven con emoción cuando crecen y se fortalecen, se protegen colectivamente de las violencias y amenazas, alimentando un ciclo vital que desafía la aridez de los terrenos, los fríos, el calentamiento global, la pérdida del bosque nativo, de los ríos, la contaminación de las tierras, la escasez del agua o el anegamiento y empantanamiento de los suelos.