El extractivismo en México tiene profundas implicaciones económicas, sociales y ambientales, lo que lo convierte en un tema de relevancia. Aunque históricamente ha sido presentado como un motor de crecimiento económico, este modelo ha resultado en un despojo sistemático de recursos naturales y en el debilitamiento del desarrollo socioeconómico en diversas regiones (Azama & Ponce, 2014). Lejos de fortalecer las economías locales, estas actividades suelen beneficiar a grandes corporaciones extranjeras, mientras dejan tras de sí problemáticas sociales y ambientales de gran envergadura (Azama & Ponce, 2014).