Las tierras que los campesinos abandonan son ocupadas por los sectores del poder, ya sean paramilitares ligados al “narcolatifundio”, sectores asociados al Estado o a las multinacionales que operan en conjunto con el resto de los grupos. Estas tierras pasan a producir sobre un modelo extensivo asociado al mercado externo, poniendo así en jaque la soberanía alimentaria de Colombia, que desde la implementación de las políticas neoliberales vio aumentar en un 700% las importaciones de alimentos. Así, de esta forma, se reproduce el modelo excluyente de tenencia de la tierra que beneficia al 3% de los productores con el 70% de la superficie, mientras que el 57% de los campesinos posee apenas el 3% de los terrenos para cultivar