Las semillas nativas y criollas son indispensables para la vida y la supervivencia de la humanidad en armonía con la naturaleza. Son un bien común que debe ser reconocido por su valor material, inmaterial, colectivo e inalienable, debido al conocimiento y los saberes tradicionales que han sido incorporados durante generaciones por parte de las comunidades agricultoras, quienes tienen derechos precedentes y consuetudinarios sobre sus semillas los cuales deben prevalecer.