México: en el istmo de Tehuantepec, el viento no está en venta
Comunidades huaves (ikoots) de Oaxaca resisten el embate de las empresas eólicas europeas que pretenden arrebatarles su territorio y formas tradicionales de vida, y, aseguran “no estamos dispuestos a hipotecar nuestro futuro”.
Istmo de Tehuantepec, de camino hacia el océano Pacífico, destino: La Venta. Podría uno imaginarse tierras salvajes, pero sólo se encuentran eólicos: torres de acero hasta donde alcanza la vista. Hay más de 800 aerogeneradores funcionando, como una cuchillada en el paisaje. La fiebre de los eólicos existe. Desde 1994 no dejan de extenderse; el apetito de las empresas europeas, en general, parece no tener límite.
El istmo pareciera ser tan sólo un inmenso pastel que se comparten empresas como Iberdrola, Endesa, Preneal Demex, Gamesa, CFE. El proyecto llamado Corredor Eólico del Istmo plantea la instalación de 5 mil aerogeneradores en una zona que va desde La Mata, al norte, hasta San Francisco del Mar, al sur, y de Arriaga al este, hasta Tehuantepec, al oeste.
Estas empresas avanzan a marchas forzadas; los ventiladores llegan actualmente a las tierras de Unión Hidalgo. Pequeños propietarios se arrepienten de haber rentado su tierra a Demex por treinta años, muy pronto se dieron cuenta de las consecuencias nefastas de un proyecto de este tipo: las molestias sonoras de hasta 90 decibeles, radiación electromagnética, transformadores y líneas de alta tensión, cultivos desecados o inundados, prohibición para cultivar debajo de los eólicos, desaparición de la fauna. Ante la aberración ecológica y social, los pequeños propietarios se organizan para denunciar los errores de procedimiento en los contratos.
Se planea que el corredor eólico llegue, paso a paso, hasta el océano Pacífico. Territorios hasta ahora preservados del “mundo moderno” serán tocados. Las comunidades huaves de San Dionisio del Mar, Pueblo Viejo, San Mateo del Mar, Huamuchil, Santa Cruz, San Francisco del Mar, todas ubicadas alrededor del sistema lacunario serán también invadidas por los molinos de viento modernos. La pesca, el mayor recurso económico de la región, también se verá afectado.
Abril de 2012. San Dionisos del Mar. En una plaza inundada de sol, un viento caliente balancea una lona. La lucha se anuncia. En el patio, las mujeres guardan el lugar. Desde el 29 de enero de 2012, los comuneros de San Dionisio del Mar y de Pueblo Viejo bloquean el palacio municipal.
Mal informada y manipulada, la asamblea comunitaria firmó en 2004 un contrato de usufructo, también por treinta años, con la empresa PRENEAL-Mexico. En 2009, gracias a su obstinación, los comuneros lograron obtener información sobre este contrato. La zona cubre mil 643 hectáreas, exactamente la superficie de la barra Santa Teresa y la isla de Pueblo Viejo. Más de cien aerogeneradores cubrirán la isla, y la consecuencia inevitable será la expropiación. Es claro, la laguna inundada con eólicos ya no permitirá a los pescadores vivir. Tendrán que partir. Renunciar a su vida comunitaria. No quedará más que el silencio del viento y el ruido demencial de los aerogeneradores.
Ante el peligro, como es costumbre, una asamblea comunitaria fue convocada en la isla de Pueblo Viejo en agosto del 2011. El proyecto eólico fue rechazado por unanimidad. Pero en lugar de respetar esa decisión, el alcalde Miguel López Castellanos firmó el 29 de enero de 2012 un convenio con la empresa PRENEAL-México que cambia el uso del suelo. Por una suma de catorce millones de pesos, y tres millones de pesos más por las obras, las tierras pasan de uso común a uso comercial.
Los comuneros están furiosos. Más de setecientos invaden el palacio municipal. El alcalde es inmediatamente revocado por la comunidad. Ya no lo reconocen como su representante. La resistencia crece.
Tres meses después, los comuneros siguen aquí. Buscan la vía más eficiente para bloquear la implantación de esos eólicos en su territorio. Sin embargo, la victoria no ha llegado. La situación se vuelve día tras día más difícil. El alcalde, verdadero caballo de Troya de la empresa, sigue con sus bajas maniobras. Todavía no puede acceder al ayuntamiento, pero sigue distribuyendo las ayudas sociales del estado; de puerta en puerta, compra la conciencia de los habitantes de San Dionisio y de los de Pueblo Viejo. El dinero se vuelve un medio de presión para cambiar la opinión en favor del proyecto eólico. Algunos ceden para aliviar su cotidianidad, para vivir con más decencia su presente, sin darse cuenta que hipotecan su futuro. Los que siguen la lucha tienen que enfrentar demandas por ocupación del ayuntamiento. Hombres armados aparecen, intimidaciones y provocaciones vienen a sumarse a este clima de división de la comunidad.
El dinero y las amenazas aparecen hoy como los principales instrumentos de división. Cinismo y omnipotencia de un mundo capitalista que niega el derecho a las comunidades vivir en su propia tierra. Ante esta lógica depredadora, la defensa del territorio basado en bienes comunales parece ser una vía de resistencia. Si la tierra no se vende, el viento tampoco. Atrás de la denominación de energía limpia se esconde una nueva fuente de explotación para las transnacionales. El neocolonialismo parece estar de moda. Pero cuidado, porque en estas tierras mexicanas los vientos cambian de pronto.
Fuente: Desinformémonos