Fruticultura y monocultivo forestal, la histórica trashumancia y los brotes agroecológicos

Idioma Español
País Argentina
Ilustración: Sebastián Damen

Radiografía agropecuaria de Neuquén. Sinónimo de explotación petrolera, la provincia padece el avance extractivo de los hidrocarburos y del monocultivo forestal. Pero también se organiza para la histórica trashumancia y la producción campesina. Los extremos entre la producción industrial de frutas, con uso de agrotóxicos, y la agroecología como pilar de la soberanía alimentaria.

Por Sol Arrieta
Desde Neuquén

Neuquén es una de las cuatro provincias de Argentina en la formación petrolera Vaca Muerta. Sin embargo, y pese al desplazamiento territorial por esta actividad, el negocio inmobiliario y el turismo, la explotación agropecuaria tiene su lugar, principalmente a través de la fruticultura, así como su contracara agroecológica en una región marcada por las resistencias contra las distintas formas de avasallamiento extractivista.

El Censo Nacional Agropecuario de 2018 informó que en Neuquén hay un total de 3573 explotaciones agropecuarias, 1995 menos que en el año 2002 (último CNA completado) y 3068 menos que en 1988.

El total de hectáreas de explotaciones agropecuarias con límites definidos es de 3.799.865, lo que representa menos de la mitad de las explotaciones, ya que el 52 por ciento no tiene límites definidos, es decir que se trata de tierras consideradas por el Estado como su propiedad en las que se asentaron mayoritariamente crianceros (ubicadas en gran parte en el norte y centro de Neuquén), lo que la posiciona como la provincia con mayor cantidad de EAP sin límites definidos del país.

El incremento de 1.654.166 hectáreas de EAP con límites definidos entre 2002 y 2018 obedecería, según los investigadores Nadia Taranda y Luis Tiscornia en “La Argentina agropecuaria vista desde las provincias: un análisis de los resultados preliminares del CNA 2018”, por un lado al proceso de titularización de tierras fiscales y, por otro, a la estimación por ocupaciones con permiso, arrendamientos, ocupaciones de hecho, concesión, contrato accidental y usufructo, entre otras delimitadas.

Foto: Depositphoto

De las 3573 explotaciones, el 2 por ciento tiene el 35,6 por ciento de la superficie: 1.354.442 hectáreas que se reparten en 34 establecimientos de más de 20.000 cada uno. Además, hay grandes estancias, hasta de más de 70.000 hectáreas, que son propiedad de “no residentes” (de la región y del país) y se destinan a actividad turística y de esparcimiento, incluidas en esta categoría la caza de animales terrestres y acuáticos como entretenimiento. Tiscornia señala en "Los estancieros en la provincia de Neuquén. Vigencia de la gran propiedad territorial" que en los departamentos de Lacar y Huiliches un 70 por ciento de las tierras está en manos de extranjeros.

En Neuquén solo 79 estancias de más de 10.000 hectáreas ocupan el 52 por ciento de la superficie total. En el otro extremo, el 70 por ciento de las explotaciones agropecuarias (de menos de 1000 hectáreas) ocupa apenas el 3,9 por ciento de la superficie. Las explotaciones de menos de 100 hectáreas disminuyeron en 756 unidades, representando ahora el 0,3 por ciento de la superficie (en 2002 abarcaban el uno por ciento).

Según el Anuario Estadístico 2021 del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), en la provincia existen 220 productores de frutas de pepita y carozo en 5572 hectáreas, de las cuales casi la mitad están en manos de quienes tienen más de 100 hectáreas.

En relación a la ganadería, el Senasa informó en 2021 la existencia de 10.086 establecimientos y unidades productivas, en su mayoría con equinos (3576), bovinos (2512) y caprinos (2275), seguidos por ovinos (1777) y en menor medida porcinos, apícolas, acuícolas, avícolas, establecimientos de engorde y ciervos.

Además, hay 96 viñedos que ocupan 1763 hectáreas, de las cuales la gran mayoría (1592) se encuentran en el departamento de Añelo.

Foto: Martín Barzilai

Petróleo, avanzada territorial y desertificación

En 1997, el entonces gobernador neuquino Felipe Sapag, en el marco de una importante baja en el precio del barril de petróleo, anunció el plan “Neuquén 2020” que proponía diversificar la matriz productiva apostando al desarrollo agroindustrial, del que la minería, el turismo y la generación de energías funcionarían como “ejes complementarios y articuladores”. Con el mismo partido en el poder desde entonces, ese plan se diluyó en demagogia e hidrocarburos.

“Ya con la explotación convencional en los departamentos de Confluencia y Añelo se advertía incluso desde organismos del Estado de los impactos de la actividad hidrocarburífera, por derrames, pero también por procesos de desertificación a los que aportaba la actividad petrolera con la apertura de picadas, locaciones, el polvo en suspensión que afectaba toda la flora y contribuía a que toda la vegetación se fuera secando”, explica Hernán Scandizzo, periodista, investigador e integrante del Observatorio Petrolero Sur (Opsur) y asegura que antes del Plan Estratégico del Bicentenario (2010) del gobierno nacional ya se había planteado el mismo programa, atendiendo al riesgo de la industria hidrocarburífera para el agro.

“Con la llegada de los no convencionales, los pilares de la publicidad gubernamental y de las empresas fue la convivencia entre la actividad petrolera y la actividad productiva”, indica Scandizzo y afirma que aún “si existiera” una extracción no contaminante los impactos de la industria siguen siendo altísimos, ya que se infertiliza la tierra y recuperarla es prácticamente imposible, sin contar los derrames, que efectivamente ocurren, y los residuos que la industria genera: “Más allá de un hipotético caso de que las empresas logren reducir al mínimo los derrames, está todo el tema de la transformación del territorio, que genera un obstáculo para la posibilidad de desarrollo de actividades, sea para la producción agrícola bajo riego o sea para la ganadería”.

“La matriz fósil no es eterna. Entonces se debe pensar en el mediano y en el largo plazo también para ver cuáles van a ser las actividades económicas de la provincia y, sin embargo, lo que prevalecen son las miradas a corto plazo que tienen que ver con la rentabilidad de la actividad hidrocarburífera, que es una actividad que está sujeta a la volatilidad de la industria”, explica.

Foto: Martín Barzilai

La manzana envenenada

En marzo de 2023 una noticia alarmó a la población del Valle, donde todas las personas saben que en los alimentos hay veneno, pero casi no se habla de ello: habían detectado agrotóxicos en placentas de gestantes consideradas saludables, en el Valle de Río Negro (zonas rurales de Cinco Saltos y Contra Almirante Cordero) y Neuquén (Neuquén capital y zonas rurales de Plottier y Centenario). “Los resultados de este estudio piloto indican que las mujeres están expuestas simultáneamente a una gran mezcla de plaguicidas neurotóxicos y potencialmente peligrosos, los cuales podrían afectar a los neonatos a través de la transferencia placentaria. Los agroquímicos fueron ampliamente detectados en las mujeres embarazadas estudiadas, aun cuando su aplicación fue prohibida hace más de 20 años. La alta frecuencia de detección de clorpirifós demuestra su actual uso en el área de estudio. Además, estos resultados indicarían que el uso del suelo de las zonas rurales representaría una fuente de plaguicidas para sus residentes”, indica el estudio publicado a fines de 2022 en la revista Salud Ambiental, de España.

Eduardo Siliquini es ingeniero agrónomo, productor agroecológico e integrante del Movimiento Nacional Campesino Indígena Somos Tierra (MNCI-ST). Explica sobre el cultivo de peras y manzanas que, como son monocultivos y tienen problemas de plagas y enfermedades, se utilizan fungicidas, plaguicidas y herbicidas. “Es mucha la contaminación por agroquímicos. Hay industrias que venden estos paquetes tecnológicos y productores que acceden. La gente tiene que saber que esos alimentos que se producen de manera química no son sanos por la carga de agroquímicos”, asegura.

En la provincia donde la principal causa de muerte es el cáncer, desde el Encuentro Regional de Pueblos Fumigados por el Buen Vivir se dispararon los interrogantes sobre la toma de conciencia de los agrotóxicos que se consumen con los alimentos y los efectos en la salud y en los territorios. Participaron como organizadoras la Asamblea Permanente del Comahue por el Agua (APCA), la Red Jarilla y la Asamblea por los Ríos Libres, todos espacios de Neuquén.

Allí se difundieron informaciones sobre cantidad de residuos agrotóxicos en alimentos de producción regional: “El pimiento/morrón, la manzana y la pera son los tres alimentos con mayor cantidad de residuos de agrotóxicos (37, 35 y 33 principios activos, de un total de 80 agroquímicos encontrados por los controles del Senasa, entre los años 2017 y 2019). Seguidos por la uva (30), naranja (30), tomate (30), limón (29), durazno (28), lechuga (26) y banana (24), por sólo nombrar diez de las 48 frutas, verduras y hortalizas más contaminadas”.

Y también se presentaron alternativas: “Hay otro campo, empobrecido, campesino e indígena, que produce ancestralmente desde otra lógica (…) Existen maneras respetuosas con los ecosistemas, que posibilitan producir alimentos sanos y a menor costo, es decir accesible para las mayorías, sin trabajo esclavo y con derechos laborales; sino pensando en el derecho a la salud y la seguridad alimentaria de todes”. La propuesta pasar por decidir colectivamente quién produce, cómo y para qué, rediscutiendo el acceso y cuidado de la tierra, rediseñando las cadenas de comercialización y modificando los hábitos de consumo.

Foto: Martín Alvarez Mullaly

Avanzada urbana

Siliquini refirió también al negocio inmobiliario, explicando que el avance de barrios privados sobre chacras impactan por la urbanización directamente en la fauna y en las chacras: “Es como una cosa que avanza y va dejando todo perdido alrededor. Hace que el acceso a la tierra para producir sea imposible, porque infla los precios de las tierras. El objetivo no está hacia la producción de alimentos, sino a hacer casas para todo el sector que vive del petróleo, que son sectores con poder adquisitivo que puede acceder a otras cosas”.

En el sur de la provincia los loteos también crecen para favorecer al turismo, con las mismas consecuencias que en el Valle.

Foto: Depositphoto

Extractivismo forestal

Como en Chubut y Río Negro, en Neuquén se da la peligrosa convivencia entre especies autóctonas con especies implantadas. Existen en la provincia unas 63.500 hectáreas de "bosques implantados" —eufemismo de monocultivos de árboles—, de las cuales la mayoría está en manos de la Corporación Forestal Neuquina (Corfone), una empresa del Estado, y el resto se divide entre empresas privadas y asociaciones de fomento rural y municipios.

La especie más recurrente en esta región es de pinos (“pinus ponderosa”), considerada como invasión biológica por su capacidad de arrasar con la tierra y con el riesgo de ser una de las especies más flamígeras, además de consumir entre un 40 y un 60 por ciento más de agua que el bosque nativo.

El incendio en Quillén en diciembre de 2021, provocado por la caída de un rayo en estos bosques implantados, consumió unas 6000 hectáreas de bosque en su mayoría nativo y se cobró la vida de dos personas que viajaban en uno de los helicópteros que combatía el fuego.

Desde la Asamblea Permanente del Comahue por el Agua (APCA) presentaron un reclamo cuestionando lo tardío de la reacción y exigiendo “que se contemple el fin del monocultivos de pino ponderosa, por lo dañina que es esta especie exótica en la región” y propusieron la “reforestación con especies nativas”, además de planes de prevención de incendios y asistencia a brigadistas.

Eduardo Siliquini, del MNCI-ST, explica que el pino también es un monocultivo y, como tal, genera un impacto social, económico y ecológico. “El sur hace mucho que está muy activo con lo que es forestación y sus impactos vienen de esa época. De alguna manera hay una población que fue desplazada hacia parques nacionales con las tierras que se fueron vendiendo y se fueron haciendo producciones forestales”, relata.

Señala que Corfone sembró pino en tierras fiscales que estaban siendo utilizadas por comunidades mapuche, crianceros o familias que producía en los territorios con ganadería, quienes fueron desplazadas por el monocultivo forestal. De esta forma, fue desalojada la actividad caprina en el norte y en el centro de la provincia.

Foto: Depositphoto

No es sequía, es saqueo

En julio de 2021, y tras cuatro años de alarmante sequía, la Autoridad Interjurisdiccional de las Cuencas de los ríos Limay, Neuquén y Negro pidió la declaración de la “emergencia hídrica”.

El río Neuquén se encuentra apresado por el Complejo Hidroeléctrico Cerros Colorados. Sobre el río Limay se encuentran las centrales de Alicurá, Piedra del Águila, Pichi Picún Leufú, El Chocón y su compensadora Arroyito. En el río Nahueve (afluente del Neuquén) están finalizándose las obras del Proyecto Multipropósito Nahueve, al cual familias y pobladores del lugar hicieron frente con una intensa lucha junto a activistas de diferentes lugares de la provincia, soportando represiones, detenciones y desalojos, una fuerza que no alcanzó para torcer el brazo del Gobierno y sus aliados.

“En el norte neuquino la sequía ha perjudicado a la producción. El rendimiento productivo mermó un montón. Los productores están con aguadas secas, con menos recursos forrajeros en el monte, eso perjudica a la ganadería y hace a que la gente migre desde lo que es esa zona rural a buscar laburo a las ciudades. Como son todos fiscaleros, la venta de la provincia de tierras a estancias en la zona de la cordillera perjudica porque deja menos campos para hacer veranadas a los productores trashumantes y la lucha está hacia los territorios, a que no vendan más tierras que usan los crianceros o las comunidades trashumantes”, señala Siliquini.

La trashumancia es una práctica ancestral que consiste en permanecer en tierras bajas durante el invierno y trasladarse (con los animales) a regiones altas, de mejores pasturas, en el verano (tierras de veranada). Cuando el otoño se aproxima, se vuelve a los campos de invernada y se reanuda el ciclo. El traslado puede durar hasta semanas.

Eduardo Oses, integrante de la Mesa Campesina del Norte Neuquino, explica que la sequía viene siendo una gran complicación: “La actividad principal de las familias del norte neuquino tiene que ver con la trashumancia, donde el fuerte productivo es la producción caprina y donde se deja descansar los campos en veranada y en invernada también de acuerdo a sus tiempos estacionales. Producto de la sequía, las pasturas están mermando mucho, las aguadas ya no son las mismas y eso va generando también que los animales vuelvan un poco flacos de la invernada y se encuentren con una veranada de mala calidad en pasturas”. También indica que el invierno es más caluroso, las lluvias son menos, la nieve es muy necesaria y cada vez es menos lo que está cayendo en la Cordillera y es preocupante para el sector.

Foto: Télam

Trashumancia ancestral y familias crianceras

Eduardo Oses narra que en el norte neuquino una de las principales problemáticas que tienen es que un 90 por ciento de las familias crianceras produce y vive en tierras fiscales, no regularizadas por la Dirección de Tierra del gobierno neuquino. “Eso es una deuda histórica desde lo institucional, por gobiernos que no han aplicado políticas con nuestro sector que vayan en sintonía con regularizar la tierra de familias campesinas y crianceras”, denuncia Oses.

Explica que en el último tiempo vienen integrando un proyecto denominado Mesa Provincial de Tierras, junto con la Dirección de Tierras de la provincia, otras organizaciones y asociaciones de fomento rural. Desde el espacio se establece un protocolo de intervención frente a los conflictos. Para Oses esto “es un paso muy importante e histórico, vemos con buenos ojos el trabajo que se viene haciendo”. Reconoce que las familias campesinas y crianceras están desgastadas. Define que la problemática abarca “lo social, lo institucional y las barreras que se dan en esos aspectos”.

Otra de las principales problemáticas tiene que ver con las huellas de arreo, que son franjas de terreno que permiten el tránsito libre de animales que se trasladan de la veranada a la invernada y viceversa. Oses dice que el abordaje viene siendo superficial y no de fondo: “Los conflictos de huellas de arreo suelen ser con privados y para los privados no se aplica la Ley de Huellas de Arreo, 3016, reglamentada en 2016”.

“Las instituciones se tiran el conflicto de una a otra. Se entiende que huellas de arreo es un conflicto de la Dirección de Tierras, pero también debe intervenir el Ministerio de Producción, que hace poco y nada para los productores caprinos”, asegura el integrante de la Mesa Campesina del Norte Neuquino.

Según la Ley de Huellas de Arreo, explica Oses, cuando hay un conflicto, los referentes de las organizaciones junto a gente del Ministerio de Producción van al territorio a relevar y ordenar que se abran los alambrados, que “por lo general son huellas históricas conocidas por todas las comunidades” a las que un privado les puso un candado.

“Necesitamos que realmente se aplique la Ley de Arreo. Necesitamos la apertura de huellas históricas porque hoy el circuito (de traslado) que están haciendo los productores es el doble y muchas veces el triple del que deberían hacer. Con el solo hecho de abrir una huella de arreo histórico podríamos mejorar condiciones de vida y de productividad a las familias”, asegura Oses.

Foto: Nicolas Pousthomis

La agroecología que brota

Miguel Sheridan es productor agroecológico, agrónomo, trabajador del INTA e integrante de la Red de Agroecología. Cuenta que en los últimos ocho años la agroecología viene creciendo en la provincia. “Por año prácticamente se están duplicando los casos a nivel de predios, fincas, chacras, además de todo lo que se está trabajando en huertas comunitarias a partir de organizaciones de la economía popular, institucionalidades como el Programa de Desarrollo Agroalimentario (Proda), Pro-Huerta y distintos emprendimientos autonómicos que llevan adelante huertas, que han sido históricamente las reservas de la producción agreocológica de la provincia de Neuquén”, señala.

Explica que la decisión de “producir de otra manera” nunca está libre de dificultades: “La agroecología es la priorización de los procesos ecosistémicos en un espacio determinado que requiere cierto nivel de acceso a los bienes comunes, a la tierra, el agua, la semilla como los principales y a partir de ahí, más allá de la situación de tenencia de la tierra, en esas condiciones se puede avanzar hacia la agroecología para los mercados de intercambio, ferias, comedores, comercialización por canasta y bolsones. No son productos exportables, se despega de todo lo que es las divisas”, detalla.

Detalla que las certificaciones agroecológicas no son lo mismo que la concepción de la certificación orgánica, sino que se trata de monitorear de forma participativa la calidad del proceso productivo, trabajar los conflictos que surgen en espacios con participación de las personas que son consumidoras de esos alimentos y las productoras.

Foto: Nicolas Pousthomis

Precisa que en la zona Confluencia, entre El Chañar y Senillosa, identificaron doce casos que están produciendo en esa modalidad, en forma de transición o ya estabilizada hace varias temporadas con manejo agroecológico. También en Picún Leufú existen predios que están volcándose a esa forma productiva. “De alguna manera sistemas campesinos trashumante del norte y centro neuquino parten de esta modalidad de la priorización del uso de los distintos tipos de campo, la adecuación a los ciclos estacionales, la optimización del uso del agua. Son todas cuestiones que se pueden asimilar a la agroecología”, afirma.

Mónica Zapata es agricultora y produce junto a su compañero en Vista Alegre Sur: “Comenzamos el camino a la agroecología por diferentes motivos, por nuestra salud, la de los consumidores y el ambiente que nos rodea, por una vida más tranquila y armónica”. Martín se ocupa de la parte productiva y ella de la parte comercial, administración y redes sociales del emprendimiento “Buena Vida”, aunque “por supuesto que todos nos ayudamos, es un emprendimiento familiar”. Indica que la principal dificultad es la falta de mano de obra por la desvalorización de los oficios agrícolas y la inestabilidad económica dificulta las inversiones a largo plazo, tan necesarias en la producción agrícola.

“En una gran asimetría, conviven los dos modelos, el que depende de insumos externos completamente y ajustado a determinados estándares de calidad cosmética y de consumos, y otro que tiene que ver con alimentos para las propias familias”, explica Miguel Sheridan, de la Red de Agroecología.

Cuenta también que muchos productores van haciendo la transición poco a poco, con algunas variedades y siempre para mercados de proximidad.

Sheridan propone una “re-educación de todos nosotros como consumidores”, en términos de aceptar la oferta estacional y el agregado de valor local a los productos para estirar su consumo a lo largo del año, pero no pretender en pleno invierno un tomate fresco.

“El consejo es el de producir soberanía alimentaria desde la agricultura familiar, para que no dependa del medio, y poder vivir de la venta de sus excedentes y sin contaminar, generando alimentos sanos y saltando intermediarios, para que el precio de los alimentos sean accesibles, un derecho. Que comer una fruta no sea un privilegio”, propone Eduardo Siliquini. Y señala como fundamental que las luchas de los territorios también incluyan generar vínculos entre los consumidores y los productores de alimentos. Reconoce que es un desafío. “En las góndolas no están los alimentos que producen los productores familiares y les cuesta llegar. Pero también empieza a haber un resurgimiento de nodos de comercialización que un poco hace al empoderamiento del productor. Eso es algo que recién está comenzando en la provincia”, advierte.

Marina Sánchez es activista del Frente de Organizaciones en Lucha (FOL) y participa de un proyecto de extensión con la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional del Comahue. Cuenta que se sumaron a la actividad por la necesidad de alimentos y la falta de tierras.

“El proyecto de extensión lo formaron los compañeros despedidos de la Secretaría de Agricultura Familiar y hace un año estamos participando como cooperativa agroecológica, pero hay vecinos en general, jubilados y estudiantes, es una articulación que viene generando reproducción de semillas que se entregan en hospitales de Neuquén. Y en el Centro de Salud de Centenario tienen el plantinero para repartir después en distintas ferias, intercambios de semillas, como objetivo del proyecto”, detalla.

En la región se realizan con frecuencia ferias de intercambio de semillas y de plantines. También hay espacios que venden bolsones de alimentos agroecológicos y orgánicos, que van teniendo cada vez más salida comercial, como Flor Dorada, Buena Vida Verduras Agreocológicas, Pachamama y Le Jardinere. Muchas de las producciones llegan tanto a Neuquén como Río Negro.

Fuente: Tierra Viva

Temas: Extractivismo, Minería, Monocultivos forestales y agroalimentarios

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