Fe en la fotosíntesis, “compensaciones” y el mercado de carbono
El otro día estábamos conversando con los vecinos. Resulta que quieren vender la mitad del área pública donde tenemos nuestra huerta comunitaria para construir. “¿Cómo pueden hacer eso con el pulmón del barrio?”, preguntaba doña Cida, “¿Y los árboles nativos y frutales que plantamos para proteger el lugar y el agua que va para el arroyo?”. Don Altino ya tiene experiencia: “Muy fácil, arrancan de acá y plantan bien lejos, para compensar”. “Pero acá está el arroyo, no pueden llevarse el arroyo y ponerlo donde hagan esa ‘compensación’”. Alguien dijo: “Es como esos ‘créditos de carbono’”. Y ahí la conversa se enroscó, porque nadie sabía explicar cómo funcionan esos créditos de carbono.
Fui atrás de información, para no quedarnos con el entripado. Parece que en 1997 se reunieron representantes de los Estados y firmaron un documento, el Protocolo de Kioto, en el que establecían que las empresas que emiten dióxido de carbono tienen que pagar para que, en algún territorio del planeta se evite la emisión del mismo gas. Como una compensación. Seguía sin entender. ¿Cómo una empresa de Alemania, por ejemplo, va a evitar que se emitan gases en otro lugar? ¿Comprando tierras en ese “otro lugar”? ¿Y cómo sabe que iban a lanzar dióxido de carbono en esa área que compró?
Bueno, tuve que investigar más. Los bosques capturan dióxido de carbono del aire y devuelven oxígeno. Es la tal de fotosíntesis. Se hace un estudio de áreas de riesgo: tienen bosques, pero que están tantito así de perderlos. Una empresa “certificadora” hace contratos con los dueños o con las comunidades del lugar, que se comprometen a no desmontar los bosques y ya. Esas certificadoras, que vigilan y hacen contratos, calculan cuánto de carbono continuará siendo capturado y cuánto podría dejar de ser capturado si se desmonta. La diferencia es el “crédito de carbono”. Después, la certificadora vende los créditos en un “mercado global de carbono”. Y aquella otra empresa alemana del ejemplo los compra, y así puede seguir emitiendo tanto gas como los créditos que compró. Es decir, en lugar de parar de contaminar, la empresa “compensa” pagando por lo que otros descontaminan.
Algo suena mal en todo eso: unas empresas que compran el permiso para contaminar. Fui a consultar la serie de reportajes de Tatiana Merlino y João Peres, para una publicación brasileña que se llama O joio e o trigo. Ellos descubrieron cómo funciona el “mercado de carbono” en Brasil. Los proyectos para generar créditos de carbono están, en su mayoría, en los estados de la Amazonía. Y abarcan áreas públicas, privadas y, lo más preocupante, áreas de uso colectivo (de comunidades tradicionales como indígenas, quilombolas, colectores artesanales de caucho o castañas) 1. Algunas de las certificadoras que operan son Verra, Future Carbon Group, Ecológica Assessoria, Biofílica Ambipar Environment, Carbonext (que cuenta con la Shell como una de sus accionistas), Cecarbono e Indigenous Carbon LLC.
Los proyectos crean disputas por el control del territorio para poder recibir dinero por los créditos de carbono, provocando violencia contra quienes allí viven. Pero, aun cuando el contrato es realizado directamente con las comunidades, ellas quedan impedidas de realizar sus intercambios con el ambiente, pasando a depender, para su sobrevivencia, de la renta que fue contratada con la certificadora. El bosque, que hasta entonces era espacio de vida para sus gentes, pasa a ser controlado externamente y todas las relaciones pasan a ser mediadas por moneda.
Entre los compradores de esos créditos hay compañías aéreas, empresas petroleras y petroquímicas, bancos, industrias automovilísticas, mineras. Pero las cadenas para llegar a esas compradoras, y que pasan por las certificadoras, involucran una serie de empresas que intermedian entre certificadoras y territorios. El negocio se apoya en un cálculo siempre exagerado del posible desmonte, siendo que las prácticas tradicionales tienen una dinámica de equilibrio que protege el bosque, que precisa estar en pie para que la vida humana se mantenga. Las certificadoras presentan sus proyectos diciendo que pagan para que siga todo como está. Bueno, recibir una renta por hacer lo que las comunidades siempre hicieron parece muy ventajoso. Sin embargo, una vez que esas comunidades pierden el control del territorio, sus prácticas y sus propias vidas, el desequilibrio se instala 2. Las intermediarias y certificadoras actúan para “disciplinar” el cumplimiento del contrato con apoyo de las policías. Las familias son impedidas de practicar lo que siempre han hecho, y que protegió el bosque de los negocios predadores. Es entonces que perciben que la renta contratada es insuficiente para garantizar la vida.
Así, el mercado de carbono es un negocio, como otros, cuya finalidad es el lucro concentrado de algunas operadoras. De manera involuntaria, ingenua, o presionadas por las dificultades económicas creadas por las diferentes embestidas de las empresas predadoras, escogen, entre los males, el que consideran menor: aceptan los contratos que generan créditos de carbono. Se tornan parte de las cadenas que permiten que la contaminación continúe e inclusive aumente en otro lugar.
Ahora que entendí, puedo contarles a los vecinos. No es lo mismo que nos pasa, pero es parecido. Si privatizan nuestra huerta, pagarán para plantar los árboles que arranquen en otro lugar, de preferencia, sin considerar al río que agoniza aquí cerca. No le creemos nada al poder público ni al negocio inmobiliario. Creemos en la fotosíntesis.
1 Ver https://ojoioeotrigo.com.br/2024/03/projetos-de-carbono/
2 Ver https://ojoioeotrigo.com.br/2024/06/carbonext-quilombolas-gurupa/?fbclid=IwZXh0bgNhZW0CMTAAAR1TgdnHtMRFPAqMxWdyV2GRD9WkNOz3Wr1k2mZX-AEhYHp9u9Kp3lgu9NE_aem_AaSYr9k2TU80mAfvo5HDt9IctIh_fIgonmshNUQcWub2V430dJuYWbqihfXz1MdzSDCY6rFFBiCcRFQ92nUID59E ; https://ojoioeotrigo.com.br/2024/06/tem-algo-estranho-no-ar/ y https://ojoioeotrigo.com.br/2024/06/cowboys-carbono-policial-fazendeiros/
Fuente: Desinformémonos