Estudio sobre la biodiversidad, erosión y contaminación genética del maíz criollo en Uruguay
"Un trabajo recientemente publicado por RAPAL Uruguay aporta información acerca del maíz criollo, su diversidad, su cultivo, sus usos, su valor estratégico y el peligro de contaminación genética al que está expuesto por el avance de los maíces transgénicos."
En Uruguay son pocos quienes conocen y aprecian la riqueza que el país tiene en materia de maíces criollos. Tales maíces son en general percibidos como un anacronismo dentro de un modelo agrícola centrado exclusivamente en la alta productividad, medida en toneladas por hectárea.
Sin embargo, el maíz criollo tiene un altísimo valor estratégico y no es casual que una potencia como Estados Unidos haya dedicado enormes esfuerzos para tener acceso a la base genética de nuestros maíces. Un trabajo recientemente publicado por RAPAL Uruguay aporta información acerca del maíz criollo, su diversidad, su cultivo, sus usos, su valor estratégico y el peligro de contaminación genética al que está expuesto por el avance de los maíces transgénicos.
La preservación del maíz criollo ha sido posible gracias a los productores que lo cultivan y que de él obtienen lo que necesitan, tanto en materia de consumo humano como animal. Este tipo de cultivo no les implica gastos, ya que la semilla proviene de su propio cultivo y no se le aplican ni fertilizantes ni agrotóxicos. Los productores saben que este maíz siempre “dará”, aunque sea poco cuando las condiciones son más desfavorables, pero que algo se siempre se cosechará.
Salvo contadas excepciones, en los predios donde se producen estos maíces su producción se destina al auto sustento, tanto humano como animal. Es importante resaltar que los productores tienen bien determinadas las áreas de sus predios destinadas al cultivo del maíz, así como la extensión y cantidad de semilla necesarias para su siembra, basadas todas éstas en las dimensiones de la granja y el número y tipo de animales que allí se crían. Como resultado de esta planificación, obtienen la cantidad de maíz que ellos necesitan, y lo más importante, totalmente sustentable para sus necesidades.
Sin ser originarios de nuestra tierra, estos maíces se han adaptado a nuestros suelos y clima, resistiendo muy bien los períodos de exceso y escasez de agua característicos de nuestros ambientes.
Puesto que estos maíces tienen una adaptación optima en nuestras tierras, resulta evidente la necesidad de asegurar su conservación, tanto a través de su siembra como evitando que sean contaminados por los cultivos transgénicos. De esa manera se estaría conservando la diversidad y asegurando la existencia de semillas adaptadas a nuestro medio que ayudarían a afrontar el cambio climático y a asegurar la soberanía alimentaria a largo plazo.
La entrada del maíz transgénico a nuestro país tuvo lugar pese a la oposición de distintos sectores de la sociedad, tales como políticos, universidad, consumidores, productores y sociedad en general. Lamentablemente, ninguno de los argumentos planteados fue tomado en consideración al momento de su autorización. La distancia establecida por la reglamentación para separar cultivos GM y no-GM (250 metros) no es garantía para impedir la contaminación de los maíces criollos, lo cual ya ha sido demostrado tanto nacional e internacionalmente.
A siete años del ingreso autorizado de los cultivos transgénicos, aún no se ha realizado una evaluación de impacto. Los productores que aun conservan sus semillas criollas en distintos lugares del país -que son muchos por cierto- están constantemente amenazados por la contaminación genética.
La interpolinización es parte de la naturaleza; es la manera en que plantas como el maíz son fecundadas siendo el viento y los insectos los responsables de la polinización.
Los productores y productoras lo expresan muy bien al decir que “los maíces se casan”. Es gracias a este “casamiento” que el maíz ha logrado evolucionar y ser lo que hoy son: “tesoros escondidos”. Por lo tanto los maíces deben ser protegidos, para que de esa manera puedan seguir cumpliendo el rol que han cumplido hasta ahora: ser un cultivo fundamental en la cadena de los alimentos de los pequeños productores, desde la semilla hasta el alimento que llega a la mesa a través de sus múltiples transformaciones.
El trabajo completo está disponible aquí
Fuente: RAPAL