El problema en la cultura

Idioma Español

Desde el campo de las ideas se extiende hacia la sociedad, por los caminos del sentido común y todo su campo simbólico, la premisa de que sólo el conocimiento certificado y adoctrinado es el absoluto generador de “verdades”. El conocimiento hoy en día sólo se encuentra en los institutos y universidades que, curiosamente, mientras más breguen por el paradigma dominante en fervorosidad religiosa, mayor calidad de conocimiento adquieren.

Dejando de lado el análisis crítico, señalan con su dedo inquisidor tildando de oscurantistas y veneradores de herejías a todo aquel que se pose sobre la vereda de enfrente en busca de un conocimiento “auténtico” y radical.

Desde la Edad Clásica, pasando por la secularización de la Edad Media, hasta llegar a los avatares de la actual estructura de dominio, el conocimiento en la sociedad europea ha sido relegado para el manejo de un selecto grupo.

Ya en la Grecia clásica el conocimiento se dividía en dos: Episteme y Doxa. El primero hacía referencia al conocimiento utilizado por la aristocracia venida en sistemático, reflexivo y “verdadero”, el segundo era el conocimiento de las clases bajas, carente de valor.

Esta escisión entre pensamiento verdadero (científico) y pensamiento vulgar (sentido común), que en la práctica no se encuentra de tal manera, corresponde al interés de las clases dominantes de mantener la aparente autenticidad de una única realidad. Avasalladora y hegemonizante, la verdad es una construcción social que responde a la necesidad de expresar la realidad de un determinado prisma social, el dominante.

La construcción de una sola verdad se materializa a través de la relación Saber/Poder, que tan agudamente distinguió el filósofo francés Michel Foucault partiendo de la idea de verdad de Nietzsche. Lo interesante de esta postura es que desmitifica que la Razón científica sea la Razón universal portadora de la última luz develada, como nos impuso el período de la Ilustración.

Cabe, entonces, establecer un frente homogéneo que pone en peligro los principios y las vías de sustentabilidad de los pueblos originarios y de cualquier intento de desarrollo sustentable por las comunidades. En primera instancia, parecería que el problema se presenta de forma tangible y asequible a los ojos; pero esto no es así, ya que el éxito de su política es la de dominar el discurso y los símbolos. “Las relaciones objetivas de poder tienden a reproducirse en las relaciones de poder simbólico. En la lucha simbólica por la producción del sentido común” (P. Bourdieu).

En el sentido común prevalece la verdad del dominante, y esto se imprime en el hacer cotidiano de cada día y en el pensar “civilizado” de las sociedades democráticas, eliminando el valor de la palabra de los oprimidos.

El riesgo se presenta ante la diversidad cultural mediante la esterilización de sus recursos materiales y sustanciales. Eliminación de los sustentos económicos (productos elaborados artesanalmente, la caza, la agricultura etc.). Pero la represión más violenta es la que se ejerce contra el alma de las comunidades y los valores de su cultura. Restándole valor y validez, el conocimiento ancestral adquirido de la experiencia y la comunión con la tierra es pieza de mausoleo para la Antropología y Arqueología, manteniéndose lejos del verdadero valor pragmático residente en el uso en comunión.

Este dominio completo de la lengua, por el orden criminal establecido en el poder, bien ha comprendido que la herramienta de opresión más efectiva está en la conquista de la cultura. Dominándola han doblegado los espíritus y condenado la unión entre los hijos de la tierra, entregándonos a un destino programado y abarrotado, extinguiendo en cenizas la esperanza.

Los grandes medios de “comunicación” masivos son hoy día los principales veedores de la calidad democrática, la justicia y valores que la sociedad de cada país debe consumir. Debe, porque ese es el mensaje impuesto en la sociedad actual: si no consumes quedas fuera, y quedar afuera del resguardo de la cultura nos sublima a nuestra innata e inevitable pulsión de muerte.

El que está fuera corre el riesgo de morir. Mueren ante los ojos nublados de los individuos que componen el entramado del sistema, nuestros “cartoneros”. Revolviendo entre los desechos de la gente se vuelven invisibles y carentes de voz para la sociedad organizada. Mueren los pueblos originarios abandonados por nuestras leyes y silenciados por los medios de comunicación social. Sólo tienen el derecho de oír escuchar y callar.

Es en la lucha simbólica donde se enfrentan los mayores desafíos por construir sociedades donde la coherencia y la consecuencia construyan el discurrir de los días. Coherencia con lo asumido, porque vivimos en los tiempos donde lo concertado y celebrado por todos pasa a formar largas listas de Derechos que sirven para rellenar libros enteros.

Consecuencia con lo que se piensa, el vaciamiento generalizado de las propuestas políticas, que fervorosamente son aplaudidas en cada acto pre-electivo, nos demuestran el grado de apatía política que se ha generalizado en la comunidad “civilizada” comprendiendo una fuerte herramienta para el orden establecido, resignando el papel activo que cada individuo posee en la sociedad.

Las consecuencias de la cultura contaminan la atmósfera de la que respiramos y tiñe las aguas que bebemos, invierte realidades y crea consenso desde las verdades que los medios repiten incesantemente inundando los sentidos de la percepción. El desarrollo de la contracultura enfrenta los avatares de la globalización y las consecuencias de la cultura del “libre cambio”. El nivel de injusticia y desigualdad que se vive día a día en las calles, es la realidad más indisoluble que el poder no puede ocultar, por eso lo transforma mediante la cultura del trabajo, asumiendo que la pobreza es un destino que eligen los marginados.

Todo eso que el poder intenta borrar, tergiversar o silenciar es de lo que se alimenta la contracultura que tiene gruesas raíces en su lugar. La denuncia de cada uno de estos hechos es lo que nos lleva a repensar en qué lugar y vivimos y cómo vivimos. Es en la propiedad inquisitiva del alma humana donde recala hondo el sentimiento de comprender, esta poderosa cualidad es la llave portadora del desarrollo sustentable en cada pueblo.

moc.liamtoh@pts_a_saitam

Temas: Saberes tradicionales

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