EE.UU.: la mirada sólo para sí
Alguna vez, un ejecutivo de la corporación sostuvo, expresando un atroz narcisismo, que “ lo que es bueno para la General Motors es bueno para EE.UU.”. Análogamente se ha dicho, transitivamente, que “ lo que es bueno para EE.UU. es bueno para el mundo”. Con lo cual se ratifica en un plano todavía más amplio, más general, aquel ombliguismo, ya no empresario sino propiamente nacional, político-social
Parece “natural” que una idiosincrasia imperial tienda a creer que los límites de lo propio sean los propios del universo. Un ombliguismo que funciona como razón de estado y como mentalidad normal.
El mundo ya no es sólo de EE.UU. o al menos debería serlo, sino que el mundo es EE.UU.
Por eso, en EE.UU. se organizan competencias nacionales de beisbol y las llaman “World Series” aunque Cuba, por ejemplo, jamás haya participado en ellas, y los beisbolistas cubanos hayan reclamado reiteradamente encuentros “internacionales” para dilucidar calidades de juego.
El ombliguismo gnoseo- y ontológico funciona como un magnífico juego de espejos donde los habitantes pueden sentirse bien, buenos. Evitando, claro está, todo conocimiento real del mundo que está “fuera de fronteras” y sobre todo de aquellos trozos de mundo que son afectados directamente por la política imperial de EE.UU. Es decir, un ombliguismo que se puede mantener gracias a una enorme prescindencia respecto del mundo-tal-cual-es.
Tratemos de rastrear esa actitud a través de la visión de las vicisitudes de la guerra y la violencia en Irak, desde la óptica de The New York Times, un cotidiano yanqui de nivel, de cierta alcurnia intelectual, que no puede ser tildado de panfletario o simplista, precisamente.
Gracias a un cipayismo visceral, tan común en naciones colonizadas y más o menos ex-colonizadas, contamos con su edición en castellano desde Clarín para tenerlo más a nuestro alcance.[1]
En un reportaje a un sargento del ejército de EE.UU., David Safstrom, éste confiesa, con profunda decepción y en medio de una suerte de crisis moral: “ Ayudamos a tipos que tratan de matarnos. Los ayudamos durante el día. Y ellos regresan de noche para intentar matarnos.”
Descorazonadora la tarea emprendida por los marines. Han quemado a sangre y fuego el país, han arrasado sus ciudades, desmantelado y desquiciado sus servicios, saqueados sus museos, matado en combate o en represión a sangre fría a decenas de miles de iraquíes, armados y desarmados, varones, mujeres e infantes, y resulta que en lugar de ser recibidos amablemente, como héroes, se los resiste. Y quien parece recibirlos de corazón, durante el día, vaya a saber por qué, amparados en la noche se transfiguran en refractarios, en patriotas, en resistentes, en saboteadores de la bota que los ha aplastado… el desconcertado sargento american está muy molesto ante una actitud que no comparte. Él es sincero y directo. Si algo no le gusta, no dice que le gusta. Sencillamente lo destruye. Pero el iraquí parece ser ladino, cobarde, deshonesto: hace como que acepta y no dice nada en contra a cara descubierta, delante del ejército de ocupación y sin embargo, haciendo gala de un doblez ético que a nuestro yanqui le repugna, luego en las sombras se convierte en otro, en “el otro”.
Eso desilusiona, que es el sentimiento más extendido entre tan buenos muchachous, como explica TNYT.
“ En el 2003 y 2004, el 100% de los soldados quería estar aquí y librar esta guerra.” Nos aclara dolorido David Moore, que se autodefine como “ republicano conservador de Texas”. Entonces, la aviación había hecho el destrozo, macerando el territorio iraquí y a sus habitantes, y el ejército de EE.UU. cumplía las funciones más o menos policiales de orden en el tránsito y de robo y saqueo en ministerios y museos. Pero aparecieron las acciones de la resistencia. Y entonces, claro, los Moore no quieren estar más aquí. “Así no juego.” Si como soldado, corro peligro, entonces no vale. Afirma que “ el 95% de mi pelotón está de acuerdo conmigo.” En marcharse.
Safstrom reafirma: “ sentimos que nos limitamos a poner una curita en este país hasta el día en que nos vayamos.” Declaración con la que uno podría ponerse de acuerdo sólo que pudiéramos definir, las dimensiones, la magnitud y el peso de esa curita…
“ Mis soldados no ven que las unidades del ejército iraquí tengan el mismo grado de compromiso.” Claro, para defender al FMI, a la USAID, al City Bank, a Wall Street, a Washington, a los portaaviones anclados en el Mar de Arabia, los soldados iraquíes carecen, por alguna razón, de las motivaciones que tiene el republicano conservador y el capitán tejano Rogers, de San Antonio (ciudad robada a México en 1847). Es extraño, pero es así. Rarezas del alma humana…
Un sargento, James Griffin, vecino de infancia de Fort Bragg, aspirante de siempre a ser soldado, lo logró a los 17 y ahora es jefe de un pelotón, con 22 años. Y no está de acuerdo con los colegas cuyos testimonios hemos espigado. Dice con admirable claridad: “ Creamos las fuerzas iraquíes. Les dimos Humvees[2] y equipos.” Este detalle, tal vez a alguno le resulte significativo: que el ejército que decepciona a los militares estadounidenses es un ejército de los que siempre se han llamado títeres. Y con paciencia remata Griffin: “ Tal vez haga falta que nos quedemos todo el tiempo que nos necesiten.” In eternum puede ser una buena medida, ¿no les parece?
Como The New York Times es un testimonio claro de la ideología dominante en EE.UU, una mera edición es un festín de mensajes autistas. Una segunda nota nos transmite el fruto de una lucubración digna de Barcelona: “Americanos[3] e iraquíes predicen un caos si retiran las tropas”. Nadie vaya a creer que se ha creado un caos con la invasión que los estadounidenses llevaron a cabo sobre Iraq, ¡por favor!
Están diciendo que la presencia de tropas estadounidenses (y británicas, faltaba más, ¡olvidar a Blair!) es estabilizadora y que su retiro provocaría el caos.
TNYT aborda este tema y los restantes de su edición mediante consultas a “altos oficiales militares” (del ejército de EE.UU., of course), especialistas en inteligencia (adivine el lector de qué procedencia), “analistas independientes” estadounidenses que han visitado recientemente el país ocupado e incluso a ciudadanos iraquíes consultados mediante encuestas de opinión, a las que tanto se valora en EE.UU. como sucedáneo de política.
Así como el ministro de los desaparecedores de la dictadura argentina de 1976, Albano Harguindeguy, revelara su mentalidad cipaya explicando, comparando y justificando la visita de algún político yanqui por América del Sur con sus propias visitas por las provincias argentinas, del mismo modo un diputado demócrata de Pennsylvania que es partidario del retiro de tropas –no un halcón precisamente– discurre muy suelto de espíritu: “[ante una retirada de EE.UU.] no sé si en el corto plazo no tendrá inestabilidad. Los británicos estuvieron en India por 75 años y tuvieron inestabilidad cuando se terminó.” Aparte de la burrada de hablar de 75 años de colonialismo británico en la India (que duró siglos), lo importante aquí es el paralelismo que el diputado perpetra.
Otra incursión en la realidad por parte de ilustre cotidiano neoyorquino, con un título que lo aclara nítidamente: “ Militantes iraquíes exportan sus espantosas tácticas de terror”. No dudamos de semejante noticia. No dudamos tampoco que Hussein haya sido un dictador mendaz. Nos llama únicamente la atención la simpleza intelectual y moral necesaria para que un periódico estadounidense pueda referirse a “exportación de terror” y lo haga sin ni siquiera mencionar la política de entrecasa al respecto…
“ Definieron a Fatah al Islam como un grupo brutal de extremistas violentos.” (ibídem). Y uno termina preguntándose si serán una fuerza Gamma o Epsilon. Delta no, porque ya tiene dueño.
La pregonada exportación iraquí de terror, una de las últimas exportaciones que le debe quedar a un país postrado por la invasión, la destrucción, la ocupación y la violencia cotidiana, prepara “ ataques contra estadounidenses y judíos.”
Con los destinatarios que los autores, M. Moss y S. Mekhennet, le atribuyen a la mencionada “exportación”, dejan ver qué es lo que realmente les preocupa: no por cierto si hay atentados sobre españoles, noruegos o canadienses.
Hay que tener soberbia para denunciar esta presunta o real exportación de terror iraquí, que ha sido gestada sin duda con la invasión, cuando los autores no tienen siquiera una palabra para referirse a la “limpieza” que los servicios secretos, de EE.UU. e Israel, precisamente, llevan adelante dentro de Irak no ya sólo contra cuadros guerrilleros o militares resistentes sino también sobre intelectuales y técnicos alejados del universo militar pero valiosos desde el punto de vista de una recuperación de funciones del destrozado aparato administrativo y político del estado iraquí o de sus restos.
Podríamos aceptar que casi todos los países hablen del terror exportado por otros países, pero que precisamente desde EE.UU. se hable de exportación de terror iraquí resultaría cómico si no fuera trágico.
Aquella “buena conciencia” por antonomasia que caracteriza la mentalidad dominante en cualquier imperio revela una contumaz falta de diálogo con “el otro”. Que ni existe, sencillamente.
Y si existe no vale.
Y si vale, no importa.
Es la fórmula para concretar las mayores iniquidades sintiéndose buenas personas.
*****
Luis E. Sabini Fernández es periodista y editor de Futuros, docente del área de Ecología y DD.HH. de la Cátedra Libre de Derechos Humanos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.
[1] 2 de junio de 2007.
[2] Vehículos artillados y blindados.
[3] Debemos pasar por alto la traducción servil de Clarín que acepta el gentilicio madeinUSA como si fuera válido, con lo cual nos despoja a nosotros, de la condición de americanos.