Constelación, semillas agroecológicas para sembrar la agricultura biodinámica
“Había semillas convencionales pero no agroecológicas. Entonces, organizamos una red de productores para producirlas”, cuenta Alex Edleson agricultor biodinámico y coordinador de Constelación. Desde Merlo, San Luis, la semillería agroecológica almacena, analiza y comercializa el insumo base de productores biodinámicos de todo el país para cambiar el modelo híbrido de transgénesis e insumos químicos del agronegocio.
La agricultura biodinámica es una práctica que entiende a los campos y al planeta como un organismo complejo. Es un enfoque que enfrenta las lógicas del agronegocio recuperando saberes ancestrales sobre el cosmos y su influencia en los cultivos. Según el glosario del Censo Nacional Agropecuario (CNA), esta forma de producción hace hincapié en la interrelación entre suelos, plantas y animales, tratando el conjunto como un sistema en equilibrio y evitando, en la medida de lo posible, intervenciones externas. El CNA informa que, en el país, se registran 408 establecimientos que trabajan de esta manera. ¿Cómo seguir ampliando esa producción? La iniciativa llamada Constelación es parte de esas experiencias.
Constelación es una semillería agroecológica con su base de coordinación, almacenamiento, análisis y comercialización en Merlo, San Luis, pero la red incluye a productores biodinámicos de Córdoba, Mendoza, Buenos Aires, Salta, Tucumán, Río Negro y Neuquén. Cuentan con un laboratorio donde realizan el diagnóstico del poder germinativo y de la viabilidad de cada especie.
El objetivo de Constelación es resolver un problema pendiente: tener semillas de calidad agroecológica para quienes cultivan. “Había semillas convencionales, pero no agroecológicas. Entonces, organizamos una red de productores para producirlas”, explica Alex Edleson, coordinador de la organización y productor biodinámico en la granja La Carretilla, situada en la localidad puntana de Los Molles.
El proyecto de semillería colaborativa es acompañado por la Asociación para la Agricultura Biológico-Dinámica de Argentina (Aabda). A través de su página web, Constelación ofrece semillas a precios en pesos, en un contexto donde los insumos para el agro están dolarizados. “Somos un emprendimiento argentino y nuestro objetivo es fortalecer desde las bases al movimiento agroecológico”, afirma Edleson.
—¿Cómo surge Constelación?
—Fue una iniciativa de productores biodinámicos. La palabra “constelación” hace referencia a la perspectiva de la agricultura biodinámica de ver la naturaleza en su conjunto más amplio y a la influencia del cosmos en la Tierra. Pero también nombra a las constelaciones de la relaciones humanas. Nuestra visión es generar una semillería colaborativa donde todos los actores de la cadena, productores y usuarios de semillas, sean partícipes.
—¿Qué características tiene la producción biodinámica?
—Entendemos a la naturaleza desde una visión de conjunto. Hay fuerzas vitales que están en constante proceso: ponemos el enfoque en esos procesos. No es lo mismo abonar con urea que con un fertilizante orgánico, pero tampoco es lo mismo abonar con un preparado que se produce en la misma finca, a través de la simbiosis de leguminosas o de animales con abono del lugar. Hay una atención en los procesos y en las relaciones y eso incide en la calidad de los productos. Uno de los principios más importantes de la biodinámica es entender la Tierra como un organismo vivo, con una historia, y que como humanidad somos partícipes de esta coevolución. Los pueblos originarios rescatan esta visión de la fuerza de la naturaleza, de los espíritus de la naturaleza y del trabajo con los elementos: tierra, aire, fuego, agua. Es sabiduría antigua que no está basada en simple superstición sino en miles de años de experiencia.
—¿Qué otros aportes trae la biodinámica para la transición a la agroecología?
—Lo que también trae la biodinámica, que es una gran herramienta para la agroecología, es el lenguaje de imágenes: la Tierra como un organismo vivo es una gran imagen. Otra imagen es la granja o la finca como un organismo vivo. Podemos analizar y separar las cosas pero el gesto que estamos necesitando para tener una visión holística es cómo las reunimos en nuestra conciencia. Ahí la imagen es una gran aliada. Detrás de la imagen de la granja como un organismo vivo podemos entender que un organismo vivo tiene órganos, cada uno cumple una función y es autónomo pero a la vez es interdependiente, sólo tiene sentido en relación con otros órganos. A partir de esa imagen podemos pensar cómo debería funcionar una granja biodinámica. Las granjas también tienen identidad: no es lo mismo una que otra. No solo por la constitución de lo mineral, del suelo, de las plantas, de los animales, del clima y de la atmósfera en ese lugar en particular sino también por los seres humanos que la habitan, las interrelaciones y la organización de las personas.
—¿Qué diferencias marcaría entre la biodinámica y la agroecología?
—Agroecología es un término más amplio que engloba a varios enfoques como la agricultura regenerativa, por ejemplo. El enfoque de la biodinámica sobre las fuerzas de la naturaleza incide en cómo trabajamos. Utilizamos preparados que, además de todas las prácticas agroecológicas del trabajo con los microorganismos y de rotaciones de cultivos, también incluye el ámbito de las fuerzas. Por ejemplo, en la fertilidad: en la agricultura convencional usás urea, en la orgánica reemplazás la urea por un fertilizante de origen de algas marinas. Y la biodinámica buscaría resolver la fertilidad dentro de la misma finca. Dentro de la agroecología entendemos que la planta se alimenta de microorganismos y de otras relaciones que se dan en el suelo. Pero si ampliamos todavía más la visión podemos incluir a todo el cosmos. Es más popularmente aceptada la influencia de la luna en los cultivos pero todos los cuerpos astrales tienen alguna incidencia en la Tierra.
—¿Por ejemplo?
—Una de las influencias claves es la luna. Se conoce más el cuarto creciente y el cuarto menguante. Pero la luna, al igual que el sol, sube y baja en el cielo durante un mes por lo tanto tiene ascendente y descendente. Cuando la luna baja se dice que está descendente. En ese momento, en la planta, las fuerzas están hacia abajo. Es la situación propicia para hacer trasplantes, para favorecer el enraizamiento.
—Usted hablaba de saberes antiguos. ¿Cómo sobrevivieron esos saberes a lo largo de los años?
—Lo que conocemos comúnmente son las constelaciones en el Zodíaco a través de la astrología. Esas constelaciones son particularmente importantes porque en el cielo hay una franja de estrellas donde viajan los planetas, el sol, la luna. Todos los cuerpos astrales están pasando siempre delante de esas constelaciones y cada constelación transmite una cualidad, una fuerza a la Tierra. Esa sabiduría se ha ido consolidando a través de la experiencia de miles de años.
—¿Por qué esta visión es un avance frente al agronegocio?
—Hay una erosión genética muy importante de la biodiversidad. Se perdieron muchas variedades de plantas y cada año se pierden más. Eso tiene que ver con el avance de la agroindustria y la concentración del mercado de semillas, de unas pocas empresas que lo manejan. Perdimos la costumbre de producir nuestras semillas porque se avanzó con paquetes tecnológicos que nos comprometen a una dependencia de las semillas híbridas o transgénicas. Incluso dentro de la agricultura orgánica muchos productores usan semillas híbridas o compran plantines hechos a partir de semillas híbridas, semillas que no pueden reproducirse. Nosotros fomentamos soberanía alimentaria y biodiversidad frente a la dependencia, que hace que se pierda la variedad porque seguimos comprando siempre lo que nos ofrecen las empresas. Para eso rescatamos, desarrollamos y ofrecemos nuevas variedades, siempre de polinización abierta (reproducibles). No son semillas híbridas ni genéticamente modificadas. Cada persona que las compra después puede seguir plantándolas. Y además son nutricionalmente superiores.
—¿Por qué para ustedes es “una cuestión ética” fomentar esas variedades?
—Porque tenemos que contrarrestar una tendencia del último siglo de consolidación del mercado y de pérdida de biodiversidad. Es un compromiso que tenemos con la sociedad y el ambiente de ofrecer una alternativa.
—Uno de los argumentos que se utilizan en favor del paquete tecnológico es la mejora de los rindes y la reducción de costos. ¿Qué opina al respecto?
—Solemos privatizar las ganancias pero socializar los costos. Si analizamos los costos sociales y ambientales del paquete tecnológico de la agricultura convencional veríamos que es mucho más costoso. Se degrada el suelo rápidamente; entonces todos los años uno tiene que mantener o seguir usando insumos en esos sistemas, mientras que en la agroecología o en la biodinámica con el tiempo esos insumos se van reduciendo. Quizás lleva más tiempo pero uno genera un organismo que se regula solo y que no requiere tantos insumos. La gente está acostumbrada a comprar semillas del modelo convencional. Nosotros trabajamos con otra calidad y respetando las relaciones. Trabajamos en forma cooperativa, no hablamos solo de precio sino de valor. Tratamos de valorizar el trabajo del productor de esa calidad agroecológica. Quienes más nos solicitan son quienes hacen su huerta casera. Pero también apostamos a llegar a productores más grandes y a generar confianza, para nosotros es fundamental saber cómo anduvo después la semilla. Tenemos controles de calidad pero también queremos saber cómo se desempeñan esas variedades en distintas zonas del país.
—¿Qué reflexión hace sobre la primera semilla de trigo modificada genéticamente y el debate sobre su aprobación?
—Es un disparate movilizado por intereses de negocios y no por los intereses del pueblo, de la tierra y del ambiente. Es un avance muy triste en un sistema de agroindustria y que realmente es una amenaza a la cultura. La agricultura se reemplazó por agroindustria, se eliminó a la cultura en pos de la industria. Eso solo fortalece la dependencia, sigue contaminando el ambiente y la salud. No es una solución ni a corto ni a largo plazo. Respecto a esto quiero decir también que es muy fácil decir “no” pero hay que salir a resistir construyendo alternativas. Es muy fácil criticar el monocultivo pero todos somos responsables del monocultivo partiendo de nuestra conciencia. Si nosotros decimos “un tomate es un fruto rojo, redondo y nada más” estamos participando del monocultivo. Deberíamos ser, cada vez más, consumidores y agricultores juiciosos, que respetemos y sembremos la biodiversidad. Cuando entendamos que el tomate tiene mil formas y colores ahí vamos a estar cultivando la biodiversidad, no sólo en la tierra sino en las mentes.
Fuente: Agencia Tierra Viva