Argentina: “Cuidar el bosque nativo es cuidar una forma de vida”

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País Argentina

Experiencias concretas de producción agrícola y ganadera en los bosques nativos muestran que es posible elaborar alimentos sin necesidad de arrasar con la flora nativa. En Mendoza y en Córdoba, familias campesinas sostienen prácticas ancestrales para cuidar los ecosistemas ante el avance de la frontera agropecuaria. En 20 años, Argentina perdió el 17% de su masa boscosa.

Los bosques nativos, ocupados ancestralmente por campesinas y campesinos que los preservan y protegen, fueron y son acechados por las topadoras del agronegocio. De 2001 a 2022, Argentina perdió un 17 por ciento de su cobertura arbórea, según un reporte de la organización Global Forest Watch. Las principales causas se deben a desmontes ilegales y transformación de uso del suelo por parte de productores ganaderos, además de los incendios. En Córdoba y en Mendoza, el Movimiento Campesino Indígena Somos Tierra (MNCI-ST) reúne a las familias campesinas que deciden permanecer en las zonas boscosas, defienden las especies que aún quedan en pie y producen alimentos en armonía con el monte.

Lavalle, producción cooperativa de alimentos en el secano

Verónica Maturano encabeza una fábrica de conservas que pertenece a la Cooperativa Manos del Pueblo e integra la Unión de Trabajadores Rurales Sin Tierra de Mendoza (UST-MNCI-ST). La cooperativa está ligada a pequeños productores de la agricultura familiar, que trabajan en forma agroecológica y cuidando el monte nativo. Son 58 familias que cultivan la tierra y que viven allí desde hace, al menos, cuatro generaciones. Se ubican en la zona del departamento Lavalle, en el noroeste mendocino y se dedican a la producción caprina, ovina y hortícola.

Maturano y las familias campesinas asociadas viven en la zona conocida como el “secano”, la más árida de Lavalle. El departamento se caracteriza por el clima seco con precipitaciones que oscilan entre 100 y 350 milímetros anuales. La vegetación originaria de la zona es la jarilla, el chañar, el algarrobo dulce y otras especies de hierbas adaptadas al clima. La zona cuenta con una amplia extensión de bosques, precisamente de algarrobo dulce, que caracterizaron durante muchos años el paisaje de la zona.

Sin embargo, la tala indiscriminada de vegetación nativa, especialmente la de bosques de algarrobos, hizo mermar el monte en el último siglo. Así, el desmonte (para leña, durmientes para tendido de ferrocarril, fabricación de carbón y postes para viña) fue desertificando. Por ello se creó en la zona, en 1985, la Reserva Floro-Faunística Cultural Telteca, de 20.400 hectáreas.

A pesar de las condiciones ambientales, Lavalle es el segundo departamento provincial en cantidad de hectáreas destinadas a la producción hortícola. Horticultura y cría caprina y ovina se combinan con otras actividades como la producción de vid, dedicada al vino casero, una especialidad que tiene su canal de comercialización a través del turismo y ocupa casi el 60 por ciento de la superficie cultivable. La zona del secano no cuenta con sistemas de riego y depende sólo del agua de lluvia.

Maturano describe: “Nos dedicamos a la producción primaria de hortalizas y a la ganadería. Y lo hacemos en las parcelas donde vivimos las familias desde hace cuatro generaciones. La cría de ganado, por ejemplo, tiene una vinculación con cuidar el bosque nativo. En una zona donde escasea el agua, buscamos hacer una agricultura que no dañe el ambiente, con rotaciones de suelo y dejando descansar las parcelas”.

La producción hortícola de las 58 familias campesinas tiene su agregado de valor en la Cooperativa Manos del Pueblo, donde Maturano trabaja junto a otras 18 personas, en su mayoría mujeres. En la fábrica elaboran jugos naturales, salsas, tomate triturado y tomates pelados artesanalmente. La producción se vende en el Almacén Campesino —local de comercialización de la UST en Mendoza capital—, aunque también parte de la producción se comercializa a través de redes de comercio justo en Córdoba y Buenos Aires.

Sin embargo, las tierras que trabajan para producir alimentos sanos en armonía con el monte están amenazadas. “Nosotros somos los poseedores, tenemos una parte del título reconocido, pero después viene otra gente que dice que ha vivido ahí o que tiene papeles”, describe Maturano la situación que viven las familias campesinas por la falta de reconocimiento por parte del Estado y la demora en la entrega de los títulos de propiedad comunal.

La productora de la UST destaca que existen muchos desalojos en la zona y que la judicialización de las tierras en las que trabajan los pone bajo el peligro de correr esa suerte. “Hay empresarios que quieren hacer uso del suelo para el desmonte, para plantar viñedos, olivos o almendros. Son personas que quieren hacer cultivos extensivos donde está el monte nativo”, indica.

El modelo de las familias campesinas convive de otra manera con el ambiente del secano, donde el bosque nativo colabora con la producción ganadera de pequeña escala. “Los animales se benefician de la algarroba, del fruto del chañar y de otros arbustos de la zona. Por eso, las personas que hacemos uso y vivimos en esa zona tenemos conciencia de la importancia de mantenerlo”, explica Maturano.  

En cuanto a la respuesta del Estado mendocino frente a las constantes presionas empresarias, que llegan con papeles de propiedad y amenazan con desalojarlos, la productora denuncia que “no hay un espacio institucional donde uno pueda plantear estos conflictos o dificultades. Sí hemos tenido la posibilidad de llamar a la Dirección de Bosques cuando han estado intentando talar los árboles y se han hecho presentes. Pero no hay un avance respecto al ordenamiento territorial de bosques nativos”.

En 2018, los pobladores de Lavalle presentaron ante el Municipio una propuesta para una generar una reserva campesina que preserve el monte. Su intención es sostener la producción y establecer allí un emprendimiento turístico respetuoso del ambiente. Sin embargo, hasta el momento no obtuvieron respuestas.

“Para nosotros es importante porque es una forma de vida que tenemos en estas zonas, donde hemos nacido y nos hemos criado. Aquí hay un bosque en el cual tenemos una forma de vida natural, más tranquila, con animales, con aves. Entonces tratamos de evitar que entre una empresa con monocultivos y usos excesivos del agua. Al bosque hay que cuidarlo porque es una forma de vida”, afirma Maturano.

Foto: Luan Colectiva Fotográfica

Defender el bosque nativo y seguir viviendo en el campo

En Córdoba los desmontes y la resistencia campesina también son una realidad. En 2008, cuando Córdoba conformó la Comisión de Ordenamiento Territorial del Bosque Nativo (Cotbn), se relevaron 6400 kilómetros cuadrados (km2 )de bosques de los 120.000 kilómetros cuadrados que existían a principios del siglo XX. En 2017, un estudio realizado por el Foro Ambiental de Córdoba indicó que quedaban apenas 300 mil km2 de bosque nativo. La expansión del agronegocio y la presión de los empresarios inmobiliarios son causas del avance sobre el monte nativo, proceso en el que las comunidades campesinas e indígenas son expulsadas de sus territorios.

El Ordenamiento Territorial de Bosques Nativos (OTBN) es una obligación que la provincia asumió al adherirse a la Ley de Bosques y se aprobó, finalmente, en 2010, con un acuerdo con la Confederación de Asociaciones Rurales de la Tercera Zona (Cartez, ligada a las Confederaciones Rurales de Argentina), Coninagro y la Sociedad Rural.  En 2016, se cumplió el plazo de cinco años establecido para la renovación del OTBN.

Entonces, el Movimiento Campesino de Córdoba reclamó que "se garantice el proceso participativo en la elaboración de la propuesta, ponderando la voz de los que realmente vivimos y producimos respetando el bosque y poniendo en su lugar a los responsables de la deforestación". La  gestión del gobernador Juan Schiaretti se encargó de demorar la consulta y, tal como denuncian las organizaciones ambientales y campesinas, el ordenamiento de bosques continúa sin actualizarse.

“Nos involucramos en la discusión por la Ley de Bosques porque detrás de los desmontes venían los desalojos de la gente que vive en el campo. Hicimos talleres participativos. Lo organizamos desde el campo que alimenta, y el campo que destruye se autoexcluyó. Finalmente el gobierno de la provincia acordó con los que excluyen”, recapitula Alberto Salas, integrante del Movimiento Campesino de Córdoba, productor de 60 años monte adentro.

Y completa: “Hoy el gobierno de Córdoba habla de producción. Yo le preguntaría al Gobernador de qué producción está hablando, si la producción que hacen los grandes productores va a parar afuera. Y lo que venden afuera a precio de dólar, lo quieren vender al mismo precio acá en la ciudad”.

Por generaciones, las familias campesinas se dedicaron a la producción de cabritos, terneros, leña, madera, carbón, miel, con prácticas de podas y raleos sobre árboles secos y enfermos, protegiendo el bosque nativo para las generaciones futuras. El Valle de Traslasierra es guardián de numerosas especies de flora, fauna y recursos naturales. Allí queda en pie el escaso bosque nativo que logró sobrevivir al avance progresivo del desmonte y del monocultivo.

Los campesinos afectados realizan prácticas tradicionales asociadas a la cría de animales. En 35 hectáreas ubicadas en Chancaní (departamento de Pocho, en la frontera con La Rioja), Salas cría cabras, cerdos y gallinas. Trabaja de forma agroecológica y tienen en cuenta la protección de la flora nativa.

“Siempre vida viví del monte. Pero el monte se acabó, se empezó a desmontar con la topadora. Y ahí empezó a cambiar nuestra producción. Ellos ponen soja o maíz y las cabras que nosotros criamos se meten en sus campos, entonces las matan”, relata el productor del MCC. Explica que “lo único que se puede hacer es achicar la majada: en vez de tener cien, tenemos cincuenta. Siempre achicamos porque no nos da el lugar”.

En la memoria del campesino, hijo de hacheros, quedan las especies autóctonas del oeste cordobés: el algarrobo, la tusca, el mistol, el chañar, la sombra de toro. “Se llama así porque tiene unas espinas que parecen la sombra de un toro”, relata. Al achicarse los campos, nos fuimos replegando, insiste Salas. "Hoy cortamos la leña seca: aprovechamos la acción del bicho taladro, que agujerea los árboles, y de ahí juntamos leña. Tenemos que acostumbrarnos a vivir en espacios reducidos sin dejar de producir como lo hicimos toda la vida”, reconoce, pero celebra que, como él, hay gente que aún vive en el campo y defiende el monte.

“Los que vivimos en el campo no tenemos nada que ver con aquellos que lo destruyen. Por eso nos hemos juntado con el Movimiento Campesino de Córdoba, para defender la vida campesina”, reivindica.

Fuente: Agencia Tierra Viva

Temas: Agricultura campesina y prácticas tradicionales, Saberes tradicionales, Tierra, territorio y bienes comunes

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