8M: "Sin la tierra y el agua en nuestras manos, el hambre avanza"

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El trabajo de las mujeres del campo, su rol en la construcción de la soberanía alimentaria y el hacer cotidiano en el territorio son algunos de los aspectos que aborda Carolina Llorens, del Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI-ST). Ante otro 8 de Marzo, detalla las particularidades de las luchas rurales y hace un llamado: "Los feminismos necesitan campesinizarse".

“Sembradoras de vida y resistencia” es una cartilla con testimonios de mujeres que participaron en la primera edición de la Escuela Feminista organizada por la Alianza por la Soberanía Alimentaria de los Pueblos de América Latina y el Caribe. En ella se aborda la economía feminista, la agroecología y la lucha contra la violencia de género y el racismo desde las experiencia de quienes producen alimentos sanos.

La Escuela Feminista se desarrolló mediante encuentros virtuales y uno presencial en Colombia en 2023. Apuntó a la participación de mujeres jóvenes. “Si bien las jóvenes construyen soberanía alimentaria diariamente, sus voces no se encuentran prioritariamente en los foros de discusión internacionales. Queríamos potenciar esa participación”, explica Carolina Llorens, integrante del Movimiento Nacional Campesino Indígena - Somos Tierra (MNCI-ST) y una de las coordinadoras de la escuela.

De la experiencia participaron jóvenes campesinas, agricultoras familiares, indígenas y pescadoras artesanales de Argentina, Brasil y México, entre otros países. “Cada una pudo aportar los saberes que viene construyendo en su territorio. Para nosotras es una esperanza la lucha que cada una está llevando adelante”, afirma.

La  cartilla "Sembradoras de vida y resistencia" convoca a despatriarcalizar los sistemas alimentarios, con alternativas como la agroecología, para avanzar hacia la soberanía alimentaria.

—¿Qué implica despatriarcalizar los sistemas alimentarios?

—Implica reconocer la opresión presente en estos sistemas, desde la producción hasta el consumo, y visibilizar las múltiples tareas que realizan las mujeres, como el cuidado del territorio y de las semillas. Las mujeres no tienen un reconocimiento de sus tareas ni protagonismo en la comercialización y en la producción industrial, que son los sectores donde hay mayor ganancia. Pero además es donde se producen comestibles, no alimentos. Los alimentos son los que nos nutren; el sistema agroalimentario industrial y capitalista produce comestibles, que tienen muy pocos nutrientes y que benefician a los grandes monopolios pero no a la nutrición ni a la soberanía alimentaria de los pueblos. Despatriarcalizar los sistemas alimentarios es pensar cómo transformar esa opresión, cómo construir alternativas que no sean violentas con las personas ni con nuestros ecosistemas. La agroecología y el comercio justo son un paso en ese sentido.

—¿De qué manera afectan esas relaciones de poder a las productoras?

—Hay un ejemplo muy claro en Córdoba, que es donde vivo. El cuidado de las cabras es una tarea que realizan sobre todo mujeres, niños y jóvenes. Pero esa actividad no está visibilizada como productiva, está pensada como una más de las tareas de cuidado de la casa. Eso implica que las mujeres no tengan autonomía en la venta de la producción, que queda a cargo del varón de la casa. Desde el Movimiento Campesino de Córdoba (que es parte del MNCI-ST) se viene haciendo un proceso para generar autonomía económica en las productoras, primero visibilizando su tarea y después agregándole valor a la cría caprina con la producción de leche y de dulce de leche. Estos alimentos son elaborados y comercializados por ellas, lo que les posibilita tener autonomía económica y por lo tanto en su decisiones, en sus cuerpos y en su territorio.

—¿Por qué la agroecología es un aporte para despatriarcalizar la producción?

—Porque tiene un planteo de la producción de alimentos que implica un reconocimiento de la interdependencia y de la ecodependencia. Preserva los ecosistemas en los que se vive y pone el eje en el cuidado de la vida. La agroecología y el feminismo van de la mano, porque si nos planteamos como eje el cuidado de la vida también pensamos en el cuidado de las relaciones. La agroecología, a diferencia de la producción orgánica, contempla no solo la producción de alimentos sanos, sino también la producción de vínculos sanos, de no dominación, entre quienes producen los alimentos.

—¿Cómo contribuye el feminismo campesino a la lucha contra el fascismo y el racismo?

—Las mujeres campesinas, indígenas y afrodescendientes vienen luchando por el buen vivir de sus pueblos y por una vida digna desde hace más de 500 años. El feminismo campesino, indígena y popular recupera y visibiliza esas luchas desde las vivencias cotidianas en nuestros territorios. Los feminismos urbanos están muy lejos de las realidades que se viven en el campo y muchas veces reproducen sistemas de opresión, invisibilizando nuevamente esas voces. Por ejemplo, las campesinas tienen cuatro o cinco horas más de tareas de cuidado, pero eso no se contempla en las políticas públicas. Los feminismos necesitan campesinizarse, reconocer la opresión que viven las mujeres campesinas e indígenas y la lucha por la soberanía alimentaria como parte de la lucha. En la cartilla están las voces de esas mujeres en materia de cuidados, de economía feminista, de las múltiples violencias que vivimos, de las estrategias de incidencia política que sostenemos y de nuestro rol central en la defensa de la soberanía alimentaria.

—¿Cuáles son las prioridades hoy para la disputa política de los feminismos campesinos en América Latina?

—La prioridades hoy, ante el avance de los fascismos que profundizan las violencias sobre las mujeres, el colectivo LGTBQ y nuestros territorios, es articular nuestras luchas por la defensa de nuestros derechos y por la soberanía alimentaria con los feminismos populares urbanos, con las luchas por la justicia climática, visibilizando el rol central de las mujeres campesinas e indígenas en el sostenimiento de la vida. Sin nuestros cuerpos defendiendo el territorio y los bienes comunes, los extractivismos y crisis climática avanzan. Sin la tierra y el agua en nuestras manos para producir alimentos sanos, el hambre avanza. La defensa de la soberanía alimentaria, la agroecología y la lucha por una vida libre de violencias son centrales para enfrentar a las corporaciones capitalistas, racistas y patriarcales que amenazan la vida de todas y todos.

Fuente: Agencia Tierra Viva

Temas: Agroecología, Feminismo y luchas de las Mujeres, Soberanía alimentaria

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