Una ciencia digna que produzca tecnologías dirigidas a los problemas de nuestros pueblos
Articulo de Revista Biodiversidad, sustento y culturas #120
En este número 120 de la revista Biodiversidad Sustento y Culturas, nuestro esfuerzo por examinar estos 30 años de luchas por la construcción de la conciencia y la autonomía de los pueblos nos exige mirar aspectos sutiles de la colonización que nos oprime.
A pesar de las lecciones acumuladas de las experiencias derivadas de nuestras victorias (y derrotas) más relevantes, lo que en el pasado fueron nuestros principales problemas y desafíos no sólo permanece, sino que se agrava.
Necesitamos comprender el proceso sutil que avanza sobre el inconsciente colectivo a partir de la validación de conceptos que nos mantienen cautivos.
Esto incluye no sólo los enfoques priorizados en nuestras universidades y centros de investigación, sino lo que también ocurre en todos los entornos de formación. En estos espacios avanza una articulación perversa que establece una fuerte conexión entre los procesos de formación y las campañas de marketing, en lo que Vandana Shiva catalogó como colonización de las mentes,1 y después fue señalado por Boaventura de Souza Santos como instrumentos para bloquear la necesaria “afirmación de las epistemologías del Sur”.2 Como resultado se consolida una verdadera sustitución de valores y objetivos sociales. Los imaginarios de éxito y realización socioprofesional de los individuos privilegiados por el acceso a espacios de educación superior comienzan a ser impulsados por el deseo de reconocimiento social, lo cual se logra al incorporarse a las cadenas de remuneración construidas a partir del dominio de intereses externos sobre nuestros mercados, territorios y formas de vida.
Al consolidar métricas de éxito individuales que premian a los agentes cooptados por intereses transnacionales, al mismo tiempo que se discrimina a quienes se oponen, se crean hordas de defensores de espacios de discriminación que restringen las posibilidades del conocimiento indígena, la producción científica y el activismo que exige articular el conocimiento científico y popular como base para construir naciones soberanas.
En otras palabras, esos mecanismos impiden nuestro desarrollo por estar orientados esencialmente a producir trabajo que garantice la irradiación, entre nosotros, de tecnologías que nos someten al poder de las empresas transnacionales.
No se trata de negar la importancia y vigencia del conocimiento generado en el extranjero, sino de exigir la autonomía de nuestras agencias enfocadas a producir ciencia, tecnología y capacitación, señalando que ellas, hoy, parecen limitarse a producir tecnólogos especializados en la adaptación de bienes con patentes transnacionales.
Vemos el surgimiento, entre nosotros, de una supuesta clase media guiada por la falsa idea de una “meritocracia basada en el conocimiento”, que actúa como una auténtica casta fundamentalista, refractaria al espíritu crítico y obsesionada con la vali- dación social de las “verdades” defendidas en nombre de sus empleos. Estas circunstancias, que resultan del desvío de nuestras universidades de sus propósitos originales (como documentar y entender los problemas que experimentam nuestros pueblos), asfixian nuestras posibilidades de un desarrollo efectivo y son patrocinadas por nuestros gobiernos.
Al parecer, nos conducen líderes que aceptan la hipótesis de que las ciencias humanas pueden despojarse de la acumulación histórica de innovaciones y conocimientos territorialmente adaptados, reemplazando los resultados de la epigenética global, con- solidada durante milenios, por su experiencia de transgenie con semillas patentadas.
En la alimentación, esta hipótesis avanza y se expresa en nuevas debilidades y enfermedades asociadas al consumo de productos ultraprocesados, verdaderos piensos obtenidos básicamente a partir de maíz y soja genéticamente modificados.
Al mismo tiempo, podemos constatar el desprecio generalizado de nuestros organismos de investigación y formación hacia el antiguo desarrollo de opciones populares capaces de garantizar la soberanía alimentaria en ecosistemas tan diversos como la Patagonia, la Amazonía, el Cerrado, el Pantanal y la Caatinga.
Esto, que ocurre en todos los países de América Latina, queda bien ilustrado por el avance de los cultivos transgénicos y los agrotóxicos asociados, por la degradación que esto impone a nuestros biomas con el envenenamiento del agua y el debilitamiento del sistema inmunológico de nuestras poblaciones.
La inaceptable vinculación de estos hechos con nuestros espacios de producción, formación y divulgación científico-educativa se evidencia en los esfuerzos por justificarlos —como lo anuncian a diario reconocidos académicos y autoridades instaladas en los poderes ejecutivo, legislativo y judicial.
La corrupción, el desgaste de la democracia representativa, el avance de experimentos fascistas, la persecución de líderes popu- lares y la deslegitimación del conocimiento que se sustenta en una ciencia digna están entre las consecuencias de este fenómeno.
En consecuencia, si nos mantenemos al margen, el control de la inteligencia de nuestros pueblos por parte de los neocolonialistas y sus vasallos locales tenderá a extenderse en el tiempo el dominio que ya ejercen sobre nuestros territorios, avanzando, no nos engañemos, sobre lo que somos, buscando borrar nuestras identidades.
Necesitamos que nuestra producción de conocimientos y tecnologías sufra ajustes de carácter ético y se vuelque a nuestras acumulaciones civilizatorias, incorporando la sabiduría colectiva de nuestros pueblos, en lugar de rechazarla.
Son esenciales los esfuerzos por sensibilizar y fortalecer las iniciativas populares encaminadas a construir y valorar los saberes tradicionales, con el apoyo de la ciencia académica en el constructivismo desarrollado en la línea defendida por Paulo Freire.
Son verdaderamente apasionantes los avances logrados sin apoyos estatales, en los campos de la agroecología, la igualdad de género y la coordinación entre los pueblos, entre muchos otros que se erigen como nuestra perspectiva común, con miras a la emancipación colectiva.
Fortalecer estos procesos está incluido entre los objetivos de este número de la revista y esperamos estar contribuyendo a la ampliación de acciones y debates relacionados a ellos.
En otras palabras, esos mecanismos impiden nuestro desarrollo por estar orientados esencialmente a producir trabajo que garantice la irradiación, entre nosotros, de tecnologías que nos someten al poder de las empresas transnacionales.
2 Santos, Boaventura de Sousa. O fim do Império Cognitivo: a afirmação das epistemologias do sul. Belo Horizonte: Autêntica Editora, 2019. 478 p.
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