USAID "ayuda" a África

Por GRAIN
Idioma Español
País África

La manera en que el gobierno de los Estados Unidos utiliza a la USAID para introducir un programa mundial de agricultura transgénica, concentrándonos en los principales programas en África. "Del pueblo estadounidense", diría la traducción del lema de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por su sigla en inglés). Un generoso donativo de ayuda financiera de parte del pueblo estadounidense. Pero en realidad, el eslogan debería decir "Para las empresas estadounidenses"

USAID se encarga principalmente de imponer en todo el mundo una filosofía estadounidense, y en este caso el modelo agrícola de los Estados Unidos y sus cultivos manipulados genéticamente (transgénicos), que benefician abiertamente a las empresas estadounidenses.

En la actualidad, Estados Unidos produce más cultivos transgénicos que cualquier otro país del mundo, abarcando por sí solo más del 60% de la superficie mundial de transgénicos. Le sigue Argentina, con apenas un 20% del total de cultivos transgénicos. El restante 20% se reparte entre 12 países, si bien la mayoría de ellos cultiva superficies de transgénicos tan pequeñas, que resultan estadísticamente insignificantes. Por lo tanto, queda sumamente claro que un cultivo transgénico en gran medida es también un cultivo estadounidense, impuesto al mundo por un puñado de empresas y universidades de los Estados Unidos, con el respaldo del poderoso gobierno estadounidense. El gobierno de los Estados Unidos ha tratado desesperadamente de convencer al mundo de que el modelo agrícola de su país es el mejor.

Parte de este modelo estadounidense está constituido por un conjunto de regulaciones laxas. ¿Tiene cultivos transgénicos para plantar o someter a ensayo? Vaya a los Estados Unidos. Allí es relativamente barato y fácil lograr la aprobación de cultivos transgénicos; el trámite tiene un valor aproximadamente 100 veces menor que para los plaguicidas y 500 veces menor que para los productos farmacéuticos. Hacer un ensayo de sus cultivos transgénicos es aún más fácil: el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos rechazó tan sólo el 3,5% de las solicitudes de ensayo de campo presentadas, aun cuando se trató de una superficie de aproximadamente 200.000 hectáreas de cultivos transgénicos, y esto incluye cultivos transgénicos con propiedades farmacéuticas. Como esos lugares de ensayo representan siempre un riesgo de contaminación, los reguladores estadounidenses están a punto de permitir que la contaminación proveniente de ensayos de campo ingrese a la cadena de alimentación humana.

La otra parte del modelo estadounidense es permitir la privatización de todos los aspectos de la agricultura, incluidas las semillas. Y las semillas transgénicas son la forma perfecta (y única) de privatizar esas semillas con patentes.

Así que lo que el mundo necesita, según los Estados Unidos, son reglamentaciones laxas y semillas que puedan ser patentadas. La USAID avanza con su lema "Del pueblo estadounidense".

USAID

Oficialmente, la USAID es el principal organismo de ese país encargado de la prestación de ayuda económica y humanitaria a los países en desarrollo y "en transición". Sin embargo, esa ayuda de Estados Unidos al exterior siempre ha tenido como objetivo central promover los intereses de política externa del país. La USAID es muy abierta a ese objetivo, tanto que alguna vez argumentó en su página web: "… el principal beneficiario de los programas de ayuda exterior de América [Estados Unidos] siempre ha sido Estados Unidos. Aproximadamente el 80% de los contratos y partidas de USAID van directamente a empresas estadounidenses".

Y en lo que se refiere a la agricultura, hay un aspecto que realmente ayuda a ciertas compañías multinacionales: la diseminación de cultivos transgénicos en todo el mundo.

Fue en 1991 que la USAID lanzó el Proyecto de Apoyo a la Biotecnología Agrícola (ABSP, por su sigla en inglés). Bajo la dirección de la Universidad del Estado de Michigan, un consorcio de compañías privadas e instituciones de investigación pública se reunieron para asegurar que el mundo produjera cultivos transgénicos. Su estrategia fue identificar algunos cultivos apropiados en diversos países y utilizarlos como Caballos de Troya, y así crear una plataforma sólida para la introducción de otros cultivos transgénicos. Esa plataforma estuvo conformada por instituciones con considerable financiamiento y científicos totalmente comprometidos con los transgénicos. A su vez, eso permitía la creación de un poderoso e importante grupo de presión nacional para influenciar en el gobierno y lograr que éste abriera las puertas a las empresas de biotecnología estadounidenses. Por lo menos esa era la idea.

El objetivo original de ABSP I (1991-1996) fue introducir esos cultivos transgénicos en los campos de los agricultores, apoyando a sus colaboradores en la investigación y, en última instancia, la comercialización, que incluye el apoyo en cuestiones de regulación y propiedad intelectual. Pero fueron pocos los proyectos de esa fase I que produjeron cultivos transgénicos con potencialidad comercial.

El problema fue que ABSP I no suministró fondos suficientes como para cubrir los costos totales relativos a la legislación nacional sobre la producción de cultivos transgénicos. Actualmente, en general se considera que esa legislación de bioseguridad para permitir la producción comercial de cultivos transgénicos es fundamental. Si bien ABSP I no logró la producción comercial de cultivos, sí tuvo éxito en cuanto a que numerosos científicos colaboraron con compañías es tadounidenses, capacitó a esos científicos en la producción de cultivos transgénicos e inició el proceso político sobre bioseguridad y derechos de propiedad intelectual.

A partir de 1998, finalmente se abandonaron todos los proyectos ABSP I y se formó una nueva iniciativa, llamada Iniciativa de Colaboración en Biotecnología Agrícola (CABIO, por su sigla en inglés). CABIO dividió el ABSP I original en dos programas principales: ABSP II y PBS (por sus siglas en inglés, Programa para Sistemas de Bioseguridad). ABSP II es responsable de la parte de investigación del antiguo programa ABSP, pero su centro de acción está puesto ahora en "programas de comercialización de productos" claramente definidos, y ya no se interesa más en proyectos a largo plazo de investigación y desarrollo de cultivos transgénicos, que tienen el riesgo de no llegar a la etapa de ensayo de campo (ver recuadro). El programa PBS es una continuación y profundiza el trabajo de USAID en el ámbito de las políticas, lo que anteriormente manejaba el programa ABSP. Su objetivo es establecer en determinados países "sistemas" que puedan introducir cultivos transgénicos en el mercado. Esto significa armar toda una campaña de relaciones públicas y concebir procesos de aprobación de cultivos transgénicos, regulaciones y regímenes de derechos de propiedad intelectual (ver recuadro).

Después de numerosas evaluaciones, USAID decidió que ABSP II y PBS se concentrarían en algunos países específicos. En África, los países seleccionados son Egipto (considerado por USAID como parte del cercano Oriente), Kenia, Malí, Nigeria, Sudáfrica, Uganda y Zambia. Se trata de países donde la presencia de USAID es fuerte o donde el grupo de presión de la biotecnología ya ha incursionado según palabras de USAID, donde el proceso está "guiado por la demanda".

Las actividades de ABSP II y PBS se complementan y refuerzan mutuamente. PBS aplica los sistemas que promueven los cultivos transgénicos de ABSP II, mientras que ABSP II sirve como punto de referencia local para el sistema que preconiza PBS. Además, para ayudar al avance de sus proyectos, tanto PBS como ABSP II buscarán socios de USAID con redes locales consolidadas, como Chemonics International, que actúa en Uganda.

La primera tarea de ABSP II es fijar sus cultivos prioritarios, que en África actualmente parecen ser el caupí (Vigna unguiculata) Bt y la yuca (cassava o mandioca) resistente a virus. Para Malí y Uganda, USAID descubrió que el algodón Bt es la única posibilidad a corto plazo para ensayos de campo. No obstante, ABSP II no puede trabajar directamente con el algodón ya que hay normas internas que impiden a USAID de los Estados Unidos al algodón Bt se hará efectivo a través de los instrumentos de financiación que los Estados Unidos han movilizado para contrarrestar los esfuerzos internacionales para poner fin a las prácticas de dumping del algodón.

PBS también está dirigido por un consorcio de grupos, bajo la dirección del Instituto Internacional de Investigación de Políticas Alimentarias (IFPRI, por su sigla en inglés), que reúne a la mayoría de los grupos y personas involucradas en el trabajo de política biotecnológica de USAID. PBS participa en la creación de infraestructuras nacionales, principalmente legislación sobre bioseguridad, que acepta la producción de cultivos transgénicos. PBS también procura extraoficialmente "respuestas bilaterales" a través de diálogos directos con "países seleccionados".

Esta forma de "respuesta bilateral" le da a los Estados Unidos mayor influencia en los procesos nacionales que en los procesos multilaterales establecidos. Eso no significa que Estados Unidos haya vuelto a un criterio simple de país por país. Las actividades bilaterales de PBS constituyen la base de los programas regionales. Los sistemas de bioseguridad que PBS ayuda a construir en los países que ha seleccionado sirven como "formatos" para la región. El objetivo final es armonizar la legislación entre las regiones, creando mercados regionales para cultivos transgénicos, con procesos de regulación uniformes. Por lo tanto, PBS coordina varios procesos regionales iniciados por USAID, tales como la Red de Biotecnología de África Occidental (WABNET, por su sigla en inglés) y el Programa de Bioseguridad Regional de Sudáfrica (SARB, por su sigla en inglés). USAID afirma que "el objetivo específico de SARB es formular los fundamentos reguladores para apoyar los ensayos de campo de los productos de la ingeniería genética en cuatro países [sudafricanos] en 2003". PBS ahora también se encarga de la colaboración en biotecnología de USAID con el Consejo de África Central y Occidental para la Investigación y el Desarrollo Agrícolas (CORAF, por su sigla en francés), la Asociación para el Fortalecimiento de la Investigación en África Central y Oriental (ASARECA, por su sigla en inglés) y el Mercado Común de África Oriental y del Sur.

Kenia: la batata de Troya

En 1990, dos ejecutivos de Monsanto se comunicaron con Joel Cohen, Especialista Principal en Biotecnología de USAID. Monsanto quería que USAID ayudara a promover un cultivo transgénico para África que daría buena fama a los transgénicos. Cohen, que antes de llegar al organismo había trabajado en la industria estadounidense de semillas, recurrió al instituto de investigación más prestigioso de África el Instituto de Investigación Agrícola de Kenia (KARI, por su sigla en inglés). Los tres hombres fijaron una reunión con KARI y comenzaron a poner su plan en acción.

Decidieron trabajar en la batata*, un cultivo despreciado por las compañías de semillas y los científicos pero para el cual había algunas aplicaciones de ingeniería genética promisorias, desarrolladas en los Estados Unidos. KARI tenía la persona perfecta para colaborar con Monsanto: Florence Wambugu, una científica de KARI que acababa de culminar en una universidad británica un programa de Ph.D. sobre batatas. Wambugu fue contratada inmediatamente por Monsanto y pasó los años siguientes en la sede central de la empresa, en St. Louis, Missouri, donde realizó trabajos de investigación de una batata manipulada genéticamente para resistir el virus moteado plumoso (feathery mottle virus) de la batata. (*Nota del Editor: batata, camote o boniato (sweet potatoe) es el cultivo cuyo nombre científico es Ipomoea batatas.)

Catorce años después, queda bastante claro que las batatas de Wambugu nunca lograrán ingresar a los campos de los agricultores de Kenia. Ella salió del proyecto, así como USAID, y la investigación parece estar estancada; en recientes estudios de campo, el cultivo transgénico no resistió el virus y tuvo menor rendimiento que las variedades locales no transgénicas. Pero, de todas maneras, la verdadera intención no era que los agricultores tuvieran la batata transgénica. El objetivo mayor era abrir la puerta a los transgénicos, y en esto tuvieron un gran éxito.

Wambugu restó importancia a los informes del fracaso de las batatas transgé nicas diciendo que el proyecto "permitió al país definir la naturaleza de su apoyo a la tecnología de la ingeniería genética." Manifestó: "Los científicos de Kenia han estado al frente de la defensa de una política específica para Kenia". Wambugu ciertamente lo estuvo, pero ya no más como científica. Abandonó su investigación para trabajar a tiempo completo en relaciones públicas con su empresa, Africa Harvest Biotech Foundation, como vocero africano del grupo de presión de la ingeniería genética.

Hubo múltiples ventajas en trabajar sobre un cultivo transgénico específico como la batata. Abrió una línea de colaboración a largo plazo y directa entre Monsanto y un centro de investigación pública del Sur, en este caso KARI, en el cual varios de sus científicos serían capacitados en la casa central de Monsanto en los Estados Unidos. Esos científicos terminarían formando un grupo nacional que se haría oír, con intereses personales en el debate sobre los transgénicos. También era una fuente obvia de relaciones públicas para Monsanto y otras empresas de la biotecnología. Aquí había una compañía que "donaba" su tecnología a científicos africanos para mejorar un cultivo de subsistencia en el cual claramente no tenía intereses económicos. De todas maneras, USAID no pudo poner su dinero para cultivos transgénicos más lucrativos para Monsanto ya que las leyes estadounidenses impiden al organismo apoyar la investigación de cultivos que compiten con las exportaciones agrícolas de los Estados Unidos.

Pero lo más importante fue que el proyecto sirvió como vehículo para impulsar un marco regulador propicio para los cultivos transgénicos. Antes de comercializar las batatas transgénicas hay que hacer con ellas un ensayo de campo, y para eso se necesitan reglamentaciones, o por lo menos ese es el razonamiento. El proyecto, por lo tanto, ofrece una forma de eludir el problema mayor de decidir si debería permitirse la introducción de cultivos transgénicos así como los interrogantes críticos sobre los méritos y riesgos del cultivo transgénico en cuestión, para entrar en la cuestión técnica de cómo "manejar el riesgo" en los ensayos de campo. A quién le importa si las batatas transgénicas funcionan realmente; lo que importa es que Kenia y otros países se convierten en lugares en los que Monsanto puede vender sus semillas transgénicas y aplicar sus patentes. Así, mientras el proyecto de la batata transgénica se pierde en el olvido, Monsanto tiene ahora luz verde para comenzar los ensayos de campo de su algodón Bt en Kenia. KARI está ahora trabajando también con el Centro Donald Danforth Plant Science para realizar ensayos de campo con la yuca (mandioca o cassava) transgénica importada.

Egipto: la papa Bt de Troya

Egipto fue el principal objetivo del trabajo de ABSP en la década de 1990, como resultado de una generosa financiación para agrobiotecnología de la oficina de USAID en el Cairo, del orden de los 7 millones de dólares. Su proyecto más importante en el país fue el proyecto de la papa Bt, que utilizó un modelo que se repetiría una y otra vez en otros lugares. El proyecto reunió a una universidad con sede en los Estados Unidos (la Universidad del Estado de Michigan, MSU), una compañía de semillas (Garst Seeds ahora de propiedad de Syngenta), y un centro de investigación egipcio el Instituto de Investigación de Ingeniería Genética Agrícola (AGERI, por su sigla en inglés). El objetivo era modificar genéticamente las variedades populares de la papa egipcia con el gen Bt patentado por Garst y liberarlas para los agricultores egipcios. Las papas fueron transformadas en los Estados Unidos y los primeros tres años de ensayo de campo se llevaron a cabo en la MSU. Mientras tanto, ABSP se puso a trabajar en otros asuntos.

Los científicos egipcios fueron llevados a un taller de bioseguridad de ABSP en Jamaica y luego a los Estados Unidos para un interinato de 8 semanas, donde pasaron el tiempo visitando los organismos estadounidenses responsables de la política de bioseguridad y las oficinas y laboratorios de Monsanto y Syngenta. Los réditos fueron inmediatos. Según un funcionario de ABSP: "Uno de esos científicos ayudó en la redacción de las reglamentaciones de bioseguridad de Egipto y terminó convirtiéndose en el primer funcionario de bioseguridad de AGERI. Egipto adoptó directrices de bioseguridad en enero de 1995, y por decreto ministerial, se creó en 1995 el Comité Nacional de Bioseguridad de Egipto. Hasta la fecha, varios funcionarios de bioseguridad de AGERI, las instituciones primarias encargadas de la bioseguridad de Egipto, han continuado recibiendo capacitación de parte de ABSP".

En 1997, después de la construcción de un invernadero en AGERI, supervisado y financiado por ABSP, la MSU envió un lote de sus papas transgénicas y AGERI comenzó los ensayos de campo. AGERI continuó con los ensayos de campo otros 6 años más hasta que el proyecto se archivó, estrellándose contra lo que debería haber sido un obstáculo previsible: AGERI no tenía los recursos mínimos para que las papas atravesaran el sistema regulador.

Si bien las papas Bt tal vez nunca hubieran sido cultivadas en Egipto, el cultivo transgénico con mejores posibilidades de entrar en los predios agrícolas egipcios es el algodón Bt de Monsanto y, si lo hace, Monsanto tendrá que agradecérselo a ABSP.

Uganda: sucumbiendo ante la USAID

Uganda fue uno de los países africanos más importantes que impulsaron un Protocolo de Bioseguridad estricto. En la Conferencia Ministerial de la OMC de Seattle, en 1999, ayudó a derrotar un intento de Estados Unidos y Canadá de apropiarse del Protocolo mediante la creación de un "Grupo de Trabajo sobre Biotecnología". En noviembre de 2001, se convirtió en uno de los primeros países en ratificar el protocolo y es uno de los ocho países que actualmente participa en el Proyecto PNUMA/FMAM sobre la Aplicación de Marcos Nacionales de Bioseguridad que comenzaron en diciembre de 2002. Esta activa presencia internacional en cuestiones de organismos transgénicos, y la inminente creación de un marco nacional de bioseguridad, combinado con la presencia consolidada de USAID en el país, convierte a Uganda en un objetivo importante de los Estados Unidos para el impulso de su biotecnología agrícola.

La estrategia principal de los Estados Unidos para influenciar la política de Uganda en materia de transgénicos es inundar el país con dinero y asesoramiento especializado. USAID es el principal abastecedor de ambos. Ha ofrecido como mínimo 200.000 dólares estadounidenses para un laboratorio biotecnológico para bananas, apoyado por la Fundación Rockefeller, que USAID describe como un proyecto popular de "alta visibilidad", con científicos de Uganda. También comenzó recientemente a financiar a la Secretaría del Comité Nacional de Bioseguridad del Consejo Nacional de Uganda para la Ciencia y la Tecnología (UNCST, por su sigla en inglés) el principal órgano decisorio del país en materia de política sobre ingeniería genética. Si bien en algún tiempo el Consejo fue un punto de bloqueo a la entrada de cultivos transgénicos, negán dose a autorizar la solicitud de Monsanto para ensayos de campo del algodón Bt, USAID considera que ahora ejerce un "liderazgo que tiene un programa agresivo para la aplicación de biotecnología en el país" y el organismo espera que la UNCST "apruebe los ensayos de campo [del algodón Bt] en un plazo cercano".

Una de las herramientas más utilizadas por USAID para "aplicar cambios de política" son los talleres o seminarios, y en los últimos años se ha producido un giro en los talleres apoyados por USAID sobre transgénicos y bioseguridad en Uganda. Los talleres se canalizan principalmente a través del contratista local de USAID, Chemonics, que administra el Programa de Mejoramiento de la Productividad Agrícola (APEP) del organismo.

En 2003, las autoridades de Uganda elaboraron una primera serie de proyectos de reglamentaciones de bioseguridad nacional que tenía mucho de la Legislación Modelo Africana un claro revés para los impulsores de la ingeniería genética. El equipo de USAID salió inmediatamente a escena para revertir la situación. Entró gente de PBS y de la industria de la ingeniería genética, como Pat Traynor de IFPRI, Thomas Carrato de Monsanto y Greg Jaffe del Centro para la Ciencia de Interés Público, algunos a través del proceso PNUMA/FMAM, como "expertos internacionales" para comentar sobre el proyecto y realizar recomendaciones. Sus esfuerzos fueron respaldados por acciones diplomáticas de alto nivel. El Presidente Bush planteó el tema de los cultivos transgénicos durante su visita al Presidente Museveni en 2003, al igual que el Negociador Especial de Biotecnología, del Departamento de Estado de los Estados Unidos. El Ministro de Agricultura, Kisamba Mugerwa, voló a Sacramento en 2003 para la conferencia ministerial sobre biotecnología de USDA/USAID. Poco después, Mugerwa dejó el ministerio para asumir un cargo en el directorio de IFPRI el instituto que dirige el programa PBS.

Según Mariam Mayet, del Centro Africano para la Bioseguridad, en un seminario nacional de octubre de 2003, convocado para considerar los proyectos de reglamentaciones y los comentarios recibidos por "expertos internacionales", el proyecto fue "completamente destrozado" y la responsabilidad de elaborar un nuevo proyecto quedó en manos de ACODE una ONG conectada con USAID y los programas de la Fundación Rockefeller. Poco después de eso, el Consejo Nacional de Uganda para la Ciencia y la Tecnología anunció la culminación de un nuevo proyecto marco regulador de la biotecnología. Esta vez, como señala Mayet, "la mayoría de los proyectos anteriores basados en la Ley Modelo Africana parecen haberse perdido". Ahora parecería que PBS podría lograr su objetivo de poner ya en marcha ensayos de campo del algodón Bt de Monsanto en 2005.

La resistencia desde la base

Hemos mostrado solamente algunos ejemplos de la presión y los fondos que vienen de los Estados Unidos, y solamente un fragmento de lo que se ha convertido en una compleja red de organizaciones e individuos involucrados en la promoción de los cultivos transgénicos. No es fácil para los países pobres resistir estas presiones de la superpotencia mundial. Pocos gobiernos tienen agallas para enfrentar directamente a los Estados Unidos, y los que lo hacen siempre corren el riesgo de derrumbarse bajo la presión constante. En la base, sin embargo, una vez que la gente entiende lo que ocurre y lo que está en juego, hay una voluntad mucho mayor de resistir. En Malí, por ejemplo, uno de los países más pobres del mundo, Estados Unidos ha puesto una cantidad importante de dinero sobre la mesa, que el país arriesga perder si no abre la puerta a los cultivos transgénicos. También dejó más o menos en claro que si Malí desea que los Estados Unidos tomen medidas acerca de los subsidios que conceden a sus productores de algodón, es mejor que piense cuidadosamente las próximas de cisiones que tomará acerca de los ensayos de campo para el algodón Bt. No obstante, aún cuando los científicos y los políticos cayeron en la trampa, hay un movimiento creciente de agricultores de Malí que reclaman a sus dirigentes políticos que resistan la presión de los Estados Unidos y que rechacen los transgénicos.

Finalmente, los gobiernos terminan yendo en contra de los deseos de sus pueblos para aplacar a los Estados Unidos, o peor aún, para obtener su parte de las migajas que reparte Estados Unidos. En este juego corrupto de toma y daca entre las elites, lo que está en juego es la forma de vida y el sustento de millones de agricultores. Pero también el sistema mismo que asegura el dominio mundial de los Estados Unidos. Para una cantidad creciente de personas en todo el mundo, las medidas agresivas de la industria biotecnológica para imponer los cultivos transgénicos y la aquiescencia de sus gobiernos, sobrepasan los límites de lo tolerable. En su apuro por obligar al mundo a alimentarse con cultivos transgénicos, el gobierno de los Estados Unidos puede estar calculando muy mal la fuerza explosiva de los movimientos sociales que sus políticas están ayudando a esparcir.

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  LOS SOCIOS DEL PROYECTO II DE APOYO A LA BIOTECNOLOGIA AGRICOLA

ABSP II no ejecuta sus proyectos aisladamente; es un consorcio que actúa a través de sus diversos socios, y con ellos. Uno de sus socios claves del consorcio es ISAAA (International Service for the Acquisition of Agri-biotech Applications, Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Abrobiotecnológicas), un grupo a favor de la ingeniería genética, financiado por dicha industria, ABSP II y USAID. Algunas de sus caracterísicas son:

- ISAAA se ha hecho famosa por sus informes anuales sobre la producción mundial de cultivos transgénicos y es muy activo en su apoyo a los proyectos de cultivos transgénicos para ABSP II y programas similares:

- ISAAA hace de intermediario en los acuerdos sobre derechos de propiedad intelectual entre las empresas estadounidenses y los centros participantes de investigación pública del Sur.

- ISAAA ofrece becas a científicos de los países que ha escogido, para capacitarlos en técnicas de ingeniería genética en laboratorios privados y públicos de los Estados Unidos.

- ISAAA lleva a cabo evaluaciones de impacto socioeconómico de los cultivos transgénicos potenciales, y, sobre todo,

- ISAAA maneja gran parte del trabajo de "comunicación y contacto", a través de su red de Centros de Información sobre Biotecnología.

Lo anterior, brinda numerosas oportunidades de encuentro entre ABSP II, PBS e ISAAA. Cuando Malí se convirtió en un país seleccionado por los programas de biotecnología de USAID en el marco de ABSP II y PBS, ISAAA estuvo allí para instalar un Centro de Información de Biotecnología con el centro de investigación agrícola nacional (Institut d'Économie Rurale) que redistribuye en la subregión una versión francesa del resumen electrónico de noticias de biotecnología de ISAAA.

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  EL PROGRAMA PARA SISTEMAS DE BIOSEGURIDAD (PBS)

El mayor perjuicio que causa el PBS (Program for Biosafety Systems) a otros países es en su insistencia de que el modelo agrícola de legislación laxa de los Estados Unidos es el único criterio práctico para los países más pobres. Como dice el propio PBS: "… crear modelos de sistemas de bioseguridad para países en desarrollo basados en los criterios complejos y con uso intensivo de recursos destinados a los países desarrollados [es decir, Europa], resulta inadecuado" (del sitio web de PBS en www.ifpri.org) Y "Si los países en desarrollo desean los beneficios de los productos transgénicos creados para sus necesidades, tendrán que permitir, cuando no facilitar, que los ensayos de campo se realicen conforme a las condiciones locales… [PBS] es una iniciativa importante y fundamental que debe hacerse efectiva lo más pronto posible para ofrecer una alternativa al "principio de precaución" anti tecnología, diseminado ampliamente por el Programa de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y las organizaciones no gubernamentales por todo el mundo en desarrollo" (Lawrence Kent, del Centro Donald Danforth Plant Science). En otras palabras, "mantengamos las reglamentaciones en el mínimo, así como las tenemos en los Estados Unidos". Este tipo de declaraciones atacan directamente el principio de precaución, que constituye la base de varias otras iniciativas y acuerdos tales como el Convenio sobre la Diversidad Biológica, la Legislación Modelo de la Unión Africana sobre Bioseguridad, y la Estrategia Inicial sobre Bioseguridad del PNUMA/FMAM.

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Artículo publicado en la revista Seedling de GRAIN en abril de 2005.

Traducido por Raquel Núñez del original en inglés

Publicado por  Revista Biodiversidad, sustento y culturas N° 45  - Julio de 2005

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