Qué nos está dejando la soja transgénica desde el verano del ´96
Alguien hubiese imaginado las implicancias, cuando en aquel verano de 1996 se aprobó, por Resolución Nº 167, del entonces Secretario de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación Argentina, Ingeniero Felipe Solá “la producción y comercialización de la semilla y de los productos y subproductos derivados de esta, provenientes de la soja tolerante al herbicida glifosato”. Seguramente no, sin embargo después de más de 20 años de producción ininterrumpida con cosechas de soja récords que año a año se superan, las consecuencias ambientales y sanitarias son claramente muy alarmantes.
Por esto mismo, cada vez con mayor frecuencia llegan noticias sobre los conflictos generados por las denominadas “distancias de aplicación” de los agrotóxicos usados fundamentalmente en la soja RR. Como muchas cuestiones de orden público de nuestro país, no existe una legislación que se ocupe de uniformar o regular este controvertido tema de las distancias de aplicación de agroquímicos, en post de proteger a las poblaciones humanas y a la fauna silvestre. Es más, los rangos de estas distancias varían entre provincias y localidades y solo se basan en las denominadas “Buenas Practicas Agrícolas” (BPA) y en las normas regulatorias promovidas por los mismos fabricantes de agroquímicos.
Estas “normativas” se fundamentan en los valores de “Toxicidad Aguda” o “Dosis Letal Media” (DL50) de los “principios activos” en forma individual, y no de los formulados comerciales que realmente se aplican. Y lo que es más grave aún, no contemplan ningún dato sobre las potenciales interacciones (adición, sinergismo o antagonismo) que pueden tener las “mezclas” o “caldos” usados en el mundo real, o la sumatoria de pesticidas que se usan en un mismo cultivo a lo largo de todo el periodo (desde la siembra a la cosecha).
En general, los disparadores de estos conflictos son los propios vecinos afectados por las conocidas “derivas” que se organizan en asambleas ciudadanas, que rápidamente son acompañados y asesorados por las organizaciones ambientales locales y nacionales. Y luego de numerosos, intrincados y burocráticos recorridos, obtienen alguna respuesta en los estrados judiciales que momentáneamente los “protege” de este conocido flagelo con ampliaciones de estas distancias. Llegando a situaciones de que, lo que en una provincia o localidad esta permitido, en otra es delito.
Al igual que diversos grupos de investigación de otras Universidades Publicas argentinas, el equipo de trabajo del Laboratorio de Ecotoxicología de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), ha realizado estudios por más de 20 años, en relación al impacto de los cultivos industriales sobre la salud ambiental de los ecosistemas en la provincia del Centro-Este de Argentina (Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba) - que pertenecen a la denominada “zona núcleo” de producción agropecuaria.
Entre los resultados más destacados, están los primeros datos del país sobre residuos de plaguicidas clorados en vertebrados tetrápodos (anfibios, reptiles, aves y mamíferos). De igual forma, otros residuos de agroquímicos y fuertes evidencias de “eutrofización” (exceso de nutrientes provenientes de fertilizantes y agroquímicos, en especial nitrógeno y fósforo) han sido hallados en lagunas rurales de Entre Ríos. También en esta región agroindustrial, se detectaron diversos casos de animales con teratologías, logrando recopilar y caracterizar en 2011 el primer catálogo de malformaciones relacionadas con sitios agrícolas para Sudamérica (3). Estas malformaciones, según la opinión de la mayoría de los expertos internacionales, tienen una fuerte asociación con el uso intensivo de herbicidas como el glifosato.
Cabe recordar que el Dr. Andrés Carrasco en 2009, postulo que el Acido Retinoico (un potente teratogénico) era alterado por este herbicida. En otras áreas peri-rurales se reportaron evidencias sobre el efecto de las derivas agrícolas sobre órganos blanco (testículos de anfibios) indicativos de disrupción endocrina en animales silvestres. A los datos antes expuestos, se suman investigaciones de diversos autores (en especial del Dr. Damian Marino de la UNLP) que señalan la presencia de residuos del herbicida glifosato en diversas matrices. Que en distintos casos, supera los niveles guías “permitidos” de 240 μg/L para la protección de la vida acuática por la Secretaria de Recursos Hídricos de la Nación.
Llegando, por ejemplo, en la provincia de Entre Ríos con picos de hasta más de 400 veces este valor (105 mg/L). Y como es de público conocimiento, la cuenca del “Río Paraná” y sus principales afluentes se encuentran contaminados con glifosato y su metabolito AMPA. Por ejemplo, en el río Gualeguay (Entre Ríos), se referencian valores extremos de hasta 3294 μg/L de glifosato y 7220 μg/kg para AMPA demostrando un importante impacto de las actividades agrícolas sobe la principal cuenca regional. De hecho, ya se ha detectado la presencia de glifosato en el agua de lluvia en las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Fe y Córdoba, con valores extremos de hasta 7.69 ug/L.
De acuerdo a toda la información disponible, la presencia de residuos de agroquímicos es un fenómeno que se extiende globalmente sobre toda el área agro-productiva del país, con algunos sitios, por ejemplo, la cuenca del arroyo Pergamino (Provincia de Buenos Aires), como una de las zonas del país más contaminadas. Cuyos agroquímicos mayormente detectados en aguas superficiales han sido según distintos autores, atrazina con valores de hasta 12.43 ug/L, clorpirifos 2.5 ug/L, endosulfán 0.9 ul/L y glifosato y AMPA 700 ug/L. Además, otras investigaciones sobre la ocurrencia de pesticidas en tejido de peces, registraron en el arroyo Pergamino 17 agroquímicos [12 insecticidas (7 organofosforados y 5 piretroides), tres fungicidas y dos herbicidas]. Los peces contenían varias moléculas de pesticidas simultáneamente, el 58% de los individuos contenían más de un pesticida y el 11% presentaba cuatro pesticidas o más.
En el caso de los organofosforados, las concentraciones alcanzaron valores de 5673 ng/g para diclorvos, 908 ng/g para clorpirifos-metilo, 339 ng/g pirimifos-metilo y fenitrotion 2152 ng/g. Por otra parte, en aguas superficiales y subterráneas de los alrededores de la ciudad de Pergamino se detectaron glifosato y AMPA en 45 muestras. En aguas superficiales en el 54 y 69% de las muestras analizadas con concentraciones máximas de 258 ugL y 5865 ug/L para glifosato y AMPA, respectivamente. En agua subterránea, las concentraciones máximas halladas fueron de 1 ug/L para glifosato y de 6 ug/L de AMPA; y se detectaron en el 32 y 36% de las muestras analizadas.
Además, en 2019, también se detectó glifosato en aguas subterráneas y superficiales en el 66 % de las muestras analizadas en agroecosistemas de la provincia de Córdoba, con valores de hasta 167.4 ug/L 11). Como resultado sobresaliente se puede indicar que en algunos casos, el agua subterránea presenta valores de contaminación más altos en comparación con el agua superficial. Indudablemente, los registros y niveles de glifosato serian indicadores de la deriva y movilidad por las distintas matrices ambientales que tienen estos formulados químicos al ser aplicados. Cabe recordar que en algunas de estas provincias, se encuentran las reservas de agua dulce más importantes del mundo como el “Acuífero Guaraní”.
Volviendo al tema de “las mezclas”, el concepto de interacción es fundamental para comprender los procesos por los cuales actúan las mixturas químicas. Si el efecto es simplemente aditivo, la suma de los efectos es la misma que si fuéramos expuestos a cada producto químico individualmente. La sinergia ocurre cuando el efecto de una mezcla de productos químicos es mayor que la suma de los efectos individuales (si el efecto de una mezcla es menor que la suma de los efectos individuales, se llama antagonismo). Antes de 1957, los efectos combinados de la exposición a un grupo de pesticidas se suponía era solamente aditivo. Sin embargo, un estudio publicado ese año documentó por primera vez un caso de sinergia de pesticidas. Los autores postularon que los efectos combinados de la exposición a los insecticidas organofosforados Ethyl p-nitrophenyl-phenylphosphorothioate (EPN) y el malatión seria aditivos, sin embrago su combinación en ratas, tenían un efecto 50 veces mayor. Desde ese entonces, numerosos ejemplos en todo el mundo demuestran este fenómeno en todo tipo de combinaciones de insecticidas y herbicidas.
Confrontando los escenarios descriptos con la literatura internacional nos encontramos, por ejemplo, que en California (EEUU) la exposición ambiental a las aplicaciones de pesticidas agrícolas dentro de media milla (804.5 m) (clorpirifos, cipermetrina, lambda-cialotrina, glifosato y otros) pueden contribuir al riesgo de leucemia linfoblástica aguda infantil. Otras investigaciones, comprueban que la exposición de los niños a pesticidas organofosforados en una comunidad agrícola en el centro del estado de Washington (EEUU), es siete veces más altas que la población de referencia, cuando los padres trabajan con pesticidas agrícolas, o cuando viven cerca de tierras de cultivo tratadas con agrotóxicos. Por otro lado, investigaciones en el estado de Washington en 2011, demuestra (tomando como muestra 100 trabajadores agrícolas y 100 adultos y niños no trabajadores agrícolas), la estrecha relación en la proximidad residencial a tierras de cultivo, con la mayor concentraciones de metabolitos urinarios de pesticidas organofosfosados. En comparación con los hogares de los no trabajadores agrícolas, los hogares de trabajadores agrícolas tenían niveles más altos de azinfosmetilo (643 ng/g frente a 121 ng/g) y fosmet (153 ng/g frente a 50 ng/g).
En general, en estas investigaciones se observa una reducción del 20% de estos parámetros, por aumento de milla (≈ 1600 m) de distancia desde las tierras de cultivo. Por otra parte, es muy importante resaltar un trabajo de revisión a nivel mundial, publicado el 7 de enero de 2019, destaca como población más vulnerable a los niños para la exposición a glifosato. Los estudios citados informaron niveles de glifosato en varios biofluidos (en especial orina) en 3298 sujetos con promedios de entre 0.26 a 73.5 μg/L. Cuando la exposición fue simultánea entre niños y adultos, los niños exhibieron niveles más altos de glifosato en biofluidos que los adultos. Las razones para esta distinción podrían deberse a la mayor ingesta relativa de alimentos y agua contaminados, diferencias en el metabolismo y eliminación, y/o diferencias en patrones de comportamiento y actividad.
En lo referente a trabajos científicos sobre la problemática en nuestro país, no se pueden dejar de mencionar aportes del Dr. Avila Vázquez. Este estudio detecta una alta asociación entre contaminación por glifosato con el aumento de las frecuencias de cáncer en localidades agrícolas. Asimismo un equipo de investigación de la provincia de Córdoba liderado por la Dra. Aiassa, detecto daño genético en niños expuestos y recomendaron una distancia de 1095 metros como zona restringida al contacto con agroquímicos. Del mismo modo, en la provincia de Santa Fe se pueden indicar las investigaciones del Dr. Oliva sobre infertilidad masculina en poblaciones rurales y de la Dra. Simoniello que registran daño en el ADN en trabajadores expuestos ocupacionalmente a mezclas de pesticidas.
Además, recientemente investigadores de la Facultad de Ingeniería Química (FIQ-UNL) analizaron el agua de 40 tambos ubicados los departamentos de Castellanos y Las Colonias (Pcia. de Sta. Fe). Sus resultados revelaron glifosato y el AMPA en 15% y 53% de las muestras analizadas con concentraciones que oscilan entre 0.6–11.3 μg/L y 0.2–6.5 μg/L, respectivamente. Estos químicos, también se verificaron en el 33% y el 61% de las muestras de aguas de tanques de reservorio para los animales. En estos tanques, además se encontró glufosinato en el 52% de las muestras. Analizando las distancias en que los trabajos de relevancia internacional y nacional, encuentran evidencias de exposición sobre todo en niños como población más vulnerable, suman evidencias sobre la necesidad de contar con zonas de resguardo lo suficientemente amplias. Para no afectar a las poblaciones potencialmente expuestas, en pos de evitar las denominadas “zona de sacrificio o área de sacrificio ambiental”.
En definitiva, por el aumento sustancial en el uso del herbicida glifosato, y por su potencial carcinogenicidad, (la OMS en 2015 lo clasifica como “potencial cancerigeno, Clase “2A”) para la protección de la salud ambiental (humana y animal) actualmente en la Unión Europea, consideran al principio precautorio como el enfoque recomendable para su regulación. Realidad que se expresa en las últimas noticias sobre la prohibición total del glifosato, por ejemplo para Alemania, a partir del año 2023. Analizando toda la información aportada podemos inferir que si bien las “distancias” de las aplicaciones químicas agrícolas, son de suma importancia para la protección de las poblaciones expuestas, los problemas o efectos ambientales son muchos mas complejos, y sin duda, como distintas comunidades lo vienen reclamando la solución es una agricultura realmente sustentables sin transgénicos y sin agrotóxicos. Realidad que no se sabe bien si alguna vez ocurrirá a gran escala, sobre todo en un país donde los gobiernos de turnos, esperan ansiosos el ingreso de dólares de los “commodities agrícolas” para hacer su gestión.