Plantas medicinales: tradiciones que hackean convenciones
"Hay para quienes es necesario romper con que 'existe una medicina ortodoxa y una medicina de los yuyos; no son alternativas, pueden emplearse las dos'. Por eso ambas medicinas pueden ser complementarias, aunque quien pudiera vivir una vida más armónica de una vez, tomando en cuenta nuestros espacios físicos y mentales, energéticos y emocionales, individuales y sociales para prescindir, definitivamente, de las farmacéuticas y la alopatía."
Por Colectivo @Sursiendo
Hace unas semanas quisimos compartir en nuestros sábados de comunes el enlace a un libro sobre plantas medicinales que califican como una “completa y prestigiosa guía de referencia” y la primera totalmente ilustrada conteniendo las principales hierbas tradicionales de todo el mundo. Por algún motivo los enlaces de descarga a esta Enciclopedia de Plantas Medicinales suelen ser rebuscados o tener candados. De hecho a las pocas horas, ese link ya no estaba disponible. Y he aquí la excusa para este post que nos llevó a pensar (nuevamente) en muchas conexiones. Antes de seguir, les dejamos el libro disponible para que puedan descargarlo en un solo click.
Este recuento de plantas medicinales de todo el mundo y sus usos terapéuticos y curativos es vasto y completo. Pero nos encontramos con un problema: los tan conocidos derechos reservados. En este, como en otros casos, decidimos saltarnos las restricciones editoriales entre otras cosas porque la herbolaria y el uso medicinal de plantas es quizás de los temas más comunes que existen. Suele ser el fruto del conocimiento tradicional acumulado, mejorado, usado y repetido por generaciones. Y porque creemos que el conocimiento se forma en espiral, se complejiza y se comparte para mejorarlo. La medicina tradicional es una construcción comunitaria, entonces ¿cuáles candados?
Con estos derechos de propiedad se estructura una política de saqueo para un conjunto de bienes comunes creados y recreados por comunidades del mundo que no deberían ser objeto de privatización. Así, el conocimiento ancestral se ve cercenado porque “las trasnacionales compiten entre sí en la fabricación de productos farmacéuticos y agrícolas, cuyos principales ingredientes son las plantas medicinales y los cultivos alimentarios de estas comunidades locales” por eso pretenden “la apropiación del conocimiento y los recursos genéticos de comunidades indígenas y de agricultores” ejerciendo un “control exclusivo (a través de patentes o propiedad intelectual) sobre dichos conocimientos y recursos”.
Pero además, compartir y pensar desde una lógica de la salud integral trae consigo otros temas. A principios de este año, el suplemento Del Campo de uno de los periódicos mexicanos más importante, fue dedicado a la medicina tradicional indígena. Allí, en uno de sus artículos se decía que “al ‘otro tipo’ de médicos se les conoce como médicos tradicionales, terapeutas, chamanes, temazcaleros, parteras, brujos, sanadores o curanderos, naturistas, homeópatas, acupunturistas, etcétera. Poseen ciertos conocimientos ancestrales (pero constantemente renovados) y modernos, tanto conceptuales como prácticos o empíricos relacionados con el cuerpo y su sanación. Algunos de esos ‘especialistas’ tienen lo mismo el poder de curar que –en ciertas ocasiones y bajo determinadas circunstancias– de provocar enfermedades o malestar”.
Y pensamos en la filosofía hacker, en cuánto hay en común en los mundos de los conocimientos y las personas que lo habitan en lo que alguna vez dijimos sobre cibercomunitarismos: “1) entusiasmo y pasión, disfrutando del trabajo, 2) creatividad y desarrollo de las propias capacidades y las de la comunidad, y 3) retroalimentación con la comunidad, al compartir aprendizajes, para finalmente donar sus creaciones al mundo”.
Usar un conocimiento para compartirlo y “hacer el bien” en nuestro entorno es una decisión ética. Los mismos conocimientos sirven tanto para la construcción como para la destrucción. Y en este sentido lo único que diferencia las acciones es la intención. La delgada línea que los divide tiene que ver con la ética con la que se relacionan con su entorno. Es palabra tan poco de moda que sin embargo sigue rigiendo muchos espacios de relación.
Pero además, ¿podemos imaginar otro tipo de medicina, de salud integral, de relación con nuestros propios cuerpo y enfermedades? Aquí de nuevo se hackea el sistema, se rompen las convenciones dominantes. En el texto que mencionábamos hace un par de párrafos se asegura que “En buena parte, son métodos marginados por el modelo biomédico hegemónico oficial, y contienen algunos de ellos elementos esotéricos, religiosos y sagrados. Sin embargo, la mayoría de ellos participan de una visión holista, integral y científica, y se basan en usar ingredientes naturales o elementos que extraen/modifican de la naturaleza conservando sus cualidades y fuerzas; buscan fortalecer las propias capacidades corporales de autocuración”.
Autonomía, desafiar los poderes del mercado, empoderamiento, hacking. En los contextos que vivimos, donde hasta en cuestiones de fe, cualquiera que se salga de las aceptadas es sectario, el conocimiento sobre plantas medicinales se ve sesgado por los saberes cartesianos, occidentales y científicos. Esa acumulación de conocimiento, esa sabiduría ha sido, en muchos casos, completamente descalificada y negada.
Sin embargo, el chamanismo (por ponerle un solo nombre) responde a una suerte de unión entre sanador/a, educador/a y guía espiritual. Por eso los procesos de diagnóstico y cura son prolongados e integrales. Y diferentes para cada quien. Como se menciona en Una muy otra y muy actual cosmogonía “a diferencia de la medicina alópata, las recetas no son de aplicación universal. Por el contrario, el sistema es sensible a la singularidad del paciente y del origen de sus problemas, por ejemplo, plantas ‘calientes’ no pueden ser suministradas a personas sometidas a condiciones ‘frías’”. Aprender de uno mismo, una misma y del entorno para entender lo que nos sucede y cómo abordarlo. Sentirse parte de ese todo más grande que nos rodea sin distinciones porque no hay separación posible: las plantas, el bosque, las aguas, lo material y lo inmaterial, los “seres vivos” y las rocas. Todos formamos parte de una totalidad con la que nos relacionamos. También las relaciones comunitarias. Todo. Todas.
Hay para quienes es necesario romper con que “existe una medicina ortodoxa y una medicina de los yuyos; no son alternativas, pueden emplearse las dos”. Por eso ambas medicinas pueden ser complementarias, aunque quien pudiera vivir una vida más armónica de una vez, tomando en cuenta nuestros espacios físicos y mentales, energéticos y emocionales, individuales y sociales para prescindir, definitivamente, de las farmacéuticas y la alopatía.
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Fuente: http://sursiendo.com/
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