Nuestras regiones siguen en llamas, nuestros corazones también
“Hace dos semanas que arde nuestra región”, fueron palabras de dolor, de ira y de impotencia ante el desconsuelo en que se desarrolla esta pesadilla que no para, que se va y luego rebrota. “Vivimos horas de horror entre llamas, el humo y las sirenas, el huir de la gente, de los animales y junto a ellos vemos consumirse las casas, los vehículos, la siembra, porque el fuego arrasa con todo”. Ha sido lo expresado por nuestras compañeras de las regiones afectadas cuando veíamos las formas de encaminar con más precisión y certeza la campaña de solidaridad que ayude urgentemente a alivianar el dolor.
La solidaridad se hace hoy más urgente, porque los grandes medios de comunicación han comenzado a borrar los incendios de las noticias. Al parecer bastó que las grandes empresas forestales protestaran frente al clamor ciudadano de que de una vez por todas el monocultivo forestal sea regulado y desincentivado, para que rápidamente pareciera que los incendios ya no son tan graves, y que se siga insistiendo que los culpables son algunos activistas mapuche y otros pocos irresponsables. Ante eso, nuestro trabajo de denuncia debe continuar. Como nos comentó un compañero: “Sí, compañeras, estamos viviendo la consecuencia de la voracidad del gran capital y del consentimiento institucional del Estado de Chile tras cincuenta años de abuso y exterminio de la agricultura familiar campesina. Urge exigir al congreso nacional legislar para poner fin al saqueo del Decreto 701”.
Porque la realidad es que los incendios siguen, la destrucción sigue y se expande hacia el norte y el sur. Y aunque los incendios terminaran en este momento, el daño permanece y se suma al daño de las otras olas de incendios que hemos sufrido. Sin lugar a dudas las medidas tomadas desde los gobiernos regionales y central son insuficientes para el inmenso daño que han causado reiteradamente los incendios forestales, donde las principales víctimas de esta tragedia ha sido la gente del campo, por lo que cada vez la situación es peor.
¿Cuáles son las tareas más urgentes del momento? La solidaridad real y efectiva, para alivianar el dolor, para permitir que campesinas y campesinos y comunidades indígenas sigan en el campo, donde a pesar del avance de las forestales aún continuamos produciendo alimentos para la población. Ya sabemos lo que pasará, cómo subirán los precios de los alimentos, de las herramientas y enceres que necesitamos reponer para volver a cultivar; los polines, las grapas para reponer los cercos y la madera para la reconstrucción. En muchas localidades se ha perdido todo: la siembra, los árboles, los cercos; el campo hoy es un solo potrero. los animales que han logrado salvarse andan revueltos y desorientados, como nosotras que aún estamos en estado de shock.
Desde Anamuri hemos fijado como una primera prioridad el apoyo a brigadistas, bomberos y voluntarios que arriesgando su vida hacen frente al fuego; mantener la bendita agua, los bloqueadores solares, las barras de cereales e incluso los helados para poder resistir. Lo segundo y de más largo aliento, desde nuestra mirada campesina, es restituir el espacio más importante de nuestra casa: la cocina, lugar de convivencia, donde no sólo es comida, es compartir, soñar, proyectar futuro, limpiar y seleccionar las semillas, es compartir los saberes, darnos ánimos y tomar el mate o capear el frío o el temporal. Junto a esto, recuperar las semillas para continuar el oficio, así como las herramientas para labrar la tierra, los estanques para acumular agua. Y, desde luego, volver a ser comunidad pero comunidad organizada para juntas y juntos ponerle el hombro para reconstruir y derrotar el modelo, este modelo capitalista, extractivista y productivista que nos azota y nos roba nuestro derecho a una vida y un futuro mejor.
¡Fin al modelo de monocultivo forestal.
Entre el campo y la ciudad, ni un pino más. Por un campo con agricultura campesina e indígena. Despleguemos toda nuestra solidaridad por las familias y comunidades afectadas!
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