¿Monocultivos sustentables? No gracias. Desenmascarando las estrategias de maquillaje del agronegocio
El término “desarollo sustentable” siempre ha sido un concepto camaleónico, fácilmente utilizado para confundir la destrucción ambiental. El agronegocio posee un particular talento para tal lavado de cara. Su último truco consiste en presentar a la industria de monocultivos como sustentable. Hoy en día, estos proyectos corporativos están surgiendo en todas partes del mundo, abarcando desde “plantaciones de palma aceitera sustentables” hasta “granjas salmoneras sustentables”.
Esto, de todas maneras, es lo que cabría esperar del agronegocio. Sin embargo, lo que resulta aún más preocupante es el hecho de que ONGs y grupos de agricultores estén también participando en estos proyectos corporativos.
Este “A Contrapelo” hecha una mirada crítica sobre algunos de estos proyectos y las nuevas máscaras, nuevos actores y nuevo lenguaje que utilizan para lograr el objetivo histórico inalterado de convertir nuestra alimentación y biodiversidad en comodities globales.
El concepto de “sustentabilidad”
La sustentabilidad como concepto surge a partir del Informe Brundtland de 1987 de la mano del “desarrollo sustentable” y la propuesta de continuar manteniendo este modelo de crecimiento económico “ajustando” los parámetros para permitir su continuidad en el tiempo. Por cierto no fue un buen comienzo. La propuesta dejaba intacta y fuera de debate las principales bases del modelo de producción depredador que, reconocía, estaba llevando al planeta a la debacle. Al mismo tiempo esquivaba el debate sobre los aspectos socioeconómicos y las consecuencias a ese nivel de ese modelo económico, como la generación creciente de pobreza a escala global y el enorme agrandamiento de la brecha entre ricos y pobres.
Ya en la Cumbre de la Tierra el teólogo Leonardo Boff planteaba que lo que necesitábamos no era un desarrollo sustentable sino sociedades sustentables. A partir de allí, distintos sectores de la sociedad fueron apropiándose del término “sustentabilidad”. Uno de los intentos más destacables del movimiento ambientalista por definir el término surgió del proceso “Cono Sur Sustentable”, en América del Sur[1]. Propone cuatro dimensiones necesarias para la sustentabilidad:
- La dimensión ecológica implica preservar y potenciar la diversidad y complejidad de los ecosistemas, su productividad, los ciclos naturales y la biodiversidad. La crisis ecológica no es un problema abstracto que interesa sólo a las clases medias de los países del Norte, que tienen satisfechas sus necesidades básicas y pueden preocuparse por el entorno natural. La crisis ecológica está directamente ligada a la sobrevivencia física y cultural de las comunidades y de los sectores excluidos del planeta.
- La dimensión social refiere a un acceso equitativo a los bienes ambientales, tanto en términos intra-generacionales como inter-generacionales, tanto entre géneros, como entre culturas. La dimensión social de la sustentabilidad permite apreciar la relevancia que adquiere la justa distribución de los bienes ambientales en un mundo donde la inequidad aumenta día a día.
- La dimensión económica exige redefinir la actividad económica de acuerdo con las necesidades materiales e inmateriales, entendidas no sólo como carencias sino como potencialidades. Las nuevas actividades económicas deben basarse en unidades de producción locales y diversificadas, adaptadas a las características de los ecosistemas para usarlos de manera sustentable.
- La dimensión política refiere a la participación directa de las personas en la toma de decisiones, en la definición de su futuro colectivo y en la gestión de los bienes ambientales a través de estructuras de gobierno descentralizadas y democráticas. Plantea la necesidad de resignificar la política y generar nuevas prácticas basadas en la participación directa y el protagonismo de las personas en la búsqueda de alternativas, que necesariamente deben surgir de relaciones horizontales, ajenas a esquemas centralizados y verticalistas que concentran el poder. La sustentabilidad sólo será posible si se devuelve el poder de decisión al pueblo.
Sin embargo, muy lejos de estas búsquedas, y en clara oposición al movimiento ambientalista, las grandes corporaciones comenzaron también a reclamar el derecho a contar con sus propios argumentos en torno a la “sustentabilidad”, a través de iniciativas como el “Consejo Empresarial para el Desarrollo Sustentable”. Hoy en día, los proyectos de monocultivos sustentables son sus descendientes directos.
¿Palma aceitera sustentable?
La palma aceitera es el más productivo y versátil de todos los cultivos aceiteros. Una hectárea del cultivo puede producir cinco toneladas de aceite de palma crudo (APC), aceite que en su mayoría se utiliza en manufactura de alimentos y en la industria farmacéutica, la química y la cosmética. Al precio de USD 43 por barril, es el aceite vegetal más barato en el mercado internacional.
Con el crecimiento de la demanda de aceite de palma, el área de tierra dedicada a las plantaciones de palma aceitera aumentó dramáticamente en los últimos años. En Malasia e Indonesia, los mayores productores mundiales de aceite de palma, el área cultivada con plantaciones de palma aceitera aumentó cerca de un 40% desde principios de la década del 90[2]. Indonesia planea crear la plantación de palma aceitera más grande del mundo, con un área aproximada de tres millones de hectáreas, en Borneo. Y ha firmado recientemente un acuerdo de financiación por un monto de $8 mil millones con el China Development Bank para desarrollar otra plantación de palma aceitera, con una superficie igual a la mitad del territorio de los Países Bajos.
Este aceite barato conlleva costos que están ocultos. En su mayor parte, el aceite de palma proviene de plantaciones de monocultivos industriales de palma aceitera que son célebres por el uso de pesticidas y por las condiciones de trabajo precarias. Adicionalmente, las nuevas plantaciones de palma aceitera son desarrolladas por lo general en bosques tropicales. Solamente en Malasia, las plantaciones de esta palma fueron responsables del 87 por ciento de la deforestación entre 1985-2000[3].
La conversión de bosques en plantaciones de monocultivos conduce a una pérdida irremplazable de biodiversidad y, en Malasia, diversas especies de mamíferos, reptiles y pájaros se han perdido por completo a causa del crecimiento de la palma aceitera. Pero el desmonte de los bosques no ha interferido solamente en el hábitat del reino animal. En tanto la expansión de las plantaciones de palma aceitera invade tierras de uso nativo, las comunidades indígenas son regularmente desplazadas y despojadas de su sustento, cuya base es el bosque, poniendo en peligro su identidad y su supervivencia misma como pueblos.
Ante la creciente crítica internacional, la Mesa Redonda sobre Palma Aceitera Sustentable (RSPO, por su sigla en inglés) fue fundada, supuestamente, para fijar un nuevo curso para la industria: el “sustentable”[4]. Su objetivo es definir una serie de principios y criterios que atiendan las cuestiones sociales y ambientales ligadas al aceite de palma. Pero los grupos y las coaliciones locales desconfían, especialmente con la participación de ONGs que, ellos creen, son simples maquillajes de las industrias extranjeras.
¿Tornando verde a la industria o industrializando “lo verde”?
La historia de la Mesa Redonda se remonta al año 2001, cuando la WWF (World Wide Fund for Nature) designó a un consultor holandés para evaluar las posibilidades de cooperación informal entre los actores de la industria del aceite de palma para responder a las preocupaciones de la sociedad civil acerca de las plantaciones de palma aceitera. La primera reunión contó con la presencia de Aarhus United UK Ltd, Golden Hope Plantations Berhad, Migros, Malaysian Palm Oil Association, Sainsbury’s, Unilever y WWF, en el año 2002[5].
Desde entonces, neuvas organizaciones se han unido a la Mesa y, en noviembre de 2005, compuesta ahora por aproximadamente un centenar de miembros, llevó a cabo su tercera reunión, en donde presentó los Principios y Criterios para la Producción Sustentable de Palma Aceitera de la RSPO. Algunos elementos de los Principios y Criterios incluyen:
I- certificación: que la cadena de suministros utilice solamente aceite de palma proveniente de fuentes sustentables / responsables
II- consentimiento previo informado: que las comunidades locales sean consultadas acerca del proyecto y que el consentimiento otorgado por ellas no sea pagado
III- cuidado por el ambiente: que no se realicen quemas en las zonas que se desmontan en función de las plantaciones
La intención de esta Mesa es atraer partes interesadas – agricultores, molineros, manufactureros, financistas, y representantes de ONGs sociales y ambientales – para generar una demanda de “palma aceitera sustentable”. Los promotores afirman que, reorientando la demanda, se logrará mejorar el suministro.
Pero en el marco del debate sobre sustentabilidad, no existe manera de que la RSPO evada su contradicción inherente. El problema de la producción industrial de aceite de palma es que depende de plantaciones a gran escala de palma aceitera que difícilmente puedan ser consideradas sustentables. Una plantación de palma aceitera es un monocultivo intensivo que se basa en gran medida en insumos tales como fertilizantes y pesticidas. Requiere de vastas franjas de tierra, las cuales tiende a tomar de bosques naturales y nativos. Y, en tanto agota rápidamente la fertilidad del suelo, debe expandirse constantemente o trasladarse a otras áreas. Las plantaciones de palma aceitera son tan dañinas que suelen ser abandonadas luego de 25 años.
Esta constante expansión de plantaciones de palma aceitera es la base de los conflictos entre la industria y las comunidades locales. En el Estado malayo de Sarawak, por ejemplo, la mayoría de los 130 casos de disputa por la tierra en curso se relacionan con la conversión de tierras de uso nativo por compañías malayas de aceite de palma[6]. Pero el punto principal para las compañías miembro de la RSPO es que no aprobarán ninguna medida que ponga en peligro sus fuentes de aceite de palma. No sorprende entonces que los Principios y Criterios de la RSPO no mencionen la posibilidad de detener la expansión de las plantaciones de palma aceitera o la reducción mundial de consumo de aceite de palma. La RSPO sencillamente no obstaculizará la expansión continua de plantaciones de palma aceitera sobre bosques biodiversos y tierras de pueblos indígenas, aún si esto deja en el ridículo sus intenciones de promover aceite de palma “sustentable”.
La actual prioridad de la RSPO es que la sustentabilidad del aceite de palma sostenga la producción de palma aceitera no sustentable. Se sienta alegremente de brazos cruzados a proclamar Principios y Criterios o a abogar por “mejores prácticas de gestión”, pero cuando de desarrollar cultivos de palma aceitera sustentable se trata, la RSPO deja a los productores la milagrosa tarea de descifrar cómo convertir el agua en vino.
Relaciones peligrosas
¿Por qué están entonces algunas ONGs procurando ser miembros de la RSPO? Algunas ONGs de Indonesia ven esa relación como una estrategia para influenciar a los sectores gubernamentales indonesios posicionados en pro de la inversión. Hay también quienes creen que las ONGs pueden erigirse en las voces de la comunidad y ser el puente hacia la industria de palma aceitera. Una ONG afirma que algunas comunidades locales están ahora mejor posicionadas para ser escuchadas por la industria de palma aceitera debido, justamente, a la participación de ONGs en la RSPO. Algunas ONGs esperan obtener beneficios en cuestiones específicas, como por ejemplo la mejora de las condiciones para los trabajadores en las plantaciones.
Pero hay quienes consideran que este es un vínculo peligroso; las comunidades indígenas en particular. Afirman que existen muy pocos grupos en representación de los intereses de mucha gente afectada. Mientras cada miembro tiene derecho a un voto -siempre y cuando pague la tasa anual de membresía equivalente a USD 2.600- del total de 103 miembros de la RSPO, ni uno sólo de ellos es representante de comunidades locales o pueblos indígenas. Hay 11 ONGs formando parte de la Mesa, pero la gran mayoría de los 92 miembros restantes representan a sectores varios de la industria.
Existe, adicionalmente, una preocupación aún más importante en torno a la RSPO. Algunos sectores la ven como una estrategia de la industria para debilitar la oposición a la expansión de la producción de palma aceitera. En Papúa Nueva Guinea, en donde un tratado preferencial de comercio con la Unión Europea atrae los intereses de desarrollo de palma aceitera de inversores extranjeros, una coalición de grupos y comunidades locales han exigido a la RSPO retirarse del país. La coalición emitió una declaración cuando representantes de la RSPO visitaron el país en 2005[7]. La declaración criticaba a la RSPO por desviar la atención pública de los daños sociales y ambientales causados por la palma aceitera y por debilitar a los integrantes de las comunidades y las organizaciones locales. De acuerdo a la experiencia de la coalición, y a la de otros grupos de las vecinas Malasia e Indonesia, la palma aceitera “causa inevitablemente conflicto social y contaminación ambiental, y priva a las comunidades locales del derecho a hacer uso de sus tierras para su propio desarrollo económico y social”.
Soja sustentable, soja responsable – Más soja
“La expansión de la soja en América Latina representa una reciente y poderosa amenaza sobre la biodiversidad del Brasil, Argentina, Paraguay, Bolivia y Uruguay. La soja transgénica es ambientalmente mucho más perjudicial que otros cultivos porque además de los efectos directos derivados de los métodos de producción, principalmente del copioso uso de herbicidas y la contaminación genética, requiere proyectos de infraestructura y transporte masivo (hidrovías, autopistas, ferrovías y puertos) que impactan sobre los ecosistemas y facilitan la apertura de enormes extensiones de territorios a prácticas económicas degradantes y actividades extractivistas. La producción de sojas resistentes a los herbicidas conlleva también a problemas ambientales como la deforestación, la degradación de suelos, polución con severa concentración de tierras e ingresos, expulsión de la población rural a la frontera amazónica o áreas urbanas, fomentando la concentración de los pobres en las ciudades. La expansión sojera distrae también fondos públicos que podrían haber sido destinados a la educación, la salud o la investigación de métodos agroecológicos alternativos de producción.”[8]
La Mesa redonda de Soja Sustentable desarrolló su primera reunión en Foz do Iguazú, Brasil, los días 17 y 18 de marzo de 2005, reuniendo a una serie de ONGs y corporaciones. Al igual que en la RSPO, a cuyo modelo respondía, los principales actores fueron la WWF y empresas como Unilever. También estuvieron presentes en el comité organizador el Grupo André Maggi de Brasil, la cadena suiza de supermercados COOP, la agencia alemana para el desarrollo Cordaid y la Federación de Asociaciones de Pequeños Agricultores del sur de Brasil (Fetraf-Sul/CUT).
La iniciativa inmediatamente tropezó con la crítica generalizada de la sociedad civil y las organizaciones campesinas, quienes organizaron un contra-encuentro paralelo, en el que se cuestionaron los fundamentos de la propuesta y donde se denunció el “gatopardismo empresario” bajo la consigna “No a la Soja Sustenatble”. En este Contraencuentro las organizaciones participantes manifestaron en el documento final que "le decimos NO a la mentira de la sustentabilidad de la soja, afirmada oficialmente en la mesa redonda de soja sustentable en Foz de Iguazú, a partir de los intereses de los países del Norte y de los empresarios de los agronegocios, con el apoyo escandaloso de grandes ONGs, que se dicen ambientalistas, nacionales e internacionales. Donde hay monocultivos no puede existir sustentabilidad, donde hay agronegocios no pueden existir campesinos". En el documento los campesinos establecen también la denuncia de "los agronegocios como responsables por la mercantilización de la vida y de la tierra. Denunciamos a los gobiernos de América Latina por la exclusión de la reforma agraria de las políticas de Estado. Resistimos como pueblos indígenas y campesinos en la defensa de las culturas, de los territorios y de las economías tradicionales. Construimos una indispensable unidad en las luchas con los movimientos sociales urbanos"
Esta resistencia popular obligó a la industria a dejar de trabajar en el proyecto de “Soja Sustentable” por unos meses e incluso a bloquear temporalmente la página Web del proyecto. Sin embargo, poco tiempo después, el proyecto resucitó con un nuevo nombre, “Soja Responsable”, y ya está fijada una segunda reunión para agosto de 2006, en Asunción, Paraguay.[9]
Mientras tanto, otras iniciativas de ONGs-corporaciones están aún activas. La “Articulación Soja”, en el centro de Brasil, promueve la “producción de soja de bajo impacto social y ambiental”, y propone una serie de “criterios para la responsabilidad social de las compañías que compran soja”. Cargill y The Nature Conservancy, una ONG con base en Estados Unidos, cuentan asimismo con su propio “proyecto demostrativo de `servicio de proveedores externos responsables´ para soja que pretende ser un estímulo para la protección de valiosos recursos ambientales en los alrededores de la región de Santarém”. El objetivo último de este proyecto es “definir y desarrollar estrategias aceptables en la tarea de asistir a todos los agricultores de la región para que den cumplimiento absoluto a la legislación ambiental de Brasil”. La iniciativa de Cargill fue ampliamente rechazada por el FBOMS ( Foro Brasilero de ONGs y Movimientos Sociales), que se reunió durante la edición de la COP8 del Convenio sobre Diversidad Biológica en Curitiba, Brasil, durante marzo de 2006.
Los monocultivos industriales no son sustentables
La sustentabilidad es un sin sentido si no surge del respeto básico por las vidas de las comunidades y sus medios. La producción mercantil de monocultivos industriales carece por completo de tal respeto. Vemos en consecuencia que los proyectos de monocultivos sustentables siempre son concebidos y definidos por aquellos que detentan el poder económico. Por lo tanto, están siempre adaptados a la producción agroindustrial de commodities para la exportación, lo cual inevitablemente reemplaza la producción local de alimentos por la industrial o la de piensos, que poco tienen que ver con las necesidades de la comunidad. De esta manera, los proyectos contribuyen a romper la solidaridad, el intercambio y el control autónomo propios del tejido social, ejes fundamentales de los sistemas locales de producción alimentaria, obligando a las comunidades a depender del “mercado” para abastecerse de alimento. Dentro de estos proyectos de agricultura industrial, no hay lugar para los campesinos y sus sistemas agrícolas. Los monocultivos, además, atentan por definición contra la diversidad –otro elemento crítico de la sustentabilidad. No importa cuánto traten de autoregularse o “mejorarse”, siempre generarán impactos irreparables sobre las comunidades, los ecosistemas y el suelo. A escala global, esta reducción del suministro mundial de alimentos a unos pocos monocultivos -suministro que descansa sobre una plataforma genética sumamente estrecha de semillas genéticamente modificadas y patentadas- plantea enormes e impredecibles riesgos para el sistema alimentario mundial, y para los pobres del mundo en particular.
Por supuesto, tales cuestiones fundamentales no están planteadas en las “alianzas” existentes entre corporaciones, ONGs y agricultores para fomentar los proyectos de monocultivos sustentables. No existen visiones ecosistémicas, sólo puntos de vista fragmentados. Tampoco existe interés genuino alguno en ir más allá. Las comunidades afectadas que podrían atestiguar sobre sus problemas fundamentales, por lo general no son informadas, asesoradas e incluidas acerca de y en estos proyectos de manera adecuada. Más bien, los proyectos generalmente intentan persuadir a las organizaciones locales a través de prebendas. Cuando el dinero entra en escena, ciertamente, el “consenso” acordado sólo beneficia a unos pocos. El objetivo de la sustentabilidad se convierte, de este modo, en poco más que un ejercicio de mejoramiento de la imagen social de la industria.
Las organizaciones locales se están manifestando contra el intento de utilización que los agronegocios hacen de la “sustentabilidad” como una cortina de humo para la continua explotación, saqueo y destrucción de sus tierras. Han dejado en claro que, a menos que el punto de partida de cualquier proyecto sea la plena y activa participación de las comunidades locales, de modo que exista respeto por sus propias formas de organización, es completamente absurdo imaginar un resultado “sustentable”.
En estos tiempos de luchas globales no debemos olvidar que es en cada comunidad y en cada espacio local en donde se gestó la agricultura. Y será allí, con sus propias particularidades, desde la tierra y desde el alma de las campesinas y los campesinos que aún siguen dialogando con ella, donde se gestarán las respuestas que estamos buscando.
Páginas Web sobre monocultivos “sustentables”
Our solutions: Forest Conversion Initiative
Round Table on Responsible Soy
Responsible Sourcing in the Amazon: A partnership between Cargill and The Nature Conservancy
Contra Encuentro Iguazú - Contra el gatoverdismo empresario de la industria sojera
Referencias
[1] Argentina Sustentable, aquí
[2] La industria de palma aceitera, página Web de la RSPO, aquí
[3] Palm Oil, the survival of the orang-utan and UK company law reform, Friends of the Earth, May 2006, aquí
[4] Ver "Energy and Oil Palm", The Ram's Horn #235, Febrero 2006: aquí
[5] RSPO, "History of RSPO": aquí
[6] Hillary Chiew, "Disappearing haven," Malaysian Star, 27 de diciembre 2005: aquí
7] “Palm Oil Not welcome in PNG”, comunicado de prensa conjunto, 18 de abril 2005, aquí
[8] M. Altieri y W. Pengue, "La soja transgénica en América Latina: una maquinaria de hambre, deforestación y devastación socioecológica", Revista Biodiversidad, sustento y culturas Nº 47, enero 2006, aquí
[9] Responsiblesoy.org
Publicado en: GRAIN - A Contrapelo.
A contrapelo es una serie de hojas informativas, con notas breves de opinión sobre tendencias y acontecimientos recientes de los temas que trabaja GRAIN. Cada una concentra su atención en un tópico específico y oportuno. Las publicaciones de GRAIN: www.grain.org/publications/
Traducción: María Eugenia Jeria, para Acción por la Biodiversidad