Los monocultivos incendian Chile
La decisión del Estado y las empresas de cambiar las especies vegetales nativas por plantaciones extensivas de pinos, eucaliptos y acacias trae costos que se miden no sólo en pérdida de diversidad y suelos, sino en vidas humanas, como lo demuestra el reciente incendio en Valparaíso.
Chile. El incendio ocurrido en Valparaíso es un claro ejemplo de lo que ocurre en diversos puntos del centro sur de Chile, con respecto al enorme riesgo que generan los monocultivos de plantaciones industriales de pinos y eucaliptos (y acacias también, en zonas más centrales). El puerto está rodeado de estas especies y son causa directa de fuego del que fueron víctimas miles de habitantes que perdieron todo.
“Uno de los principales factores de riesgo del sector corresponde a la gran cantidad de plantaciones forestales y quebradas colindantes, debido a que los incendios de origen forestal avanzan por las quebradas, que funcionan como verdaderas chimeneas, hasta llegar a zonas urbanas”, señala el diario electrónico El Desconcierto, que agrega: “Cada año vemos cómo, principalmente en las regiones centrales de Chile, cientos de incendios forestales consumen miles de hectáreas de plantaciones y bosques, y en ocasiones la vida y hogares de personas. Esta vez, el foco del incendio que arrasó brutalmente los cerros de Valparaíso se encuentra rodeado por las plantaciones forestales pertenecientes a la empresa Forestal Valparaíso S.A”.
El Estado chileno, junto a empresas ligadas al negocio de la madera, son responsables de los mega incendios que ocurren en este tiempo en Chile. En primer lugar, porque introdujeron en los diversos territorios especies exóticas como el pino y los eucaliptos, que secan las tierras, succionan las napas subterráneas y generan verdaderos desiertos donde, sumado a las temperaturas y la resequedad de sus estructuras, principalmente de los pinos, se vuelven un peligro constante para focos de incendio.
No es casualidad que casi la totalidad de los siniestros surjan en medio de plantaciones forestales de pinos y eucaliptus. Monocultivos de una misma especie, plantados a una razón de mil 600 árboles aproximados por hectárea, extraen enormes cantidades de agua, y secan y erosionan el suelo como consecuencia de la destrucción y desplazamiento total o parcial del bioma original de pradera, bosques y/o montes destinados a la extracción forestal. Esto a la larga se traduce en la disminución de las napas freáticas –producto de las diferencias en la masa de follaje sobre la tierra, el sistema radicular, la tasa de crecimiento, el consumo de nutrientes, las relaciones e intercambios con la atmósfera y la alteración de los ciclos de nutrientes, de energía, de carbono y de agua–, y deja a su paso un rastro de problemas sociales, como el deterioro de suelos agrícolas contiguos, la emigración rural, conflictos por tierras y aguas (por lo general antiguamente utilizadas por el pueblo mapuche en el centro sur de Chile), empleos de mala calidad y cuestiones ambientales, como la erosión y contaminación de suelos, pérdida de biodiversidad, fragmentación de ecosistemas y deterioro del paisaje, entre otros.
El Desconcierto agrega que “además, especies como el pino segregan trementina, una sustancia inflamable que con la exposición al calor puede propagar o iniciar incendios. Se suman a esta situación los nulos resguardos, tales como cortafuegos con dimensiones acordes a la realidad nacional, donde cerca de 2.9 millones de hectáreas de plantaciones forestales se encuentran entre la región de Valparaíso y la Araucanía, donde un 68 por ciento corresponde a monocultivos de la especie pino (Pinus radiata) y 23 por ciento a eucalipto (Eucalyptus spp.). En Canadá, país forestal por tradición, los cortafuegos miden 1.6 kilómetros de ancho, mientras que en Chile se confunden con las vías de saca (caminos utilizados para sacar los troncos talados en camiones)”.
Existe una ofensiva de sectores de la industria forestal y políticos por aumentar las plantaciones, que superan las 3 millones de hectáreas, y pretenden doblarlo contra todo sentido común. Cabe recordar que en la temporada estival del 2012 se desataron diversos incendios sobre miles de hectáreas entre las regiones del Bio Bio y la Araucanía, actos criminales cuyos responsables son las empresas y el Estado chileno. Esto tuvo como consecuencia la muerte de siete brigadistas de la empresa Forestal Mininco en la zona de Carahue, cerca de 250 casas destruidas en diversas zonas, un hombre muerto por negarse a una evacuación, entre varias otras, mientras los empresarios y el gobierno de turno intentaron culpar a móviles mapuche.
Valparaíso, rodeado de inflamables plantaciones
Valparaíso está rodeado de estas plantaciones, que colindan con sus cerros y poblaciones. El riesgo sigue. Mary T. Kalin Arroyo, premio nacional de Ciencias 2010 y directora del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) de la Universidad de Chile, publicó recientemente en el diario La Tercera: “Un aspecto poco mencionado (con respecto al incendio en el puerto) es la composición de la vegetación natural de las colinas de Valparaíso, que es el típico matorral chileno, si bien inflamable, no tanto como especies exóticas (eucaliptos, pino y acacia) que han sido sembradas en la zona. El Eucalyptus globulus es considerado una de las plantas más pirofíticas del mundo. Las hojas contienen compuestos volátiles que localmente producen incendios explosivos. Una vez encendida, la corteza se desprende, produciendo focos adicionales. Los pinos tienen un alto contenido de resina en las hojas. La Acacia delata, que es común en Chile central, está incluida en la lista de plantas más inflamables de Tasmania, de donde es nativa”.
La académica Kalin Arroyo sostiene que “similares tragedias se han vivido en California (Estados Unidos), donde también se encuentra mucho eucalipto, pino y acacia. Por ejemplo, un incendio en la vecindad de Oakland en 1991 destruyó más de 3 mil casas, con 25 vidas perdidas. Hoy está en marcha un programa para remover eucaliptos, pinos y acacias de mil hectáreas, con la idea de reemplazar dichas especies por especies nativas. El costo del programa es de 5.6 millones de dólares, monto que evidentemente es mínimo comparado con los 1.5 billones de dólares (1.5 mil millones) del daño físico causado por el incendio, sin hablar del incalculable impacto emocional…Hay que sacar lecciones”.
El autor es periodista y colaborador de Mapuexpress.
27 de abril 2014
Fuente: Desinformémonos