Los vuelos de la sequía: lo que queda cuando cortan las lluvias
En la Sierra de Ancasti, Catamarca, los ríos se secan, las vertientes desaparecen y la sequía avanza sin tregua. Mientras las comunidades luchan por preservar su acceso al agua, los testimonios de vecinas y vecinos señalan una realidad alarmante: la manipulación climática. Desde hace años, aviones sobrevuelan la región en medio de tormentas, y las lluvias, que antes renovaban el ciclo de la vida, se desvanecen. Entre el cambio climático, el extractivismo y la intervención sobre el clima, el agua se convierte en un bien cada vez más escaso. ¿Hasta cuándo podrán resistir los territorios ante este saqueo silencioso?
El departamento de Ancasti, un paraíso catamarqueño ubicado a 90 km de la ciudad capital, es un lugar donde la naturaleza, en su estado más puro y con escasa intervención humana, conforma uno de los espacios con mayor biodiversidad de Catamarca. Con vastas extensiones de monte y bosque, se preserva como un pulmón verde indispensable en estos tiempos. Sin embargo, hay una realidad ineludible: desde hace años, esta región está siendo despojada de su agua. Tal es la gravedad de la situación que 2025 marca el tercer año consecutivo sin crecientes, con lluvias tan escasas que apenas logran aumentar el caudal de los ríos. El calor extremo de los últimos años, en directa relación con el aumento global de las temperaturas debido a la crisis climática, y la falta de recuperación hídrica por la ausencia de precipitaciones, dejan a estos ríos con apenas unos días de vida antes de convertirse en charcos estancados.
Ancasti y su población han mantenido una trayectoria de resistencia en defensa del agua. Desde la amenaza de la megaminería de litio hasta el desalojo de un feedlot que contaminó el cauce de uno de los arroyos más importantes de la zona, la sierra no está exenta de los extractivismos que saquean y envenenan los territorios. Manipular las lluvias es una forma más de explotación que asfixia al planeta y a la vida que sostiene.
“Cuando era chico, el río Anquincila no se podía ni cruzar. Había que ingeniárselas de todas las maneras posibles para atravesarlo”, relata Edgardo, vecino de Anquincila, una de las localidades serranas. “Las vertientes brotaban por todos lados, había meses en los que ni se podía salir de las casas en vehículo por la cantidad de barro”, recuerda, mirando al cielo. Nunca antes se había vivido un desequilibrio climático tan severo como el actual. Aunque de vez en cuando había alguna temporada seca, siempre llegaba la creciente para calmar tanta tierra agrietada.
El ciclo que ya no se renueva
La Sierra de Ancasti, con un clima predominantemente templado y húmedo en las zonas más altas, se caracterizaba por tener veranos cálidos y lluviosos e inviernos fríos y secos. Desde finales de noviembre hasta finales de febrero, ocurrían al menos tres grandes crecientes, con millones de litros de agua capaces de saciar la sed de la sierra. A partir de marzo, las lluvias otoñales saturaban la tierra. Incluso hubo años en los que el sol apenas se asomó en toda la temporada. Así, el Ancasti se cubría con la “nuboselva”, como se le llama en el lugar a la densa niebla que domina el paisaje.
Este ciclo de humedad daba paso a inviernos sin lluvias, pero con ríos cargados. En primavera, los vientos intensificaban la sequía, aunque el ciclo natural se renovaba, devolviendo vida a los veranos colmados de agua. Y lo más importante es que estas condiciones climáticas alimentaban el ciclo de la vida, permitían a sus habitantes, cultivar hortalizas, maíz e incluso trigo, además de sostener la crianza de animales de pastura como vacas, ovejas y cabras, una actividad fundamental para la economía local.
Sin embargo, desde hace casi 20 años, estos ciclos dejaron de renovarse. Las causas son muchas y están relacionadas: fenómenos climáticos globales como El Niño y La Niña, la deforestación para el monocultivo en zonas limítrofes, que altera el clima de la región, y la crisis climática. Pero hay algo más que afecta a los cielos: la modificación del clima
“Nos están cortando las lluvias”
Tras una gran sequía que alcanzó su punto más crítico en 2012, las vecinas y vecinos de la zona empezaron a movilizarse a través de diferentes asambleas y encuentros, realizando los primeros reclamos sobre la manipulación del clima que estaban viviendo. A principios de 2013, el ciclo del agua comenzó a recuperarse y, hacia finales de 2016, volvieron a fluir vertientes que llevaban años secas. Sin embargo, hoy en día, la mayoría de esas vertientes se han vuelto a secar por completo.
“Una noche, a eso de las 2 de la mañana, estábamos en el patio viendo cómo se formaba la tormenta, con rayos y relámpagos, cuando de repente se escuchó el avión y, al minuto, el cielo se abrió”, cuenta Juan Manuel Carrizo, recordando un episodio de enero de 2024 mientras visitaba a su familia en la Villa de Anquincila. Agregó que esa no es la primera ni la única vez que se escucharon aviones desarmando tormentas. Este testimonio se repite una y otra vez; es una realidad innegable que está transformando el clima y la vida de toda una región que depende de las lluvias.

Este año, las y los vecinos de Ancasti fueron testigos de la formación de grandes tormentas. Mientras localidades vecinas sufrían temporales, como en Capayán y Fray Mamerto Esquiú, en Ancasti, entre los truenos, se escuchaban los motores de los aviones, y las tormentas desaparecían, a veces sin caer ni una gota de agua, y otras veces con lluvias extremadamente escasas. El panorama de este verano ha sido desolador: ríos completamente secos en plena temporada de lluvias, los cultivos reducidos a pequeñas plantas por la falta de humedad, o campos completamente agrietados y áridos. Los balnearios naturales que se forman en la temporada turística dejaron de existir, afectando gravemente la economía regional. Además, los cortes de agua también se hicieron presentes este verano, obligando a muchas localidades serranas a depender de camiones cisterna que recorren grandes distancias para entregar agua.
La manipulación del Clima: una realidad innegable
La manipulación del clima se produce en diferentes escalas globales. En nuestro país, se ha llevado a cabo principalmente a través de la siembra de nubes con el supuesto objetivo de mitigar el granizo. Esta técnica consiste en introducir yoduro de plata en las nubes, con el fin de reducir el tamaño de las gotas de lluvia y evitar la formación de granizo. En Mendoza, por ejemplo, el Sistema de Mitigación de Granizo ha empleado esta práctica durante décadas, dispersando el yoduro mediante aviones y generadores terrestres. Aunque algunos agricultores consideran que ha ayudado a proteger sus producciones, la efectividad a largo plazo es cuestionada. Además, existe preocupación por el posible impacto ambiental, ya que las intervenciones podrían estar alterando los ciclos naturales de lluvia y acumulando compuestos no deseados en los ecosistemas.

Cecilia Sustersic es Licenciada en Comunicación Social y docente en la Provincia de San Luis, especialista en Ambiente y Geoingeniería e integrante de la organización CLAMA (Cielos Limpios en América Monitor Ambiental), para ella, “empresarios agrícolas, mineros y otros sectores económicos recurren a estas herramientas para adaptar el clima a sus necesidades, lo que agrava la desigualdad y profundiza el impacto en comunidades vulnerables”. CLAMA es un movimiento integrado por personas de diferentes partes del país, y que trabaja en conjunto con organizaciones internacionales. Sus integrantes, que desde el año 2009 investigan y denuncian la manipulación climática, están acompañando a las comunidades afectadas de Argentina, especialmente en las provincias de Mendoza, San Juan, San Luis y La Rioja.
Una posibilidad ante tanto yoduro
En otras provincias como San Juan y San Luis, se han implementado leyes que regulan o prohíben la manipulación artificial del clima, especialmente en lo que respecta a la siembra de nubes y el uso de cañones antigranizo.
En mayo de 2024, la Legislatura de San Juan aprobó una ley que suspende por 30 meses el uso de cualquier técnica destinada a alterar artificialmente el ciclo hidrológico durante las etapas de condensación y precipitación. Antes de esta ley, el Movimiento Interprovincial por el Agua del Cielo (MIPAC) expresó su preocupación ante los legisladores sobre el uso de tecnologías como los “rompetormentas”, que alteraban las precipitaciones en favor de ciertos intereses agrícolas, afectando a pequeñas comunidades y sus producciones.
En noviembre de 2024, San Luis también promulgó la Ley IX-1148, que prohíbe el uso de cualquier técnica, actividad, mecanismo, sistema o tecnología destinada a alterar o modificar artificialmente las fases atmosféricas del ciclo hidrológico, especialmente durante las etapas de condensación y precipitación.
Estas leyes se lograron gracias a los esfuerzos articulados de las agrupaciones vecinales y comunidades que, hasta el día de hoy, siguen resistiendo para proteger los cielos limpios. Con este antecedente, en 2024, los habitantes de los Departamentos de Ancasti y Portezuelo, en Catamarca, llevaron a cabo un extenso monitoreo de sus cielos y denunciaron ante la Policía Aeroportuaria de Catamarca la presencia de aviones en la región en momentos previos a una precipitación, que luego fue desarmada. En ese contexto, realizaron un pedido de información, pero hasta el momento no han obtenido respuestas.
Con la sequía en la Sierra de Ancasti cada vez más acuciante, vecinas y vecinos organizaron dos charlas informativas junto a la Licenciada Cecilia Sustersic, programadas para los días 28 y 29 de marzo en la Villa de Ancasti y Anquincila. Estas reuniones surgen con la urgencia de abordar de manera colectiva las alternativas para enfrentar esta grave problemática y evitar que las lluvias continúen siendo interrumpidas.
La situación en la Sierra es crítica, con un impacto que va más allá de lo local. La falta de lluvias y la disminución de las reservas de agua ponen en riesgo el acceso al agua potable en ciudades como Icaño y Recreo, que dependen directamente de las cuencas hídricas de la región. Ante esta realidad, es fundamental que las comunidades se informen, se organicen y actúen de manera colectiva. La manipulación climática es una realidad y forma parte de la serie de extractivismos que azotan nuestros territorios. Despojar a los pueblos del agua, interrumpiendo sus lluvias, es parte de una agenda de saqueo y entrega. ¿Cuánto tiempo más podrán resistir las comunidades antes de que sus ríos se sequen por completo? Es urgente frenar este avance, encadenado como siempre a un sistema que agota los recursos vitales, la tierra y el agua.
Fuente: Marcha