La Revolución de los Cuidados: tácticas y estrategias
Los mercados han ocupado el centro del sistema y la vida está amenazada, por ello esta semana animamos a situar la sostenibilidad de la vida en el centro, como ética y como derecho, a concebir que lo personal es político, a pasar de lo individual a lo colectivo y a aceptarnos como seres vulnerables e interdependientes, ya que ningún ser humano sería capaz de sobrevivir sin el resto.
Por Alicia de Blas
La entrada de hoy sigue profundizando en la temática de “ Crecer con cuidados: el juego de la Yenga”, y lo hacemos a través de la guía: La Revolución de los cuidados: tácticas y estrategias. Ambos recursos forman parte de la campaña de sensibilización, formación, movilización e incidencia política de Intered: Actúa con cuidados. Transforma la realidad
RESUMEN
En el capitalismo, los mercados han ocupado el centro del sistema y la vida está amenazada (Cap. II). A partir de esta visión, el texto pretende desintoxicarnos de esta lógica y ayudarnos a definir algunos principios: el cuidado como ética y como derecho, el paso de lo personal a lo político y de lo individual a lo colectivo y reconocernos, aceptarnos como interdependientes, ya que ningún ser humano es capaz de sobrevivir sin el resto.
Finalmente, el texto identifica tres dimensiones o ámbitos estratégicos para empezar a darle la vuelta al sistema:
1.- la dimensión reproductiva, desde la que se reivindica el cuidado como responsabilidad social colectiva.
2.- la dimensión ambiental, con la que, desde el reconocimiento de la ecodependencia, plantea modos de vida alternativos y sostenibles.
3.- la dimensión social, desde la que apuesta por la construcción de formas de organización social cuidadosas (Cap. IV).
Desarrollo del recurso:
Siguiendo el texto, se ofrecerá al alumnado las imágenes y frases que van unidas a cada epígrafe, con la intención de introducir el debate, de forma muy visual.
LA (SOSTENIBILIDAD DE LA) VIDA EN PELIGRO
A. El conflicto entre el capital y la vida
Nuestro modelo de desarrollo económico capitalista se caracteriza por la centralidad que otorga a los mercados. Y es en torno a estos mercados capitalistas que se organizan nuestras sociedades. Nuestros horarios, nuestras rutinas, nuestros hábitos alimentarios, nuestros estudios, nuestro ocio, nuestra concepción del bienestar, etc. se configuran para el mejor funcionamiento en y del mercado, para favorecer el crecimiento, en definitiva, para la acumulación del capital.
A la vez, constatamos que la vida humana es profundamente dependiente y vulnerable. Dependemos de la naturaleza (la polinización, la fotosíntesis, el ciclo del agua…), así como dependemos, en mayor o menor medida, del tiempo y la energía de otras personas puestos a disposición de nuestro cuidado.
Dicho de otro modo, los seres humanos somos profundamente interdependientes y ecodependientes, pues son los trabajos de cuidados y los de la naturaleza los que aseguran la reproducción social, los que sostienen la vida… y el mercado.
B. La organización social de los cuidados
Los trabajos de cuidados son todas aquellas actividades orientadas a la reproducción social, a sostener la vida, una vida que es vulnerable y que, si no se sostiene, no es viable. El peso de estos trabajos en nuestra sociedad no es ni mucho menos residual, minoritario, sino que supone más del 66% del tiempo total de trabajo, el equivalente a 34,74 millones de empleos. Además de su gran peso cuantitativo, es el espacio de cuidados el que asume la responsabilidad de que todo el conjunto funcione, de que la vida continúe, encajando la tensión entre un modelo centrado en el mercado y las necesidades insoslayables de los seres humanos. Hablando “en plata”, sin cuidados ni el mercado capitalista ni el resto del sistema funciona.
En nuestro entorno social y cultural la responsabilidad de sostener la vida se ha privatizado, pues se ha asignado de manera prácticamente exclusiva a los hogares, sin corresponsabilidad por parte del Estado, las empresas u otras instituciones sociales. Así mismo, esta responsabilidad se ha feminizado, pues son las mujeres, de manera remunerada o en el marco de las relaciones familiares, las que se han encargado mayoritariamente de cuidar.
C. La crisis de los cuidados
La crisis de los cuidados tiene múltiples causas que operan de manera diversa y combinada a lo largo y ancho del planeta. En el contexto de las sociedades industrializadas, y en lo que concierne fundamentalmente a las clases medias, es la incorporación de las mujeres al empleo —las mujeres de ámbito rural o de clases más desfavorecidas siempre estuvieron entrando y saliendo precariamente del mercado laboral— lo que genera un desplazamiento de parte de los tiempos y energías antes puestos al servicio de la sostenibilidad de la vida para ser puestos al servicio del mercado. También contribuyen a la crisis las extensas jornadas de trabajo, la carencia de servicios en el ámbito rural o un desarrollo urbanístico que nos hace vivir en las ciudades junto a perfectos desconocidos o nos obliga a pasar muchas horas trasportándonos para llegar al puesto de trabajo, haciendo muy difícil tejer redes de cuidados compartidos. En otras sociedades, a la incorporación de las mujeres de clases medias al empleo y a las largas jornadas laborales se suma la ausencia de las cuidadoras principales de muchos hogares por haber migrado, la dejación del Estado de sus responsabilidades o los altos requisitos de trabajo por la carencia de tecnología (como cocinas o refrigeradores) o recursos básicos (como agua o combustible).
¿Cómo cambiarían los datos, si sustituyéramos el PIB por el Índice de Progreso Genuino?
PONER LA SOSTENIBILIDAD DE LA VIDA EN EL CENTRO
¿Qué significa poner la vida en el centro?
En oposición a esa vida precarizada que no es un fin, sino un medio al servicio del crecimiento, hablamos de una vida digna de ser vivida, una vida vivible. Pero si queremos redefinir lo que significa una vida vivible, no desde los parámetros del mercado capitalista, sino desde la vida misma, no podemos acudir a las dimensiones materiales y de consumo con las que habitualmente se relaciona. Una vida vivible no se puede seguir relacionando con el bienestar material, con la comodidad o con el control y la seguridad que emanan de la buena posición social, del privilegio. Una vida buena no puede definirse por oposición a lo que es una vida precarizada, aspirando todo el mundo a estar del lado bueno, sin darnos cuenta de que uno y otro son dos caras de la misma moneda, pues el bienestar de unas personas depende de la pobreza de las otras, de la apropiación de su tiempo, su trabajo y los recursos que son necesarios para la satisfacción de sus necesidades.
Principios para una “Revolución de los cuidados”:
Principio 1: La Ética del Cuidado
Una nueva ética que sitúe el Cuidado, entendido como un valor, en equivalencia con la Justicia, las responsabilidades con los derechos, sin renunciar ni priorizar a ninguno de ellos, sino al contrario, entendiéndolos como complementos imprescindibles.
Ética del Cuidado o de la Responsabilidad no estaría biológicamente determinado ni sería en consecuencia exclusivo de las mujeres, sino que sería el resultado de la división sexual del trabajo y de la división entre lo público y lo privado que existe en el mundo social en el que vivimos.
En otras palabras, sería la experiencia de cuidar, de hacerse responsable de las necesidades de otras personas, la que favorecería un juicio moral más contextualizado y vinculado, con mayor propensión a adoptar el punto de vista del otro, a empatizar, enfatizando las responsabilidades que se dan a partir de las relaciones y la importancia de atender las necesidades concretas de los seres humanos.
Principio 2: Reconocimiento del Derecho al Cuidado
Si nuestros cuerpos son vulnerables, si las vidas de las personas dependen del cuidado de otras y otros, el Derecho al Cuidado no es más que una consecuencia del artículo 3 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”. Porque hay vidas que si no se sostienen se derrumban, es imprescindible que el Derecho al Cuidado sea reconocido como tal, no solo para ser incorporado a las múltiples declaraciones y convenios internacionales, sino para que sus titulares, quienes tienen derecho al cuidado, se reconozcan como tales y lo exijan, a la vez que se convierta en mandato y responsabilidad para quienes tienen el deber de hacerlo cumplir y, en especial, para los Estados.
Principio 3: Lo personal es político
Transformarnos para transformar el mundo, pues si bien es cierto que no toda transformación personal es política, especialmente si no tiene implicaciones más allá de lo individual, más aún lo es que toda propuesta política que no implique lo personal, que no conecte con la vida, no llegará nunca a ser transformadora.
Principio 4. Desde lo individual hasta lo colectivo.
La potencia de entender la dimensión política de lo personal es reconocer que cualquier persona hace política, que, de alguna manera, todas y todos somos “políticos/as” aunque no hablemos en el Parlamento o participemos del Consejo de Ministros/as.
La ciudadanía tiene muchas más tácticas de movilización incluyendo votar o no votar, organizarse, postular, hacer panfletos, boicotear, manifestarse, agruparse, protestar.
Principio 5 Reconocer(nos), aceptar(nos) y responsabilizar(nos).
“¿Qué puedo hacer yo?”.
No podemos sentirnos mal, “culpables” por no estar haciendo nada. Sentirnos culpables nos paraliza, nos debilita y culpar a otras personas supone otorgarles el control de nuestras acciones.
LA LÓGICA DE LA SOSTENIBILIDAD DE LA VIDA EN 3D
El enfoque de sostenibilidad de la vida sería algo así como unas lentes verdevioletas que nos ayuden a deconstruir la lógica de la acumulación del capital, la lógica del mercado, para después ayudarnos a analizar, construir o actuar de acuerdo a la lógica de la sostenibilidad de la vida. Pero esta mirada es además una mirada en 3D, pues son tres las dimensiones:
1.- Dimensión Reproductiva: Hacia la corresponsabilidad en la sostenibilidad de la vida.
Reconocernos vulnerables e interdependientes no es nada fácil en un mundo que nos invita constantemente a superar nuestros límites, como si fuéramos inmortales. Pero no, no somos inmortales, nuestros cuerpos son precarios, tienen límites, son finitos. Esto quiere decir, como hemos repetido, que de manera muy diversa necesitamos de los cuidados de otras personas para llevar adelante una vida vivible. Negando esta evidencia tal vez sea posible seguir relegando los cuidados a la esfera privatizada y feminizada de los hogares pero, una vez que reconocemos su importancia y las consecuencias de su injusta distribución, no cabe si no plantear transformaciones profundas.
- Frente a la feminización de los cuidados, construir relaciones de horizontalidad dentro de los hogares, distribuyendo de manera más equitativa los trabajos y respetando la autonomía de las personas.
- Frente a la privatización de los cuidados, socializar la responsabilidad de sostener la vida, sacando de los hogares gran parte de las actividades que en ellos se realizan, para hacer a la comunidad, al Estado, a las empresas y a otras instituciones sociales, corresponsables de las mismas.
- Frente a la precarización del empleo de cuidados, reconocer que es un “verdadero trabajo” y equiparar sus condiciones laborales y de protección social a las de cualquier otro tipo de empleo.
- Frente a la globalización de los cuidados, reconocer la deuda contraída con otras sociedadespor la apropiación de sus tiempos y energías para el cuidado, asumir el peso de nuestro propio modelo civilizatorio como vía para empezar a transformar dichos modelos y compensar, en la medida de lo posible, a otras comunidades y sociedades por el impacto sufrido por la conformación de las Cadenas Globales de Cuidado.
- Flexibilizar la concepción del hogar, que no se limite a la familia tradicional, sino que pueda establecerse de manera libre y elegida. Hogares diversos que reflejen la diversidad.
2.- Dimensión Ambiental. Hacia modos de Vida Sostenibles.
Adaptar nuestro modo de vida para no incurrir en deuda ambiental, es decir, para no consumir más materiales y energías de los que el planeta es capaz de regenerar.
Algunas posibles acciones:
- Limitación en nuestro uso de energías, materiales y tiempos.
- Revalorización de los saberes tradicionales, de aquellos que nos permitían vivir en mayor equilibrio con el planeta, fluyendo en sus propios ciclos y no tratando de alterarlos para ponerlos a nuestro servicio.
- Relocalización económica para volver a la producción local. Es decir, volver a acercar el lugar donde se producen o, hablando con propiedad, donde se extraen y transforman los productos que consumimos con el lugar en que los consumimos.
- Promover una nueva cultura de consumo basada en las pequeñas producciones locales, además de en la reutilización y el intercambio.
El tiempo es una de las claves para llevar una vida sostenible, con tiempos distribuidos de manera más justa y equilibrada.
3.- Dimensión Social: hacia la “ciudadanía”
La competitividad, como medio para favorecer el crecimiento y la superación de límites, es uno de los valores sagrados del sistema capitalista. La competencia que enfrenta a unas personas con otras, a unos colectivos con otros, a unos Estados con otros, para teóricamente sacar lo mejor de sí mismos, está también en la raíz de la violencia y la desigualdad. Y, junto a la competitividad, el individualismo.
Si la ciudadanía es hoy una ciudadanía mercantilizada, más cercana al “consumo, luego existo” que al ideal democrático, la propuesta de poner la vida en el centro pasa necesariamente por proponer un nuevo pacto social basado en el derecho universal al cuidado: la “cuidadanía”.
El empoderamiento es el proceso por el cual las personas se hacen conscientes sobre cómo las relaciones de poder operan en sus vidas y ganan autoconfianza y la fuerza necesaria para expresar sus necesidades y movilizarse para exigir sus derechos, a la vez que se involucran en la toma de decisiones para la mejora de sus vidas.
Fuente: Tiempo de Actuar