La geopolítica de los agrocombustibles

"Los agrocombustibles y toda la generación de energía a través de la biomasa tal como viene sido promovida por gobiernos, corporaciones, agencias de ayuda, las Naciones Unidas, las instituciones financieras internacionales y demás agentes interesados en su producción a gran escala y en su comercio internacional - no cambian, sino que perpetúan el modelo de producción y consumo de la civilización moderna, urbana y industrial que ha generado inequidad, guerra, destrucción ambiental... El impulso prioritario de los agrocombustibles como substitutos paulatinos del petróleo, es mantener la circulación global de mercancías y la demanda ambientalmente insustentable de energía y materias primaspara promover como ideal universal el patrón de vida de las sociedades del Norte, en su lógica histórica de dependencia y explotacióncolonial sobre los ecosistemas y pueblos del Sur."

Documento de posición del Sur Global sobre Soberanía Alimentaria, Soberanía Energética y la transición hacia una sociedad post-petróleo.
Convocadas a la primera reunión de trabajo para discutir sobre los agrocombustibles y el reto del “desarrollo” en una sociedad post-petrolera, las organizaciones reunidas en Ecuador, latitud 0, del 27 de junio al 01 de julio de 2007, invitamos al debate desde el Sur Global en los siguientes términos:

Denominados apropiadamente por los movimientos sociales como AGROCOMBUSTIBLES, los llamados “biocombustibles” y toda la generación de energía a través de la biomasa tal como viene sido promovida por gobiernos, corporaciones, agencias de ayuda, las Naciones Unidas, las instituciones financieras internacionales y demás agentes interesados en su producción a gran escala y en su comercio internacional - NO cambian, sino que PERPETUÁN el modelo de producción y consumo de la civilización moderna, urbana y industrial.

La crisis ecológica y energética que se impone sobre todo el Planeta, junto a la urgencia ineludible de frenar el calentamiento global y dar paso a una transición hacia una sociedad y una economía post-petrolera, nos obligan a un análisis más profundo y a generar cambios políticos realmente transformadores.

Reconociendo que tenemos una tarea necesaria de buscar energías alternativas, es imprescindible plantear la estrategia global en curso de promoción febril de laagro- energía en sus términos estructurales.

Los hidrocarburos son la principal fuerza motriz de la economía globalizada, donde la extracción y control de los combustibles fósiles tiene intrínseca relación con las redes de poder que controlan el mundo a través del control de la energía. Además, podemos ratificar que en esta civilización petrolera las principales desgracias, catástrofes climáticas, guerras, hambrunas, desplazamientos forzados y la esclavitud están vinculadas precisamente al control militar del territorio y de la energía fósil.

La matriz energética/industrial basada en combustibles fósiles, que sustenta la actual civilización urbana industrial y el estado de desarrollo se encuentra en crisis. Vivimos en el momento en el que estas fuentes de energía estén agotándose, por lo que el capitalismo imperativamente busca nuevas formas de generación de energía, incluyendo los agrocombustibles. Desde nuestra perspectiva como países agroexportadores del Sur, sometidos a esta condición bajo la lógica de la deuda externa y de nuestra historia colonial, los agrocombustibles profundizan el modelo del agronegocio y de la agricultura industrial, entendida como la sumatoria de monocultivos, biotecnología, agrotóxicos y capital financiero y exportación.

Los agrocombustibles significan la instalación de una nueva geopolítica global

1. Antecedentes y ejes de resistencia: La Soberanía Alimentaria

El modelo de agricultura industrial iniciado con la Revolución Verde es petro-dependiente en energía e insumos, y el fin de uno significa el ocaso de la otra. Además, la raíz histórica de los monocultivos industriales actuales fueron las plantaciones, un invento colonial, que hoy reproduce y multiplica su racionalidad y lógica productiva correspondiente.

El control del sistema agroalimentario mundial constituye uno de los principales componentes de la globalización. Los efectos de las políticas neoliberales en el campo, la expansión de la agro biotecnología, la proliferación de los acuerdos de libre comercio, incluyendo la lucha en contra de un Acuerdo sobre Agricultura en la OMC, fueron la fuerza catalizadora de un movimiento campesino internacional (La Vía Campesina). Del mismo modo, la resistencia de los Pueblos Originarios se viene fortaleciendo frente a la privatización de recursos y ecosistemas naturales en territorios indígenas.

La propuesta política de esos movimientos es la “Defensa de la Soberanía Alimentaria”, que se expresa en el derecho de los pueblos a decidir y controlar sus políticas de producción, distribución y consumo de alimentos, y la comercialización o no de excedentes, sólo después de haber garantizado las necesidades de la población con los recursos propios de su territorio y en un patrón cultural y ambientalmente adecuado. Esta es una propuesta radical que exige la transformación de las economías agroexporadoras del Sur y en el patrón de consumo en el Norte.

En tanto la protección de recursos naturales como la tierra y el agua es inseparable de la práctica de la agricultura, las decisiones sobre su uso y manejo no pueden ser tomadas por productores individuales en función de la propiedad privada de la tierra. Por eso, la Soberanía Alimentaria como principio político propone que la autodeterminación de los pueblos sea garantizada por la decisión colectiva sobre la producción de alimentos, y actividades agrícolas, pastoriles, pesqueras o recolectoras, enfatizándola como principio fundamental.

Tomando en cuenta la riqueza del debate político colectivo desarrollado por los movimientos sociales, planteamos el tema de los agrocombustibles – que ya los definimos como una profundización del agronegocio - en los términos de la Soberanía Alimentaria.

La industrialización del agro es consustancial a la expulsión del campesinado y configura una agricultura sin agricultores, afectando desde el campo a toda la sociedad. Implica el despojo de comunidades y sus territorios, la concentración y privatización de la tierra y fuentes de agua, la erosión de la biodiversidad, la destrucción de ecosistemas naturales, y la violencia y militarización en función del control de recursos naturales.

Este proceso de marginación que se inicia en el campo agudiza el circuito insostenible de la urbanización acelerada, que da lugar a la crisis de energía, infraestructura, viviendas, alimentación, salud y otros servicios básicos, puestos de trabajo y acceso a los alimentos en las ciudades. La pobreza urbana genera violencia, conflictos y el malestar social que caracteriza a las grandes ciudades del Sur.

Éste es un proceso global, hegemónico y dialéctico, que ha conducido a una crisis ecológica y energética incuestionable. Por ello no son aceptables las respuestas tecnológicas como las semillas transgénicas, ofrecidas como una solución al “hambre”, cuando su propósito final es el control de la producción agrícola, la imposición de los derechos de propiedad intelectual, y la mercantilización de la vida y la Naturaleza. Ni los agrocombustibles, promovidos para solucionar una posible crisis energética, o como falsa solución al cambio climático, sin tener en cuenta cuestiones estructurales que han generado grandes conglomerados urbanos que son abastecidos por mercancías transportadas desde distintos lugares del planeta, y que obligan a la gente a desplazarse cada vez a distancias más grandes, lo que genera una demanda interminable de energía.

La solución tampoco puede ser a través de instrumentos mercantiles como el comercio de carbono, la venta de servicios ambientales, las certificaciones verdes, las mesas redondas “sustentables”, la inserción de las plantaciones de carbono en los proyectos del Mecanismo de Desarrollo Limpio del Protocolo de Kyoto y otras creaciones promocionadas por el ambientalismo de mercado, instrumentos que generan más problemas que los que solucionan, y a cuyas propuestas y posiciones nos oponemos radicalmente .

La ideología del “desarrollo”, elaborada después de la segunda guerra mundial como una manera de extender el colonialismo, oculta la continuidad y profundización de la lógica de saqueo. Alrededor de esta ideología se crearon prácticas, instituciones y estructuras que a nombre del desarrollo, prolongaron y diversificaron las formas de saqueo en el Sur. A finales del siglo XX, el desarrollo se vistió de verde y se acuñó el término “desarrollo sustentable”, que lo que hace en realidad es “sustentar” la dominación y el abastecimiento colonial.

Los puntos expuestos arriba son el resultado del debate mantenido durante nuestra reunión y expresan el conjunto y complejidad de las reflexiones que hicimos sobre el tema. Consideramos que estos puntos son no-negociables. Si usted comparte nuestra visión, le invitamos a continuar con la lectura.

2. La geopolítica de los agrocombustibles

El sometimiento de los sistemas agrícolas locales al modelo industrial y a una demanda energética exógena, es una cuestión política que implica relaciones de poder sobre los ecosistemas y los pueblos. Este poder se manifiesta en dos niveles bien definidos:

Primero.-La actual dependencia mundial de combustibles fósiles se satisface mediante una geopolítica de guerra.

Para garantizar el control de los recursos hidrocarburíferos, y ahora a los agrocombustibles, los países industrializados y sus corporaciones transnacionales, han desarrollado mecanismos tanto económicos y financieros como político y militar. En este sentido, se han diseñado acuerdos comerciales internacionales que permiten el libre acceso a los recursos a través de leyes del mercado. Estos tratados mercantiles, bilaterales o multilaterales, van de la mano con la expansión de proyectos de infraestructura (ductos para transportar gas, petróleo, minerales y hoy agrocombustibles como etanol o biodiesel; carreteras, hidrovías, puertos, infraestructura de procesamiento, almacenamiento y expendio de combustibles, tendidos eléctricos, etc.). Las instituciones financieras internacionales, a través de diversas estrategias y mecanismos, entrampan a los países en una espiral de dependencia y muerte, por ejemplo a través de la deuda. Cuando un gobierno o su pueblo se platea romper con esta dependencia, corre el riesgo de sufrir represalias económicas, políticas o militares. La geopolítica del petróleo está diseñada no sólo para tener acceso a los hidrocarburos, sino para controlar su distribución. Esto explica muchos de los conflictos armados en el Medio Oriente, Afganistán y el Caucazo, donde se juega control de las rutas del transporte del crudo del Caspio, por parte de empresas estadounidenses, europeas y rusas, y sus gobiernos.

Así como se configuró una nueva geopolítica para asegurar el acceso a los combustibles fósiles, de la misma manera se está configurando en torno a los agrocombustibles una nueva correlación de fuerzas a nivel mundial. El ejemplo más nítido es la alianza Lula-Bush (Brasil y Estados Unidos) para la creación de un mercado mundial de commodities agroenergéticos, que ya se traduce en un reacomodo del poder global. Es así como el anuncio efectuado por Brasil sobre el reinicio de su programa nuclear y el ciclo de enriquecimiento de uranio, no generó la oposición que han enfrentado países como Irán o Corea del Norte, pues hoy Brasil forma parte de los países que conforman el círculo de amigos de Bush y del poder de intereses estadounidense.

Aclaramos categóricamente y sin ninguna ambigüedad, que la energía nuclear es inaceptable, esta posición es no-negociable, sin importar la razón por la cual la energía nuclear sea promovida. La humanidad y el ambiente ya ha experimentado suficientes impactos y sufrimientos por sus consecuencias.

Segundo.- La geopolítica de los agrocombustibles impone un reordenamiento territorial a nivel global.

Este reordenamiento significa, en este primer momento, la desterritorialización de cultivos alimentarios para la producción de insumos energéticos, con los impactos en cadena sobre toda la economía y los costos, por la obvia competencia de precios con los alimentos (como ya se observa en la subida de precios del maíz y aceites en distintas partes del mundo, y cuyo ejemplo más paradigmático fue la guerra de las tortillas en México, a inicios de 2007).

En un nivel más amplio, y ya relacionado a la segunda generación de agrocombustibles a partir de especies no alimenticias (eucalipto, switch grass, miscanthus, entre otros) la ocupación de la tierra a escala creciente y progresiva para 'remplazar' al petróleo, impactará más gravemente a la población rural, generando fuertes flujos migratorios, además de una reducción drástica en la producción y oferta de especies alimenticias con la consiguiente alza en los precios y menores posibilidades de acceso a la alimentación.

Esta presión sobre los territorios se va a acentuar, como resultado del lema repetido por sus promotores quienes sostienen que los agrocombustibles se van a asentar en las llamadas “tierras marginales” o “áridas”, que en realidad son las tierras más allá de la actual frontera agroindustrial y que son las que justamente alimentan a la gran mayoría de la población pobre y campesina, y los pueblos indígenas de África, Asia y América Latina con cultivos no comerciales como varias especies de tubérculos y hortalizas. Son en estas tierras marginales donde se intenta introducir millones de hectáreas con cultivos de Jatropha, que está siendo promovido como un cultivo milagroso en regiones áridas de la India, el Sahel y África Occidental.

En síntesis, la reproducción del capitalismo en una sociedad en transición hacia la era post petrolera depende en este momento de la incorporación y control, incluso militar, de gigantescas extensiones de territorio. Así, el eje de la resistencia es asegurar la integridad de la soberanía sobre los territorios, garantizando alimentos y energía local: construyendo la soberanía energética y alimentaria; y redefiniendo la soberanía política.

3. Las grandes rutas de los agrocombustibles

Al momento identificamos las siguientes grandes rutas centrales de flujo de agrocombustibles desde el Sur:

a. El abrazo del etanol. Brasil y Estados Unidos y el corredor de América Central.

La alianza estratégica y mediática entre Lula y Bush, los dos países lideres mundiales en la producción de etanol (caña de azúcar y maíz respectivamente) tiene un objetivo claro: definir una nueva geopolítica para América Latina (petróleo versus agrocombustibles) a través de impulsar la creación de un mercado internacional de commodities agroenergéticas con la realización de una “Conferencia Internacional sobre Biocombustibles”, auspiciada por la ONU en Brasil en julio del 2008.

En este contexto Brasil tiene como proyecto político - convertirse en el principal proveedor de agrocombustibles y de tecnología para etanol. Para eso, el presidente Lula se perfila como nuevo líder mundial y Brasil como la potencia del Sur, para lo cual se han establecido alianzas estratégicas con China, India, Sudáfrica etc., aspirando a acceder al Consejo de Seguridad de la ONU. En el plano económico, el interés de Brasil es acceder al mercado de los Estados Unidos y Europa, vía las ventajas arancelarias que tienen países de Centro América y Caribe. Por eso quiere expandir la producción de caña de azúcar y palma aceitera, y plantas de procesamiento a esos países.

El Plan Nacional de Agroenergía de Brasil estima como área potencial para expansión de cultivos energéticos la cifra de 200 millones de hectáreas, incluyendo la “recuperación de áreas degradadas, reconversión de pastos y ‘reforestación’ de la Amazonia con palma”. Para poner en marcha el Plan, se tiene que construir una red de Alcohol-ductos, plantas de acopio, procesamiento, puertos, carreteras e hidrovías, lo que incrementará el uso de hierro proveniente de las minas del Gran Carajás, la destrucción de ecosistemas naturales y del tejido social en esta región de Amazonia, además de incrementar dramáticamente la producción de cemento y concreto, una de las industrias más energívoras.

b. De granero del mundo a refinería global. La soja transgénica en Argentina y el Cono Sur.

Transformar el paisaje del campo argentino en un monocultivo de 17 millones de hectáreas de soja transgénica sólo tomó 10 años – reemplazando la producción de cereales, carne y otros alimentos por la de sólo un commodity para la exportación, concentrada en manos de las principales trasnacionales del comercio internacional. Ahora siendo el primer exportador mundial de aceites, Argentina busca convertirse el principal proveedor para la demanda europea de biodiesel, para lo cual el gobierno argentino ya solicitó aranceles preferenciales a la Unión Europea.

La apuesta del agronegocio en la exportación de agrocombustibles ha puesto funcionar un engranaje de producción de biodiesel en asociación con capitales nacionales como Vicentín, AGD-Bunge S.A y SACEIF - Louis Dreyfus, y del sector petrolero Repsol-YPF y la nacional ENARSA que participan en proyectos de entre 25 y 30 millones de dólares.

Para suplir la demanda de exportación de aceites y granos, sumada ahora a la del biodiesel de soja, y además cumplir los requerimientos internos legislados de de incorporar obligatoriamente un porcentaje de agrocombustible en los combustibles fósiles –se programa la deforestación de entre 4 y 7 millones más de hectáreas de bosques nativos para avanzar con la frontera sojera, el desplazamiento de montes frutales y de cultivo de hortalizas y los cultivos bajo riego en la Patagonia, así como la importación de 3 a 4 millones de toneladas de soja provenientes de Bolivia, Brasil, y especialmente Paraguay.

Por ello se ha acelerado la concreción de la hidrovía Paraguay-Paraná, vía de escurrimiento de los commodities producidos en territorio interior hasta el puerto de Rosario (y zona de refinamiento), proyectada en el marco de la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Sudamericana (IIRSA) que incluye la construcción de carreteras, hidrovías y represas, con inversiones significantes del sector privado en la extracción de recursos y la agroindustria.

Esta es la columna vertebral que consolida el proyecto político y territorial del agronegocio en el Cono Sur, que trasciende las fronteras de los Estados para establecer un área de expansión de la producción y movimiento de commodities para exportar al norte, que se consolida con la producción de agrocombustibles.

c. La amarga historia del aceite de palma. Las plantaciones de palma en ecosistemas naturales y territorios indígenas

Al momento, el 88% del comercio mundial de aceite de palma proviene de Malasia e Indonesia, lo que obedece a una expansión del área cubierta por este cultivo. En los últimos 20 años la producción se duplicó en Malasia y se triplicó en Indonesia, a costa de la desaparición de sus bosques tropicales. El crecimiento de las plantaciones de palma en Malasia e Indonesia responden a la creciente demanda de aceite de palma especialmente para el mercado europeo.

A pesar de la defensa oficial de que la industria de la palma aceitera no ha producido deforestación, el gobierno de Sarawak, en el Borneo malayo, aceptó que se ha concesionado 2,4 millones de hectáreas de bosques para la industria palmícola y de la pulpa y papel, extensión que puede llegar a 3 millones de hectáreas ha finales del 2007, que constituyen una cuarta parte del área total de Sarawak. Las plantaciones industriales de palma con frecuencia son propiedad de empresas madereras transnacionales, las que una vez que deforestan una zona para la extracción de la madera, la siembran con monocultivos de palma, transformando el bosque en aceite.

Aun cuando estos bosques son reclamados por comunidades indígenas como parte de sus territorios tradicionales, y aunque muchas de estas comunidades dependen de los recursos del bosque para su subsistencia, ni la legislación ni el gobierno han reconocido totalmente sus derecho consuetudinario; y a pesar de sus continuas protestas, las plantaciones de palma continúan extendiéndose.

El aceite de palma se perfila como la principal fuente para la producción de biodiesel a costa de ecosistemas naturales y territorios indígenas también en otros países tropicales, constituyendo el caso más preocupante el de Colombia, donde las plantaciones de palma se extienden de la mano del paramilitarismo, desplazando a poblaciones enteras.

La expansión de los cultivos de palma en Malasia, Indonesia y otros países tropicales, responden al aumento en la demanda de aceite de palma en el mercado mundial, sobre todo luego del incremento en las metas que se han impuesto en la Unión Europea para reemplazar combustibles fósiles por agrocombustibles.

d. África: en la vía hacia un mayor saqueo

Del colosal número de actores relacionados con la promoción de agrocombustibles en África, Brasil se perfila como el más estratégico y rapaz.

El Brasil se ha volcado hacia el continente africano, al que lo ve como una pieza importante en sus ambiciones de crear un mercado global para el etanol. Este país ha logrado de manera exitosa obtener el apoyo de varios países africanos, como Senegal y Benin a través de acuerdos bilaterales y trilaterales de cooperación, y se ha apuntalado en la Unión Africana, pasando por alto varias agencias de las Naciones Unidas, para asegurarse la implementación de instrumentos legales y económicos armonizados para sostener un mercado viable de agrocombustibles. A través del Foro Internacional de Biocombustibles, Brasil con sus socios China, India, Sudáfrica, los Estados Unidos y la Unión Europea, promoverán agresivamente un mercado internacional para agrocombustibles, sin importarles el resto del mundo, y así asegurar que el etanol se convierta en una commodity en el mercado internacional. Para conseguir estos objetivos, las plantaciones de caña, silenciosas y estériles proliferarán en los suelos africanos, otrora dedicados al cultivo de alimentos.

En este contexto, varias transnacionales de la energía como BP, D1 Engrasa y Petrobras han iniciado proyectos de agrocombustibles en África, para producir de manera indiscriminada ya sea combustibles fósiles o agrocombustibles, en países tan pequeños como Suazilandia o potencias petroleras como Nigeria. Estas empresas depredadoras sostendrán cualquier aventura, a cualquier costo social y ambiental, si es que esto va a contribuir a su estrategia global de prolongar el pico del petróleo. Países como Ghana, las grtandes plantaciones de Jatropha están fuertemente relacionadas con el mercado de carbono en el marco del Protocolo de Kyoto.

El escenario político en África está listo para la producción a gran escala de agrocombustibles. Mozambique ha sido elegido como el líder en el Sur de África. A través de la empresa petrolera estatal se espera tener una inversión de 55 millones de dólares para proyectos con caña de azúcar y Jatropha, y así suplir al mercado regional e internacional de etanol y biodiesel.

MANIFIESTO POR EL DES-DESARROLLO : EL CAMINO QUE PROPONEMOS DESDE EL SUR

Los agrocombustibles y toda la generación de energía a través de la biomasa tal como viene sido promovida por gobiernos, corporaciones, agencias de ayuda, las Naciones Unidas, las instituciones financieras internacionales y demás agentes interesados en su producción a gran escala y en su comercio internacional - no cambian, sino que perpetúan el modelo de producción y consumo de la civilización moderna, urbana y industrial que ha generado inequidad, guerra, destrucción ambiental.

El ocaso de la civilización petrolera y la reproducción del capitalismo

La reproducción del estado actual de la civilización occidental depredadora, cuya forma es el neoliberalismo globalizado, tiene como base material al petróleo.

Todas las fuerzas motrices detrás de la producción, circulación y comercialización global de mercancías dependen de los hidrocarburos: la industria hidrocarburífera en si misma, la industria agroalimentaria, las compañías farmacéuticas, de fibras textiles, las industrias involucradas en la producción de detergentes, cosméticos, explosivos, celuloide, plásticos en general, materiales de construcción, embalajes, electrodomésticos, etc. De la misma forma, el transporte global de personas y materiales, la movilidad y velocidad con la cual los trabajadores y los productos se mueven y son intercambiados alrededor del globo, dependen también de los combustibles fósiles, ya sea por la dependencia que se ha creado en torno al automóvil; por la manera como se han diseñado, construido y expandido las megalópolis, o por la forma de ocupación del espacio urbano y otros territorios.

L a demanda de energía y materias primas para suprimir y mantener el patrón de vida de las sociedades del Norte, traducida cotidianamente en alimentación, vestuario, vivienda y movilidad es la que da carne y cuerpo al ideal universal de estilo de vida, bienestar y “progreso” promovidos agresivamente a través de la globalización como un patrón universal para la humanidad.

En el actual paradigma de “crecimiento” orientado hacia la integración del mercado y el comercio global, los agrocombustibles son impulsados como substitutos paulatinos del petróleo para mantener patrones ambientalmente insustentables de producción y consumo del Norte. Frente a eso, entendimos que el estilo de vida promovido por el Norte y las elites del Sur y que alcanza su máxima expresión en el llamado “ American way of life” es lo que debe ser transformado. Son los principales consumidores de energía, Estados Unidos junto con Europa Occidental y a quienes se suman hoy, China y las elites minoritarias del Sur.

China, la gran fábrica del mundo, reproduce el modelo de producción y consumo creado por el Norte, al tiempo que abastece al mercado mundial, sobretodo del Norte, con todo lo que éste consume. Entendemos que el modelo de crecimiento de China no es un modelo para el Sur.

La materialidad de todo lo que hace parte de la vida cotidiana de los países “desarrollados”, promocionados al mundo como modelo universal de bienestar material, calidad de vida y progreso humano, depende enteramente de una demanda energética y ecológica irracional, construida históricamente a través del saqueo continuo de la naturaleza y los pueblos del Sur. Para el Sur del mundo este modelo "petrolero" permitió perpetuar el intercambio desigual, la dependencia tecnológica, el endeudamiento, el empobrecimiento de los pueblos, el despojo de sus territorio y la desacralización de sus lugares sagrados. Hemos experimentado, desde el SUR, que el patrón de vida que la minoría del Planeta disfruta, se mantiene con la explotación de la Naturaleza y el trabajo humano, para alimentar los flujos de mercancías y servicios que han causado históricamente los cambios climáticos, el calentamiento global y la dominación colonial del Norte sobre el Sur.

En síntesis: el impulso prioritario de los agrocombustibles como substitutos paulatinos del petróleo, es mantener la circulación global de mercancías y la demanda ambientalmente insustentable de energía y materias primas para promover como ideal universal el patrón de vida de las sociedades del Norte, en su lógica histórica de dependencia y explotacióncolonial sobre los ecosistemas y pueblos del Sur.

Nuestra respuesta a la falacia del balance energético positivo de los agrocombustibles es la verificación histórica de la devastación ecológica y social generada por la Revolución Verde – petrodependiente - y con los efectos imputados a la agricultura industrial, que ha resultado en la pérdida de 75% de la biodiversidad a lo largo del último siglo, según la FAO; además de haber promocionado la desarticulación de las agriculturas y mercados locales para imponer el sistema agroalimentario mundial a través de las corporaciones que controlan la cadena productiva con la mayor concentración de poder en el mundo – los agronegocios.

Entendemos que la única forma de superar la crisis climática y energética que amenaza definitivamente la continuidad de toda la Vida en el planeta es la superación del capitalismo .

La transición hacia una sociedad post-petrolera y un nuevo sentido del “desarrollo”, en la construcción de una Vía de superación del capitalismo, será sobre bases ecológicas; o no podrá ser.

La cuestión energética, así como la producción de alimentos, son los ejes concretos e indivisibles de resistencia y de construcción de otro proyecto de sociedad, y de nuevas relaciones de intercambio entre los pueblos de la humanidad, y de estos con la naturaleza; y así subvertir - de facto - la lógica colonial y de subordinación.

Acordamos que la lógica política de la nueva sociedad global en esta ruta de transición – y la estrategia de autonomía de los pueblos sobre sus territorios - deberá orientarse a partir de la premisa central de garantizar la Soberanía Energética en acuerdo y complementariedad con la defensa radical de la Soberanía Alimentaria.

Por lo tanto, el único debate consecuente sobre agrocombustibles debe enmarcarse en un nuevo paradigma de des-desarrollo que incluya una transformación estructural radical de toda la economía y de nuestro estilo de vida y el desmantelamiento del macro sistema energético que sustenta y garantiza el poder global.

Son ejes del des-desarrollo:

- des-urbanizar, para restituir la existencia de la población a escala humana, supliendo las necesidades en el mercado local y con fuentes de energía locales.
- des-globalizar el comercio y el transporte de mercancías, sobre todo agrícolas y alimentarias, para atacar la principal fuente de consumo de combustibles líquidos: los camiones refrigerados que transportan toda la cadena de carnes y lácteos, los aviones que transportan flores y frutas tropicales; los gigantescos navíos cerealeros movidos a diesel para llevar soja a Europa y a China, etc.; que generan un flagrante balance energético negativo, y que sostiene el discurso ilusorio del “crecimiento”.
- des-tecnologizar la producción de alimentos, a partir de tomar a los sistemas productivos como agroecosistemas donde la biodiversidad y la nutrición adecuada de los suelos reemplacen a las tecnologías puntuales y contaminantes de derivadas del petróleo.
- des-petrolizar la economía, la mejor política contra el cambio climático es la eliminación de los combustibles fósiles, dejando el petróleo y el gas en el subsuelo. Eso no debe confundirse con soluciones ficticias como el “descarbonizar la economía” o sea, promocionar el mercado de carbono, los mecanismos de desarrollo limpio y la implementación conjunta que perpetúan el modelo petrolero destructivo, bajo la lógica del mercado.
- des-centralizar la generación y distribución de energía, a través de tecnologías que no recreen la dependencia, y que garanticen el abastecimiento de acuerdo a las necesidades de la población local, lo que se diferencia de promover la privatización de la energía, aun de fuentes “alternativas” bajo el argumento de “proveer acceso de energía para los pobres”. En otras palabras: recuperar y defender el principio de la energía como un servicio y no un negocio y una mercancía ofrecida en el mercado. En esta línea de argumentación debe construirse la Soberanía Energética.
Se trata de abrir esta agenda de debate en el seno de los sectores de “izquierda” en nuestras distintas regiones del globo, replanteando en estos términos radicales el entendido de una propuesta de enfrentamiento y superación del capitalismo en acuerdo con las contradicciones de la acumulación, en este momento histórico.

Por el rol estratégico de la región Latinoamericana en la promoción y instalación del modelo global de Agroenergía, y en vista a la Conferencia Internacional de Biocombustibles, auspiciada por la ONU, a ser realizada en Brasil en julio de 2008, reafirmamos nuestra tarea de cuestionar entre los gobiernos promotores del “Socialismo del Siglo XXI” cual será el modelo energético que sustentará esta propuesta, sin aceptar cooptaciones nacionales al modelo propuesto por el capital.

Para que esta visión sea el fundamento de un programa político de la era post-petrolera, los abajo firmantes nos comprometemos a replantear nuestros posicionamientos - sin concesiones – como lo impone la radicalidad de la crisis ecológica y energética actual.

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