Feminismo y agroecología: ¿cómo darle la vuelta al sistema agroalimentario?
El sistema alimentario avanza sobre los pueblos y los territorios mediante el acaparamiento de tierras, el acoso y la criminalización de las personas defensoras de los derechos de los pueblos, y el desplazamiento de campesinas y campesinos. De esta manera, limita la producción de alimentos sanos y la construcción de soberanía alimentaria. La agricultura industrial y el patriarcado son aliados y se retroalimentan en tanto que ambos se basan en el dominio de un grupo sobre otro.
La agricultura industrial, basada exclusivamente en alcanzar el máximo beneficio económico a corto plazo, no solo explota los recursos y los bienes comunes como si fueran ilimitados, sino que se sustenta en el trabajo invisibilizado de las mujeres. A pesar de que las mujeres son responsables de prácticamente el 80% de la producción de alimentos en los países del Sur Global y del 50% de la producción mundial de alimentos, son las que están más expuestas a la falta de diversidad alimentaria y al hambre, como parte de las injusticias económicas y de género que sufren.
En la actualidad hay alrededor de 1.600 millones de mujeres agricultoras en el mundo (más de una cuarta parte de la población), pero solo un 2% son propietarias de las tierras que trabajan. El 80 % de los alimentos del mundo se producen en pequeñas fincas familiares, donde las mujeres desempeñan un papel fundamental en todas las etapas de la producción de alimentos. Sin embargo no se benefician del control de las tierras y por tanto están a merced de los varones propietarios de los terrenos.
Además de cuidar los cultivos y atender los huertos familiares, las mujeres también desempeñan un papel fundamental en la pesca artesanal, el almacenamiento, la conservación y la reproducción de semillas nativas y criollas, a la par que se ocupan del trabajo doméstico y de los cuidados, trabajos no remunerados.
En el caso concreto de España, las mujeres rurales sufren una doble invisibilización en comparación con las mujeres urbanas, además de la conocida desigualdad existente entre el medio rural y el urbano, el género implica más discriminación. Los datos en nuestro país así lo demuestran: menos del 9% de las fincas agrarias son dirigidas por mujeres y de las mujeres que trabajan en fincas dirigidas por hombres, casi el 60% no cotizan en la Seguridad Social. Su trabajo es esencial para la producción de alimentos, para el cuidado de los recursos comunes como el agua o los pastos y sin embargo no forman parte de la toma de decisiones, ni en las fincas, ni en las políticas.
Dada esta situación, las mujeres rurales llevan tiempo organizándose y reivindicando su papel; colectivos de mujeres como Ganaderas en Red han logrado en los últimos años una gran visibilidad. Y es que las mujeres no representan únicamente la perspectiva de las personas oprimidas que denuncian la presión, la exclusión y la explotación, sino que construyen la realidad desde diferentes prácticas económicas en medio de la injusticia y la discriminación.
En este marco, desde diferentes colectivos de mujeres y desde Amigas de la Tierra buscamos priorizar la sostenibilidad de la vida frente a la ley imperante de los mercados. Esto significa situar la justicia ambiental y social junto al feminismo, para mostrar las relaciones de cooperación e interdependencia entre los seres humanos y la naturaleza. En este punto es necesario hablar de agroecología. La agroecología es feminista porque se fundamenta en relaciones de producción respetuosas con el medioambiente, así como en las relaciones de poder equitativas e igualitarias entre personas y territorios. A su vez “permite superar muchas de las dicotomías que refuerzan la división sexual del trabajo en todo el sistema alimentario y hacen invisible el trabajo de las mujeres”.
Sabemos que el único sistema agroalimentario justo y respetuoso con el medioambiente es la agroecología. Sin embargo el modelo social, cultural y económico se sustenta en graves problemas de desigualdad enraizados en el capitalismo y el patriarcado. Para lograr la igualdad para todas las personas, para que las mujeres formen parte de un sistema de producción más justo y puedan tomar sus propias decisiones es necesario un cambio de sistema sin dejar a nadie atrás. De esta forma podremos acabar con los sistemas que desvalorizan, oprimen y explotan a las mujeres, a los pueblos y al medioambiente.
La agroecología es una de las principales herramientas para construir soberanía alimentaria. Un concepto creado desde los pueblos y las comunidades que busca subvertir las relaciones de poder, y construir desde lo local, ganando autonomía y democracia, a base de cooperación y solidaridad. Por tanto, se trata de una alternativa al modelo económico globalizado. Así la soberanía alimentaria y el feminismo son aliados y ambas constituyen acciones colectivas que desafían los roles de género así como los paradigmas de desigualdad, opresión y explotación.
Un lema que se ha vuelto cada vez más importante en los últimos años para guiar nuestro trabajo como Amigos de la Tierra Internacional, que compartimos con movimientos aliados como la Marcha Mundial de las Mujeres y La Vía Campesina, es: “No hay agroecología sin feminismo”.
Por todo ello, proponemos la agroecología como herramienta imprescindible, urgente y necesaria para construir soberanía alimentaria y para erradicar al patriarcado. Alzamos la voz para visibilizar y denunciar que sin feminismo, no hay soberanía alimentaria.
Puedes leer la publicación de Amigos de la Tierra Internacional aquí: Desmantelar el patriarcado (también) con soberanía alimentaria
Fuente: Amigos de la Tierra