El campo mexicano: veinte años de ajuste estructural
El campo mexicano puso la mayoría de los muertos y el sufrimiento en la Revolución Mexicana de 1910; luego, durante más de cincuenta años financió buena parte de la industrialización y la modernización en México. Cuando debería empezar a cosechar los frutos de su ingente aporte a la sociedad mexicana, el neoliberalismo que se impone a sangre y fuego en México a partir de 1982, viene a perpetuar la condición de exclusión de las mujeres y hombres del medio rural.
El ajuste estructural y la apertura comercial, sobre todo, la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1994, han destruido la economía, la sociedad y los recursos naturales del medio rural mexicano. Así nos lo revelan los siguientes datos:
Estancamiento económico del sector agropecuario: El crecimiento agropecuario apenas alcanzó una tasa media de 1.5% anual en el periodo 1983-2007, inferior al crecimiento demográfico. Durante los gobiernos del PAN, durante de 2000 a 2011 el PIB sectorial creció sólo un 1.54% promedio anual, y en los últimos seis años, es decir durante el gobierno de Felipe Calderón fue de 1.1%, contra 2.1% y 1.86% de crecimiento de la economía en su totalidad en los mismos períodos, respectivamente. La participación del sector agropecuario en el PIB nacional se ha ido disminuyendo: 3.57% en 2000; 3.55 en 2006 y 3.39% en 2011. Según un estudio realizado por la FAO a petición de la Secretaría de Agricultura y publicado apenas a principios de mayo de 2013, la agricultura mexicana en los últimos diez años ha estado muy por debajo del conjunto de países de América Latina, a excepción de Colombia, Cuba y Haití. Según el propio estudio la productividad de la agricultura mexicana prácticamente ha estado estancada desde 1990 y la productividad en el maíz es más baja que la de Estados Unidos, China, Brasil y Sudáfrica, este último, es de los pocos países que producen maíz blanco para la exportación.
Pérdida de la soberanía alimentaria nacional: las importaciones agroalimentarias brincaron de mil 790 millones de dólares en 1982, a 15 mil 984.5 millones de dólares en 2006 y 25 mil millones en 2008 y sobrepasarán los 30 mil millones en 2012. Nuestros índices de cobertura del consumo nacional aparente de los alimentos básicos con importaciones han escalado de manera impresionante al punto que en 2011 importamos el 46% de los alimentos que consumimos, cuando al entrar en vigor el TLCAN importábamos el 24%. En el año 2011 por cada dólar que ingresó al país por concepto de alimentos que exportamos, tuvimos que enviar 4.50 dólares al extranjero para comprar alimentos Desde el inicio del TLCAN el saldo de la balanza comercial agroalimentaria con el extranjero tiene un déficit de más de 45 mil millones de dólares, casi el doble del presupuesto anual de todos los programas federales orientados al campo.
Crisis de la producción nacional de maíz. El alimento básico del pueblo de México y principal cultivo industrial, mismo en el que fuimos autosuficientes muchas décadas, ahora lo importamos crecientemente, hasta llegar a comprar al extranjero uno de cada cuatro kilos que consumimos. En 1991 importamos 1.5 millones de toneladas de maíz con un valor de 180 millones de dólares; en 2011, 9.5 millones de toneladas por tres mil millones de dólares, en ese lapso, compramos maíz al extranjero por 18 mil 460 millones de dólares.
Caída de la producción nacional de oleaginosas y otros granos básicos. Entre 1990-92 y 2009-11 se redujo en un 40% el área sembrada de oleaginosas, por ejemplo la de soya se redujo de 324 mil a 167 mil hectáreas. Las importaciones de arroz en 1991 cubrían el 25% del consumo nacional, en 2011 llegaron a significar el 85% de dicho consumo. No es extraño pues en 1990 se sembraron en México 120 mil hectáreas de arroz y en 2011, sólo 37 mil hectáreas. La producción nacional de trigo se mantiene prácticamente la misma desde 1990 hasta 2011: 3.8 millones de toneladas. Y el frijol, segundo alimento básico de los mexicanos que en 1990 se sembraba en 2.1 millones de hectáreas, en 2009-2011 bajó a 1.6 millones de hectáreas. En donde se ha incrementado la superficie sembrada es en sorgo y granos forrajeros, como la avena, dada una progresiva “ganaderización” del campo y cambios en la dieta de los mexicanos que ahora consumen más carne.
Reducción de la producción agroalimentaria per cápita: el PIB agropecuario y forestal en el trienio 2001-2003 resultó 11.1% inferior al observado en el trienio 1980-1982. En kilogramos per cápita, la producción de los ocho principales granos se redujo 10.8% en el mismo lapso; la producción per cápita de carnes rojas disminuyó 30.2%; la de litros de leche per cápita se redujo 7.9%. · Caída del crédito y seguro agropecuario. El crédito al sector agropecuario, forestal y pesquero, como proporción del crédito total, disminuyó de 6.5%, en 1994 a 1.4% en 2007 y solo atiende a 2.6% de la Unidades de Producción Rural en el país.
Deterioro del valor de los productos del campo: entre1990 y 2005: hubo una caída en términos reales que se le pagan al productor de entre 44 y 67% de los precios del maíz, soya, trigo, algodón, arroz, carne, cerdo y pollo.
Incremento de la obesidad y del sobrepeso. El Journal of Occupational and Environmental Health (Revista de Salud Ocupacional y Ambiental) señala que el incremento de obesidad y sobrepeso en México –12 por ciento entre 2000 y 2006– coincide con la aplicación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte . Durante ese lapso se incrementó en el país el consumo de productos procesados, bebidas gaseosas y otros alimentos con altos niveles de grasa y azúcar, mientras cada vez más empresas estadunidenses aumentaron su presencia en toda la gama de producción y procesamiento, así como en restaurantes y en la venta de comida con la cual transformaron el ambiente de alimento y con ello provocaron un incremento en las tasas de obesidad.
Depauperización de las familias en el campo. La caída de la rentabilidad afecta severamente el ingreso de las familias rurales. En octubre de 2011 el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social declaró que el 55.7 % de la población, 63 millones de personas, padece inseguridad alimentaria, de estos 28 millones padecen pobreza por hambre y de ellos 20 millones viven en áreas rurales.
Emigración: según la Secretaría del Trabajo desde 1994 han dejado el campo un millón 780 mil personas. Y la Sedesol reconoce que cada día sale del medio rural un promedio de 600 campesinos.
Narcotráfico y violencia: Una de las opciones diferentes a la emigración que tienen los campesinos es el cultivo de enervantes: en 2002, ya había100 mil hectáreas dedicadas a ello en las zonas rurales del país. La penetración de la delincuencia organizada acarrea una grave situación de la violencia en el medio rural. Las luchas entre los diferentes grupos de narcotraficantes, las adicciones y la acción de las fuerzas del orden han incrementado exponencialmente la violencia en el campo mexicano. · Desgarramiento del tejido social: se da una drástica reducción demográfica en el agro. Al emigrar hombres y jóvenes, tanto mujeres como varones, las familias se van desintegrando. Esto debilita también a las redes sociales que las comunidades rurales han venido construyendo desde hace mucho tiempo y que, de alguna manera, les brindaban una protección ante el despojo y la explotación.
Deterioro ambiental: El desastre ambiental en el campo ha crecido, con ineludibles y costosos impactos en las ciudades y para el desarrollo económico nacional. De los 196 millones de hectáreas con que cuenta México, 64 por ciento están degradadas, principalmente por erosión hídrica y eólica. Anualmente se pierde la utilidad agrícola de unas 10 mil hectáreas en las mejores tierras irrigadas, por causa de la acumulación de sales. Ello acumula ya una superficie de 425 mil hectáreas que han dejado de ser útiles para la producción agrícola intensiva.
Concentración de la riqueza: La producción de alimentos en México sufre un sesgo a favor de los grandes productores y comercializadores. El dato más contundente es que el subsidio del Procampo que debiera orientarse a dinamizar a los campesinos pobres y medios a producir más y mejores alimentos, es acaparado por los grandes agricultores. El 10% más rico de los productores concentra el 45% de este subsidio y el 80% del programa “ingreso objetivo” de SAGARPA, el 60% de los subsidios para la energía y el agua. En seis estados del norte de la república se concentra, además, el 60% del Procampo, por ejemplo los agricultores de Tamaulipas reciben 17 veces más recursos que los de Oaxaca. · Hay una grave amenaza para la producción de alimentos en el país en un contexto internacional en el que el precio de la comida se incrementa sostenidamente. Dicha amenaza radica en que las grandes explotaciones mineras a cielo abierto, las explotaciones forestales, o los proyectos de mega represas ocupan grandes superficies y desplazan a importantes núcleos de población productores de alimentos. A pesar de este panorama de tierra quemada, de tierra arrasada por las políticas neoliberales, los movimientos campesinos e indígenas de México no han bajado las armas. Las causas de siempre y las causas de ahora hacen que Zapata y Villa sigan cabalgando por acá.
Por Víctor M. Quintana S.
Fuente: ALAI