¿El fracking es compatible con los compromisos climáticos?
En la 8va edición del Compendio de hallazgos científicos sobre el fracking, presentado la semana pasada por Concerned Health Professionals of New York (un programa de The Science and Environmental Health Network) y Physicians for Social Responsibility, se ofrecen pruebas que indican que el metano proveniente de las operaciones de fracking de Norteamérica acelera la crisis climática. Las catástrofes que desencadena el cambio climático —inundaciones, sequías, incendios forestales y malas cosechas— dejan a más de 3000 millones de personas en situación de alta vulnerabilidad.
El metano, uno de los principales agentes del cambio climático, es un potente gas de efecto invernadero capaz de atrapar 86 veces más calor por molécula que el dióxido de carbono en un período de 20 años. Es más, las emisiones de metano son las causantes del 40% del calentamiento global total a la fecha. Existe un consenso científico al respecto.
El crecimiento galopante de la concentración de metano en la atmósfera dificulta cada vez más la tarea urgente de limitar el calentamiento global a niveles inferiores a los exigidos en el Acuerdo de París. Este acuerdo se concertó sobre la base de presunciones anteriores: por ese entonces la concentración de metano a nivel mundial se había amesetado. Pero en el año 2007 comenzó a aumentar y se disparó drásticamente en 2014, tendencia que continúa acelerándose. En 2021 aumentó más que en ningún otro año registrado, incluido el 2020, que ya había sido un año de valores sin precedentes.
Son múltiples las líneas de pruebas que señalan que las operaciones de fracking de Norteamérica son las principales causantes de este aumento excesivo y, por lo tanto, principales culpables de la crisis climática.
En primer lugar, según se desprende de las mediciones aéreas y terrestres, las operaciones de fracking tienen más fugas que lo estimado con anterioridad. En todas las etapas de la industria (extracción, procesamiento y sistemas de distribución), se fuga una gran cantidad de metano en la atmósfera, tal como se ha demostrado en diversos estudios en distintas regiones. La tasa de fuga supera considerablemente las estimaciones anteriores de la Agencia de Protección Ambiental de EE. UU. (EPA); en algunos casos, las duplican y hasta las sextuplican. Gran parte del metano que liberan los equipos de fracking se origina en venteos deliberados durante los procedimientos de mantenimiento o emergencia habituales, de modo que no es posible mitigar esas fugas. Los principales culpables son las teas de quema y los tanques de almacenamiento.
En segundo lugar, tal como muestran las mediciones satelitales, las emisiones de metano en EE. UU. representan entre el 30 y el 60% del raudo aumento reciente en las concentraciones atmosféricas de metano en todo el mundo. Se estima que, dada la coincidencia temporal entre el crecimiento de las operaciones de gas y petróleo en EE. UU. y el aumento de la concentración de metano en la atmósfera, las emisiones fugitivas de estas operaciones explican la mayor parte del exceso de metano. En 2022, la Agencia Internacional de Energía (IEA) estadounidense observó que las emisiones mundiales de metano del sector energético son un 70% más altas que la cantidad que habían informado oficialmente los Gobiernos nacionales; por ejemplo, en Norteamérica se informó que las emisiones de metano fueron de 14 millones de toneladas, mientras que, según el cálculo de la IEA, el número asciende a cerca de 21 millones de toneladas.
En tercer lugar, la evidencia isotópica reciente, que permite distinguir el metano (gas natural) proveniente de fuentes geológicas del metano de fuentes biológicas (humedales, ganado, incendios forestales), apunta a los combustibles fósiles en general y a las operaciones de fracking norteamericanas en particular como principales causantes del continuo aumento en los niveles de metano. En el análisis isotópico se ha identificado que la producción de gas de esquisto o shale es responsable de al menos un tercio del aumento total de las emisiones a nivel mundial, teniendo en cuenta la totalidad de las fuentes, y que representa más de la mitad del aumento de las emisiones provenientes de combustibles fósiles en todo el mundo.
En un estudio llevado a cabo en 2021 se observó que la sola reducción de las emisiones de metano causadas por la actividad humana, que tienen como principal fuente los pozos de gas y petróleo, podría evitar casi un tercio del calentamiento global que se espera en las próximas dos décadas.
En una conclusión de la que se hizo eco la IEA, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente dejó en claro que una mayor expansión de la infraestructura y el consumo de gas natural es incompatible con la meta de limitar el calentamiento global a 1,5 °C. [1]
En síntesis, el fracking, por ser uno de los principales causantes del aumento de las emisiones de metano, no es compatible con la estabilidad climática ni con el objetivo de descarbonización rápida que esta requiere. La sustitución del carbón por gas natural para generar electricidad no ofrece ningún beneficio climático claro y probablemente signifique un retroceso en esta materia.
El fracking no es compatible con la estabilidad climática. La inestabilidad climática no es compatible con la justicia.
Se pueden consultar las páginas 17-20, 46-49, 367-415 del Compendio.
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Sexta edición en español:
Traducción: Territorio de Ideas
[1] En la Evaluación Mundial del Metano del 2021.
Fuente: Observatorio Petrolero Sur