Brasil y los nuevos emporios azucareros
Una de las tendencias más destructivas de la agricultura en los últimos veinte años es la expansión de las plantaciones de soja [o soya] en el cono sur de América Latina. Agresivamente, las empresas que estuvieron a la cabeza de ese “auge” se mueven ahora a la caña de azúcar y fijan la mira en grandes extensiones de tierra en los países del sur, donde el azúcar puede producirse muy barato.
De no oponerle resistencia, es probable que haya que enfrentar graves impactos: la producción local de alimentos será menospreciada, habrá expulsión de mano de obra y desplazamiento de comunidades o quedarán expuestos a crecientes niveles de plaguicidas. Las agroempresas extranjeras afianzarán su control del azúcar. Analizamos la confluencia entre el avance de la caña de azúcar genéticamente modificada y las transformaciones de la industria azucarera en Brasil con algunos atisbos en el panorama global.
En tan sólo 10 años, casi toda la pampa argentina y enormes extensiones de bosques y tierras agrícolas en Brasil, Bolivia, Uruguay y Paraguay fueron convertidas en desiertos verdes, monocultivos de soja. El auge de la soja en América Latina le proporcionó sitios de producción barata y abundante al pequeño grupo de gigantes cerealeros mundiales que dominan el comercio internacional de semillas oleaginosas y el mercado de alimentos comerciales. Esas empresas, como Cargill, ADM y Bunge, también hicieron miles de millones de dólares con la venta de los fertilizantes químicos requeridos, mientras otras grandes compañías extranjeras, como agco y John Deere, obtuvieron pingües beneficios con la venta de tractores. Monsanto y Syngenta obtuvieron ganancias récord vendiendo sus semillas modificadas genéticamente y sus plaguicidas químicos.
La invasión de la soja se basó en un modelo de producción que utiliza semillas modificadas genéticamente para soportar enormes dosis de herbicidas químicos. Monsanto puso las semillas y los herbicidas mientras la nueva generación de compañías agrícolas, dirigidas por empresarios urbanos, arrendó o absorbió grandes extensiones de tierra y administró la producción. Toda vez que se ha aplicado este modelo, los pequeños agricultores y los campesinos fueron expulsados y las comunidades locales resultaron devastadas por el éxodo rural y la contaminación con productos químicos.
A las grandes agroempresas transnacionales, la experiencia con la soja en el cono sur les mostró el modo de lucrar con la expansión de la agricultura industrial en los países en desarrollo y les abrió la puerta a una nueva era de conquista. El azúcar, un cultivo con un largo historial de destrucción ambiental y cultural, y de cruda explotación humana, bien podría ser el próximo promotor de un auge al estilo de la soja, sobre todo porque en el campo ya hay nuevos cultivos de azúcar transgénica.
La hora de los agronegocios. Hoy, 70% del suministro mundial de azúcar proviene de la caña azucarera. La caña está plantada en unos 15 millones de hectáreas en más de 100 países de la región tropical y subtropical.
Brasil es ahora el mayor productor mundial de azúcar y por lejos el mayor exportador de azúcar. Cerca de tres cuartas partes de la expansión de la producción de caña de azúcar en los últimos diez años ocurrieron en Brasil, donde la superficie de caña de azúcar creció un promedio de 300 mil hectáreas por año entre 2000 y 2007 —una tasa equivalente a la expansión del cultivo de soja en el país. En 2008, la superficie de caña de azúcar registró un notable aumento del 14%. Una proporción considerable de la producción de caña de azúcar de Brasil se destina a la industria local de etanol, pero gran parte sigue fluyendo hacia el mercado mundial. Más de la mitad de las exportaciones mundiales de azúcar sin refinar proviene de Brasil. A principios de los años noventa representaba sólo 7%.
El aumento monumental de los agrocombustibles configura una tendencia decisiva en la actual producción mundial de azúcar, que es considerada como una de las materias primas más rentables en la producción de etanol. El mercado mundial de etanol crece a gran velocidad, conforme varios mercados importantes de combustibles utilizados en el transporte ponen en vigor los mandatos que exigen ciertos porcentajes de etanol mezclado con petróleo (o están por hacerlo). Esto ha hecho crecer en gran medida la demanda de azúcar y a su vez, esta demanda expande la producción mundial de azúcar. Las grandes agroempresas introducen esta perspectiva en la producción mundial y se embolsan las ganancias.
También hay nuevos actores en la industria del azúcar, sobre todo en la producción de etanol. Cargill, que ya controla 15% del comercio mundial del azúcar, hizo hace poco grandes inversiones en la producción de caña de azúcar en Brasil y México, y emprende proyectos conjuntos en refinerías y/o etanol en Siria, India y El Salvador. Incluso adm, rey del etanol de maíz de Estados Unidos, hizo su primera gran inversión en caña de azúcar brasileña en 2008, un proyecto de colaboración que abarca dos fábricas de azúcar/etanol y plantaciones a gran escala. Lo mismo ocurre con las empresas de energía y recursos naturales con sede en el Norte y el Sur, sean grandes actores consolidados —como bp— o capitalistas más pequeños del sector minero.
En el panorama hay una gran expansión en la producción mundial de azúcar, concentrada geográficamente y en manos de un pequeño número de empresas que actúan integradas verticalmente en cadenas mundiales de producción y distribución.
El auge azucarero de Brasil. Es ahí donde las tendencias de la producción mundial de azúcar se hacen sentir más. Allí, la industria azucarera está cada vez más concentrada en pocas familias, conocidas en Brasil como los barones del azúcar, y en unas cuantas compañías extranjeras, que habitualmente actúan asociadas entre sí. Con el aluvión de inversiones extranjeras al sector azucarero de Brasil —9 mil millones de dólares en 2006 sólo para producir etanol—, los barones del azúcar consolidaron su posición y reestructuraron sus empresas con el fin de captar esos flujos de inversión. Algunos incluso pusieron sus negocios familiares en la bolsa de valores brasileña. Es frecuente que los inversionistas extranjeros acaparen las participaciones mayoritarias o las acciones minoritarias, aunque en algunos casos dejen que los barones del azúcar supervisen las operaciones agrícolas.
Los ingenios de propiedad extranjera procesaron 12% de la caña de azúcar brasileña durante 2007-2008, mientras que a comienzos de la década procesaban menos de 1%. Si se incluyen los ingenios en que los capitales extranjeros tienen la minoría accionaria, esta cifra salta al 23%. Hoy es posible identificar apenas algunos cuantos conglomerados —redes de empresas transnacionales y familias del azúcar— que controlan gran parte de esa industria. Los tres principales están conformados en torno a Cosan, Crystalsev y Copersucar, que, según Maurílio Biagi Filho, director de Crystalsev, poseen cerca de un tercio de los ingenios azucareros de Brasil.
Con el auge azucarero de Brasil, la producción se movió del noreste del país al centro sur, donde el terreno es más apto para la producción mecanizada. Millones de hectáreas de El Cerrado, una región de Brasil comparable a la Amazonía por la riqueza de su biodiversidad, fueron abatidas para abrirle espacio a la nueva producción cañera. Los ingenios de esta región son responsables ahora de un 90% de la producción azucarera de Brasil, de la cual cerca de 60% se convierte a etanol. La región se ha convertido en la base del poder de la industria y, con fuerte apoyo del gobierno del presidente Lula, los barones del azúcar de la zona —con sólidas conexiones políticas— y sus socios extranjeros, pudieron fácilmente imponer sus planes de expansión, y reconvierten vastas superficies de tierra agrícola y bosque a la producción de caña de azúcar.
Y si bien la crisis financiera mundial disminuye el ritmo de las cosas, la Corporación Financiera Internacional del Banco Mundial, el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), de Brasil, y el Banco Interamericano de Desarrollo, pusieron fondos para habilitar la expansión y consolidación de la industria. También se establecieron recientemente varios fondos de inversión privados, con miles de millones de dólares destinados a la compra de tierra en Brasil para reconvertirla a la producción de caña de azúcar. Uno de ellos es el fondo Radar Propriedades, manejado por Cosan, el fondo Calyx, manejado por Louis Dreyfus y el fondo BrasilAgro, manejado por Cresud, compañía de la cual es propietario el barón argentino de la soja Eduardo Elsztain. No es de sorprender que aumenten los conflictos por la tierra en los lugares donde la caña de azúcar se está expandiendo, a la par de la violencia infligida a quienes se atreven a resistir.
El modelo de producción que buscan aplicar los conglomerados del azúcar en Brasil es de gran escala e integración vertical. Tres cuartas partes de la tierra plantada con caña en el país es propiedad de los ingenios azucareros o bien está rentada por ellos, y los 60 mil productores independientes de Brasil, con predios de menos de 150 hectáreas, representan tan sólo 27% de la producción nacional. Las condiciones de trabajo en las plantaciones cañeras son tristemente famosas por su brutalidad y conforme aumenta el poder de las compañías, explotan más y más a los jornaleros, a quienes generalmente se les paga a destajo, la cantidad de caña que cortan. El promedio de toneladas de caña cortada por día en la región de São Paulo se ha duplicado de 5-6 toneladas en los años ochenta, a 10-12 toneladas actualmente —lo que se calcula representa 12 mil golpes de machete diarios. Desde 2000, los cortadores de caña de la región aumentaron su productividad en 11.9%, pero les aumentaron tan sólo 9.8% en el mismo periodo. Todos los años mueren trabajadores de agotamiento y el trabajo forzado continúa siendo una práctica generalizada en la industria. La Comisión Pastoral de la Tierra informa que en 2008, 2164 trabajadores fueron liberados de condiciones de trabajo forzado en las plantaciones de caña de Brasil.
El modelo de producción también se vuelve más industrial: máquinas, nuevos cultivares e insumos químicos suministrados por las agroempresas. El auge de la caña es la razón principal por la que se cuadruplicó el mercado de plaguicidas de Brasil entre 1992 y 2006, alcanzando un valor de más de 5 mil millones de dólares en 2007. También se genera un nuevo, enorme y creciente mercado para las compañías extranjeras que controlan el mercado de tractores de Brasil. La mecanización reduce la necesidad de mano de obra, liberando en parte a las compañías azucareras de las demandas de los trabajadores y de la creciente crítica internacional por las condiciones de trabajo en las plantaciones cañeras. Es también una forma de evitar la práctica común de la quema de los campos antes de realizar la cosecha manual, lo cual tiene gran peso como argumento de los méritos ambientales del etanol brasileño. De hecho, el criterio de “sustentabilidad” elaborado por los importadores de etanol de la Unión Europea y sus abastecedores brasileños, exige la mecanización y, en este sentido, el gobierno brasileño introdujo en 2007 un protocolo que implicará eliminar la quema de campos en 20% de los predios de caña de azúcar para 2010, y en un 100% para 2020.
En suma, la expansión de la caña en Brasil se caracteriza por un gran control empresarial, conversión rápida y en gran escala de la tierra y un modelo industrial de producción basado en la explotación de la mano de obra y que las agroempresas suministren maquinaria moderna e insumos. Brasil es el epicentro del auge mundial de la producción de caña de azúcar y, en el escenario internacional, se ha convertido en el principal proponente del etanol a partir de la caña de azúcar, brindando financiamiento, inversiones y tecnología brasileñas a todos los países del mundo que se involucren en producirlo.
Monsanto incursiona en azúcar brasileño y más. Una parte clave de la historia de la expansión de la caña brasileña fue el desarrollo de variedades destinadas a producir etanol, que se buscó adaptar a la región centro-sur. La mayoría de esas variedades la desarrolló el Centro de Tecnología Canavieira (ctc), una institución semi-privada que estuvo controlada por Copersucar pero que ahora es de un grupo que figura entre las principales fábricas de azúcar del país. ctc solía cobrar regalías a quienes no eran sus miembros, pero ahora niega todo acceso a sus variedades a quienes están fuera de su estructura, lo que equivale a más de la mitad de la producción de azúcar del país.
No obstante, un nuevo actor acaba de aparecer en escena y le resta posición a ctc. CanaVialis, la mayor compañía mundial de cultivo de caña de azúcar dentro del sector privado, fue creada en 2003 por varios ex productores públicos con financiamiento del conglomerado brasileño Votorantim, junto con una compañía hermana, Allelyx, dedicada a la biotecnología en caña de azúcar. CanaVialis trabaja para las principales compañías azucareras, quienes la contratan para que desarrolle variedades específicas para ellas. CanaVialis firmó hace poco un acuerdo de 25 millones de dólares con Cosan para instalar 10 estaciones de investigación y desarrollar variedades de caña. También desarrolló variedades de caña de azúcar para la plantación que Odebrecht tiene en Angola. CanaVialis dice que sus variedades abarcan ahora por lo menos el 15% de la superficie de caña de azúcar de Brasil.
Monsanto, la mayor compañía de semillas del mundo, no pasó por alto la jugada. En 2007 se asoció con CanaVialis y Allelyx para desarrollar variedades de caña de azúcar modificada genéticamente resistente al glifosato (Roundup Ready). A fines de 2008 decidió comprar ambas compañías por 280 millones de dólares, lo que repentinamente catapultó a Monsanto a ser la mayor compañía de cultivo de caña de azúcar del mundo.
Es claro que Monsanto usará la red de clientes comerciales de CanaVialis y su colección de germoplasma como plataforma para la introducción generalizada de caña de azúcar transgénica. La caña de azúcar, a diferencia de la soja, es perenne, y lo habitual es que los agricultores replanten cada cinco años, más o menos, y luego utilicen esquejes, no semillas. Así que Monsanto planea vender sus variedades siguiendo el modelo de CanaVialis —trabajando mediante contratos y sociedades con los principales ingenios, que utilizarán las variedades en sus propias plantaciones produciendo bajo contrato con sus proveedores. El mismo modelo podría entonces aplicarse fácilmente fuera de Brasil.
La otra cara del azúcar. La producción de caña de azúcar se ha vuelto tan industrializada e integrada al sistema empresarial de la alimentación que a menudo no se reconocen otras formas de producción y uso. Pero las comunidades tienen cultivos totalmente diferentes —e importantes— basados en la caña de azúcar. Cuando no está refinada y tratada químicamente, la caña de azúcar es en realidad un cultivo sumamente nutritivo, rico en vitaminas y minerales. Brinda una fuente alimenticia importante que ingresa a una vasta economía alimentaria de pequeña escala —desde los fabricantes de panela en la India a los vendedores callejeros que venden jugo de caña en casi todos los países tropicales del mundo.
En Colombia, como en toda América Latina, las comunidades tienen una larga tradición de organizar lo que llaman “trapiches comunitarios”, en los que procesan el jugo de su caña de azúcar local en un producto concentrado llamado panela. Los campesinos y agricultores locales mantienen sus propias variedades de caña de azúcar adaptada a sus tierras. Pero la reciente expansión de la caña de azúcar industrial amenaza destinar sus ya restringidas tierras al etanol cuando que es ahí donde las comunidades producen su propia caña de azúcar. Además, por lo menos en Colombia, las reglamentaciones gubernamentales para la industria del azúcar buscan penalizar la producción local de panela y concentrar la industria del azúcar en manos de grandes compañías.
Comunidades como ésas se interponen en el camino de la caña de azúcar transgénica y corren más riesgo de perder sus tierras por su expansión, de perder su trabajo por la mecanización de la producción de azúcar, de ser contaminadas por los herbicidas y de que sus cultivos tradicionales de caña se contaminen con transgénicos. Corren más riesgo por los posibles efectos adversos sobre la salud derivadas de los transgénicos, ya que consumen la caña de azúcar en su forma pura pues para ellas es una fuente nutritiva, no solamente un edulcorante.
Es importante tomar una posición contra la caña de azúcar transgénica y el azúcar transgénico. Oponernos ante la expansión del azúcar empresarial que ocupa tierras agrícolas que los campesinos podrían utilizar para la producción local de alimentos. Rechazar la industrialización y deshumanización de un cultivo alimenticio que tiene un significado cultural y económico importante para numerosas comunidades. Los jornaleros, los campesinos y otros productores de alimentos de las regiones tropicales y subtropicales dependen de la caña de azúcar como fuente alimenticia y base de su sustento. La confabulación entre las agroempresas y los gobiernos (que busca redibujar el mapa mundial de la producción de azúcar) y la introducción de la caña de azúcar transgénica, sólo empeorará e intensificará los problemas.