Agrocombustibles: nueva usurpación en África
Las enormes extensiones de tierra y su mano de obra barata han despertado la voracidad de los promotores de los agrocombustibles. Tan sólo 15 países africanos —la “opep verde” tienen millones de hectáreas de tierra arable calificadas como “baldías”, disponibles para cultivar agrocombustibles.
Empresas y países ávidos de energía vuelcan dinero en estos cultivos avivando una fiebre por tierra que remite a la inicial expansión colonialista europea a la que hoy se suman las élites gobernantes y empresariales africanas.
GRAIN
Hay quienes alertan de la devastación de las formas de vida y sustento de la gente, pero aturde la alharaca por la gran oportunidad de que África reciba inversiones financiamientos y ¡ganancias! “debido a la crisis energética y ambiental del planeta”.
Europa, Japón y Estados Unidos trabajan en diversos acuerdos multilaterales y bilaterales de ayuda, comercio o inversión con países africanos. Brasil, mediante su empresa Petrobrás, hace acuerdos de importación de etanol y transferencia tecnológica en Senegal, Nigeria, Mozambique y Angola. India prometió 250 millones de dólares al Fondo de Biocombustibles de África Occidental. China creó un canal para abastecerse de yuca (mandioca) de Nigeria para sus destilerías de etanol. Hay acuerdos trilaterales, como el de Reino Unido y Brasil con Mozambique.
Las empresas ya se reparten las zonas donde producir agrocombustibles y se expanden las agroindustrias y plantaciones. A principios de 2007 el gobierno de Tanzania reveló que negociaba con 11 compañías extranjeras inversiones para producir agrocombustible.
Entre las empresas que muestran su ambición, Viscount Energy, de China, teje acuerdos con el gobierno de Ebonyi, en Nigeria, para establecer una fábrica de etanol de yuca y caña de azúcar de 80 millones de dólares. 21st Century Energy, estadounidense, invertirá 130 millones de dólares en producir etanol de caña de azúcar, maíz y sorgo dulce, y biodiésel de semillas de algodón y residuos de castaña de cajú en Costa de Marfil. Bioenergía International, suiza, planea una plantación de jatropha de 93 mil hectáreas con una refinería de biodiésel y una planta de electrificación en Kenia. Sun Biofuels, del Reino Unido, se asoció con el Centro de Inversiones de Tanzania y adquirió 18 mil hectáreas agrícolas para producir jatropha; Alco Group, de Bélgica, compró en 2001 Alcohols ncp de Sudáfrica, el mayor productor de etanol en África; la canadiense MagIndustries adquirió 68 mil hectáreas de eucaliptos y construye una planta para producir 500 mil toneladas anuales de astillas de madera cerca de PointeNoire, en la República del Congo, puerto desde donde se enviarán a Europa como biomasa. Aurantia, española, invierte en palma aceitera y posiblemente en cuatro refinerías de biodiésel en la República del Congo. Dagris, francesa, invierte en biodiésel de aceite de semillas de algodón en Burkina Faso, a través de sn Citec, su fabricante local de aceite. Socapalm y Socfinal, belgas, planean expandir su plantación de 30 mil hectáreas de palma aceitera en Camerún, pero las comunidades del bosque están resistiendo.
“ África Meridional tiene el po tencial de ser el Medio Oriente de los biocombustibles” declaró Andrew Owens, director ejecutivo de Greenergy, del Reino Unido, en una reunión de agrocombustibles en Ciudad del Cabo. Para lograrlo, añadió, “los gobiernos necesitan armonizar las políticas de agrocombustibles de toda la región y trabajar juntos por lograr economías de escala de manera que la industria sea competitiva”. Rechazó la “producción casera” de agrocombustibles y argumentó a favor de exenciones fiscales y producción en gran escala, integrada a redes transnacionales.
Las ganancias se aseguran mejor cuando las plantaciones están en las tierras más fértiles, cercanas a las principales rutas de transporte (tierras todavía ocupadas por millones de campesinos que son el principal obstáculo para la fiebre agrocombustible). Es intensa la presión para que los agricultores abandonen sus tierras.
Tanzania recibe a un inversionista suizo que busca 400 mil hectáreas en la cuenca de Wami, uno de los principales humedales del país, para plantar caña de azúcar para etanol. El proyecto desplazará a los pequeños arroceros locales. En Liberia, Equatorial Biofuels, del Reino Unido, adquirió Liberian Forest Products, que tiene acuerdos de manejo y permisos sobre 700 mil hectáreas para cultivar palma aceitera. En Etiopía, donde la presión por la tierra es muy alta, se concedió más de un millón de hectáreas a empresas dedicadas a los agrocombustibles para cultivar jatropha, una especie introducida en gran escala sin la debida evaluación de sus impactos ambientales, alegando incluso que la jatropha crecerá en condiciones marginales y será un cultivo conveniente para las familias pobres.
Este auge no tiene que ver con el desarrollo rural ni con mejorar los niveles de vida de los campesinos pobres. Tiene que ver con la apropiación de la tierra africana por empresas extranjeras aliadas con funcionarios de gobierno que presionan para obtener protección legal, subvenciones y exenciones fiscales. Se compra la escasa tierra fértil y los derechos sobre el agua; se intimida a los campesinos para que trabajen casi por nada en sus propias tierras; se introducen nuevos cultivos en plantaciones a gran escala y transgénicos por la puerta de atrás; se desplaza a comunidades y los sistemas biodiversos; se encadena a África aún más al mercado mundial. La usurpación de tierras es rampante.
Las grandes reservas de petróleo de África no brindan seguridad energética a los países que las tienen, ni benefician a la mayoría de su población. Nigeria, por ejemplo, es un exportador importante de petróleo pero 91 por ciento de sus hogares sigue cubriendo sus necesidades energéticas con biomasa, principalmente leña. Es un país pobre; 71 por ciento vive con menos de un dólar por día y los habitantes del delta del Níger, la región petrolera, son los más pobres del país. Ahora Nigeria expande sus plantaciones de yuca para producir agrocombustibles buscando aumentar sus ingresos por exportaciones, sobre todo yuca y caña de azúcar.
Como para los países africanos no productores de petróleo importarlo les quita 50 por ciento de los ingresos de sus exportaciones, piensan que resolverán sus necesidades energéticas con agrocombustibles. Creen que con éstos tendrán su propio combustible y disminuirán su vulnerabilidad ante los fluctuantes precios del crudo. Pero no es así. Como en el caso de todos los productos básicos mundiales, el mercado fijará el precio de los agrocombustibles. El país de origen tendrá escaso control, sobre todo si la propiedad de toda la cadena de valor está en manos de compañías internacionales. Los agrocombustibles no garantizarán a la población local el acceso a energía barata.
Aunque hay gran capacidad en África para las energías renovables, los gobiernos locales no están formulando las políticas adecuadas ni buscan atraer inversiones hacia ellas. La biomasa, sobre todo leña pero también estiércol vacuno y otros recursos locales, todavía representa, en promedio, 59 por ciento del consumo energético (es un porcentaje mucho más elevado en casi todos los países subsaharianos). Muchas de estas actividades no son sustentables y la presión sobre la biomasa aumentará al crecer la población, así que sería de máxima prioridad la inversión nacional para mejorar prácticas y brindar alternativas. El gasto del gobierno en energía renovable disminuye de modo sistemático. Etiopía, por ejemplo, cuadruplicó en los noventa su inversiones para explorar petróleo y triplicó su inversión en electricidad, pero el gasto en energías alternativas disminuyó del 1 al 0.1 por ciento de la inversión total.
Lo mismo ocurre en casi toda África y hay indicios de que la situación va a empeorar. Ya buscan exportar astillas de madera procesadas y producir biocombustibles a partir de la celulosa de especies leñosas. Esto aumentará el precio de la madera y el carbón vegetal, limitará el acceso de la gente a los bosques y agotará más los suelos pobres.
África se perjudicará seriamente por el aumento de los precios de los alimentos provocado por la fiebre energética. Varios alimentos mundiales básicos suben a medida que los países destinan tierras dedicadas a cultivar alimentos al cultivo de agrocombustibles. La fao calcula que en los países de bajos ingresos y con déficit alimentario —muchos de ellos de África— el gasto destinado a importar cereales aumentará un 25 por ciento por el “efecto etanol”.
La resistencia crece, porque la gente comienza a darse cuenta de los impactos que tiene en sus vidas el auge de los agrocombustibles. Los agricultores del norte de Ghana han rechazado la jatropha porque temen quedar atados a mercados fluctuantes y debido a su toxicidad. En Sudáfrica, la sociedad civil rechaza la propuesta del gobierno de utilizar para agrocombustibles tierra tribal y comunal en la Provincia Oriental del Cabo. Los analistas advierten que el maíz para etanol no es viable y que la escasez de tierra arable es un riesgo. En Uganda estalló el descontento civil luego de que el gobierno otorgara un permiso a una compañía para explotar el bosque Mabira con plantaciones de caña de azúcar. La Red de Biodiversidad Africana critica duramente al Reino Unido por establecer metas para agrocombustibles que sacrificarán la tierra, los bosques y los alimentos de África por satisfacer los vastos requerimientos energéticos del Reino Unido.Los agrocombustibles no representan una mejoría para el pueblo africano: los pobres simplemente no podrán comprarlos; ellos dependen de la madera, el carbón vegetal y el estiércol; no tiene sentido para las familias rurales acabar como mano de obra barata y descartable ni reemplazar sus sistemas agrícolas (y los bosques que les garantizan alimentos) por plantaciones industriales extranjeras. Al privatizar la tierra de África (fuente de su riqueza) se socavará cualquier posibilidad de que sus pueblos determinen un futuro propio.
Fuente: Revista Biodiversidad, sustento y culturas N° 54 (Octubre de 2004)