Tras seis largos decenios de predominio del discurso hegemónico del desarrollo convencional y, muy especialmente, después de más de un cuarto de siglo de sometimiento a los dogmas de las políticas de ajuste de corte neoliberal, el giro que los nuevos regímenes políticos impulsaban en Ecuador y Bolivia fue interpretado por numerosos analistas críticos como una ruptura conceptual en toda regla para con las interpretaciones tópicas (euronorteamericanocéntricas) del progreso, el crecimiento y sus corolarios, tal vez como “una oportunidad de construir colectivamente un nuevo régimen de desarrollo”.