En Marzo dos fenómenos derrumbaron nuestra aparente normalidad: la pandemia por covid-19 y el confinamiento – por ley o voluntad – para frenar la propagación del virus. Si bien es obvio que ambos están interconectados, los estamos pensando, experimentamos y padeciendo como eventos paralelos. El asunto se hace evidente de un modo particular en la alimentación. Porque asumimos que necesitamos estar saludables e incluso elevar la inmunidad, pero nuestra estrategia para enfrentar la nueva amenaza es – y ha sido desde el primer momento – salir a supermercados, abastecernos de productos ultraprocesados (congelados, enlatados, secos). Al mismo tiempo, desplazamos el consumo de frutas y verduras hacia su mínima expresión, como si el verdadero desafío fuera cómo sobrevivir al encierro y no como enfrentar un virus con estos cuerpos que somos.