Si hoy la ciudadanía chilena siente tal indignación por haber sido engañada durante 10 años de compra de papel en artículos de primera necesidad, y ese sentimiento se acrecienta al ver a un Estado de Chile secuestrado por una clase política financiada por estos mismos empresarios, pueden imaginarse la justa rabia que sienten las comunidades mapuche de cuyas tierras sale el papel, que fueron y siguen siendo desalojadas a punta de balazos.