Son 40 mil indígenas que viven confinados en tierras ancestrales que les han sido arrebatadas por los hacendados locales. El gobierno de Lula da Silva, comprometido en regresarles las tierras que les pertenecen, tarda y no cumple. Mientras, los indígenas sobreviven entre la desnutrición, las consecuencias sociales y las balas de los guardias privados.