Si por “ecología política” entendemos, como señalan Watts y Peet (2004), la distribución desigual de conocimiento, poder y práctica relacionados con los territorios, entonces los megaproyectos de infraestructura se vuelven ventanas privilegiadas de análisis social. La razón radica en su intención abarcadora, que pretende la reestructuración de un territorio para darle un sentido único e impuesto