¿Quién no ha sentido alguna vez rabia interior en la cocina después de comprobar que un tomate sabe a... nada? La triste respuesta es la consecuencia de la degradación de la calidad de las hortalizas y las frutas durante los últimos años. Muchos consumidores y agricultores se han organizado para que las semillas tradicionales se impongan a las híbridas.