Desde tiempos antiguos (10 000 años a.C.), en la domesticación del maíz (Zea mayz L.) y el desarrollo del sistema milpa para lograr que sus atributos biodiversificados aseguren la reproducción social y al mismo tiempo conservar el suelo y los germoplasmas (González, 2016; Staller, 2010), las mujeres han sido protagónicas, en la generación de íntimas relaciones con las semillas, el suelo, las plantas y la elaboración de complejos platillos, inventando la nixtamalización para alimentar no sólo a su familia, en el sentido estricto de satisfacción de necesidades nutricionales, sino además del cuerpo, la mente-pensamiento y el espíritu-místico de su creación, que por centenares de años fortalecieron las culturas prehispánicas y mexicanas.