En un principio regía la regla de que la naturaleza no ha sido inventada por nadie, por lo que únicamente puede ser descubierta, tanto en sus formas de vida como en sus propiedades útiles para el ser humano. Así incluso lo dictaminó la Oficina de Patentes de los Estados Unidos en 1971, cuando el microbiólogo hindú Ananda Chakrabarty presentó, siendo empleado de General Electric, una solicitud de patente sobre un microorganismo genéticamente modificado, el cual, afirmaba, podía fagocitar petróleo derramado en la superficie del mar. Chakrabarty no aceptó la resolución y apeló en todas las instancias posibles, hasta llegar a la misma Suprema Corte de los EE. UU., la que en 1980, y por un voto de diferencia, resolvió que la vida si es patentable