Mareas humanas, cadáveres apilados, pánico en las miradas, personas que se desplazan sin saber hacia dónde. Esa son las imágenes que, desde el año 1994, nos recuerdan uno de los mayores genocidios de la historia que la humanidad, avergonzada, no debería olvidar. Yo tampoco puedo ni quiero olvidarlo, sino que lo recuerdo cada uno de mis días. Allí estaba y no quiero borrar de mi memoria cada uno de los seres humanos que vi morir. Ahora por enésima vez la historia se repite. Y hoy como entonces me repugna nuestra hipocresía occidental en la que nunca somos culpables de nada, a pesar que han sido nuestros gobiernos europeos quienes -entre otros- alientan, arman y apoyan estos crímenes, estos genocidios.