Nos preguntamos en estos momentos y luego de la crisis, si lo que concluyó es una etapa, y en ese caso si comienza otra cosa, o si acaso, tendremos más de lo mismo o una profundización del mismo modelo. El hecho de que pudiera resolverse un conflicto de más de 4 meses de duración, generado por un retoque en el porcentaje de las retenciones a la exportación, y que esa “resolución” se haya logrado de manera pacífica y mediante mecanismos institucionales, produce un alivio en la población. Pero: ¿cambia las cosas? ¿Se dejará de sembrar soja? ¿Se distribuirá mejor la renta agrícola? ¿Se preservarán las tierras agrícolas sometidas a gravísimas amenazas de pérdida de fertilidad? ¿Se dejarán de fumigar los campos y las poblaciones que resultan víctimas inermes de los paquetes agrotóxicos? Se abre una nueva ventana al futuro, pero a qué futuro? Los legisladores y los funcionarios tienen un nuevo desafío por delante, el de poner en práctica los discursos realizados en estos últimos meses. ¿Cómo lo harán? ¿Será posible alcanzar situaciones de cambio en el universo agropecuario? ¿O sólo se tratará, según parece, de dar un nuevo impulso a la biotecnología, como propone un reciente proyecto de ley para la creación de un fondo para la soberanía biotecnológica?