En 2017 fui la aprendiz de una pequeña granjita en el Cantón Choquí, cerca de Xela. Un día, era la hora del almuerzo, estábamos a punto de comer con doña Lulú, la niña Madeline y don Checha. Justo antes de tomar el primer bocado, observé mi plato, me fijé en los tantos colores que lo componían y de pronto, se me humedecieron los ojos. Me conmoví, veía todo en lo cual yo creía.