La agroecología está más viva que nunca, a pesar del poder de fuego del agronegocio, que ha intentado ignorarla, negarla y cooptarla —en ese orden—. Y crece, desordenadamente, imprevisiblemente aparecen nuevas experiencias, en los lugares y contextos menos pensados. Más fuertemente que nunca se escucha el llamado de los viejos y los nuevos tiempos, convocándonos a esta aventura urgente de hacer del mundo nuevamente un hogar. Y en eso andamos…