Podemos argumentar que nos estamos aproximando al umbral tecnológico con mayores consecuencias en toda la historia humana: la habilidad para alterar los genes que le transmitimos a nuestros hijos. Cruzar este umbral cambiaría irrevocablemente la naturaleza de la vida y la sociedad humana. Desestabilizaría la biología humana. Pondría en juego fuerzas sociales, psicológicas y políticas sin precedentes que podrían retroalimentarse entre ellas mismas provocando impactos más allá de nuestras habilidades para prever y mucho menos controlar