Los graves acontecimientos sucedidos en la provincia de Chiriquí son otra prueba más de la soberbia y la sordera que caracteriza a las autoridades panameñas. Se pretende imponer a sangre y fuego proyectos que, de hecho, representan la muerte de la naturaleza y las comunidades. La minería a cielo abierto –conocida como la industria de la muerte- y los proyectos hidroeléctricos están atropellando a comunidades campesinas e indígenas que por muchas generaciones han vivido y trabajado en estas tierras.